Mario Obrero, de lo palaciego a lo paladino
Reconocimiento. El poeta madrileño recibió el IV Premio Taller Pedro Salinas reivindicando la «no domesticación» de la poesía
¿La universidad internacional ha sido sueño?», se preguntaba Pedro Salinas al terminar el curso de 1933, desde su cargo de secretario general de la ... institución recién nacida. Este jueves, la veterana UIMP nonagenaria entregaba el IV Premio Taller Pedro Salinas al poeta Mario Obrero. Todo ello en una Velada Poética, «con un significado especial», pues como señaló el rector, Carlos Andradas, «la poesía ha sido un elemento muy presente en la universidad; forma parte de su propia personalidad».
El taller se creó con vocación de permanencia y el término premio como antetítulo, para «hacer trabajar a poetas que por su trayectoria y buen hacer son convocados cada año». Antes que Obrero, protagonizaron la propuesta Ana Rossetti, Olvido García Valdés y Luis García Montero.
El editor Carlos Alcorta, director de las Veladas Poéticas, fue el encargado de hacer la laudatio del joven poeta madrileño, que acaba de terminar el grado en Filología Hispánica, haciendo un repaso a las publicaciones de Obrero, hasta lo más reciente, «su canto de amor a las lenguas» en 'Con E de curcuspín'. «Autor de una poesía libre de prejuicios, pero sin despreciar su esencia; el lenguaje, acentuando el valor de la palabra que dice más de lo que dice», enfatizó Alcorta, al que su «sólida conciencia de clase le lleva a denunciar las políticas regresivas que se están imponiendo»en muchas comunidades autónomas.
Y es que, como defiende Obrero, la poesía «ha de estar en el lugar del vencido», pues la escritura «es un acto político y un acto de esperanza, consustancial al ser humano». Hay una experiencia poética universal que se puede llevar más allá de los poemas. «En lo universal de que el amor nos atraviese sin entenderlo, en cómo contemplamos una puesta de sol y otorgamos a las cosas la categoría de templo», aunque «no sepamos nombrarlas como experiencias poéticas». Sin embargo, «la poesía palpita en muchos más lugares que nos tocan al conjunto de la tribu».
Las palabras caminan. Un paso pequeño, aparentemente en la lengua, «profundamente significativo en nuestra experiencia como sociedad, de lo palaciego a lo paladino». Lo palaciego, revestido de aristocracia y clichés mortuorios, deviene en paladino, se municipaliza, para tener que ver con las palabras fundamentales de la lengua castellana, dijo para citar a Gonzalo de Berceo: «Quiero fer una prosa en román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su vezino».
Las frases
Rector de la UIMP
Carlos Andradas
«La poesía ha sido un elemento muy presente en la historia de la universidad»
Editor y poeta
Carlos Alcorta
«Su sólida conciencia de clase le lleva a denunciar las políticas regresivas que se están imponiendo»
Leyó Obrero a su anfitrión simbólico, Salinas, «encomiable secretario», poeta y exiliado en condición de inmigrante, que sigue en los horizontes «no tan lejanos, por nuestra querencia de ver en el mar lo que ha sido extirpado», en San Juan de Puerto Rico. Ese que al terminar el curso de 1933, «tuvo un sueño republicano, paladino, que tiene que ver con la polis y con convertir esta Magdalena en un espacio de conocimiento y delicadeza humana para las cosas que pueden ser una experiencia colectiva del saber».
Recordó una carencia de la lengua castellana, que no se da en otros idiomas. «Son dos cosas muy distintas el sueño de cansancio y el onírico». Los sueños no pueden contener el cansancio. «Esas posibilidades expuestas al mundo, precisan de energía y una nutrición constante, que tal vez pueda darles el lenguaje expandido».
Obrero reflexionó sobre la capacidad negativa, «el grado de resistencia que pone el poema frente a ser entendido, esa no domesticación», es lo que genera «una postura mucho más interesante que otros ámbitos del discurso». Así, «el poeta no es quien para someter a la palabra poética a una razón o unas ideas». Y esa resistencia «representa el mayor gesto político que puede hacer la poesía».
José Hierro, María Do Cebreiro, Guadalupe Grande, Walter Benjamin o Xuan Bello, al que Obrero y Alcorta recordaron con cariño, fueron apareciendo en el diálogo de una sala llena, a la que el madrileño deleitó con su verbo fluido y su sonrisa cercana. Dos rasgos que distinguen a uno de los creadores más precoces y respetados de las últimas décadas.
Agradecido por esa respuesta, el de Getafe invitó a «ir a la trastienda de la lengua y encontrar otra posibilidad que la que genera la inercia», frente «al odio como una intravenosa forma de habitar el mundo». Desde la otra orilla del mar, probablemente, Pedro Salinas estaría satisfecho de colocar su nombre al lado de este poeta y su festejo comunitario.
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