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Poesía

Relámpagos biográficos

En 'Tener un cuerpo es mala poesía', Sebastián Martínez Venegas combina con maestría versos de largo aliento que tienden hacia la prosa con otros mucho más breves, de arte menor

Viernes, 16 de mayo 2025, 07:13

Un verso de la poeta neozelandesa Hera Lindsay Bird sirve como título al libro de Sebastián Martínez Vanegas (Pereira, Colombia, 1996) con el que obtuvo el Premio Emilio Prados organizado por el Centro Cultural Generación del 27 de Málaga: 'Tener un cuerpo es mala poesía'. Pese a su origen, no es este poeta un desconocido en nuestras letras, en su momento fue merecedor del Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid en 2021 y ha disfrutado de una beca de creación en la Fundación Antonio Gala, fundación de la que están saliendo tantos buenos poetas. La relación -conflictiva, como podremos ver- del poeta como su cuerpo se remonta a la infancia. Así lo podemos constatar en el poema titulado 'Recepción', cuando una situación comprometida le hace ser el centro de las miradas y sentir, por ello, vergüenza: «a mi cuerpo se le hizo tarde y empastó la vergüenza debajo de las nalgas/ […] / y yo era / un niño /en el centro del mundo // y estaba llorando».

'Tener un cuerpo es mala poesía'

'Tener un cuerpo es mala poesía'
  • Autor Sebastián Martínez Venegas

  • Editorial Pre-Textos/ Centro Cultural Generación del 27

  • Páginas 128

  • Precio 17 euros

El libro está divido en tres secciones. En la primera de ellas asistimos a la transición del niño hacia la pubertad. El niño «despierta» y ... ya no se reconoce ni reconoce lo que hay a su alrededor. La dicción es clara e informativa: «pero hoy abro los ojos / y no escucho esa voz / ya no veo / este mundo / todo pareciera indicar que ahora soy adulto», pero un adulto aún en proceso de alcanzar la madurez, Los poemas que integran este libro son eminentemente narrativos y en ellos se combinan versos de largo aliento que tienden hacia la prosa con otros mucho más breves, de arte menor. En esta combinación adquieren gran importancia, de cara a mantener un ritmo envolvente y, también fracturado, los encabalgamientos y las pausas versales. No abundan los recursos propiamente poéticos porque predomina el propósito de extraer de la memoria los hechos de la forma más verosímil posible, ya que el paso del tiempo la traiciona, de hecho, en algunos de estos poemas menudean las reflexiones de orden metapoético: «No sé las palabras precisas, no las anoté. No se puede / registra cada momento, Ni tampoco se puede confiar en lo escrito». El poeta, lo confirma poco después, renuncia al efectismo en favor de la precisión memoralística, si es que esta es posible –uno de los poemas, uno de los más simbólicos, se titula 'Estudio de la memoria'–― para rememorar ciertos hechos del pasado que cobran vida al establecer una comparación con el presente. Preguntarse por cómo y en qué momento se ha sufrido la transformación, cuándo se produjo el cambio de estatus, de verdugo a víctima es lícito, pero la respuesta no está dentro del poema, sino en el interior de cada uno de nosotros.

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