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El artista asturiano Rodrigo Cuevas, galardonado con el Premio 'La Barraca' de la UIMP junto al rector, Carlos Andradas. DM

Rodrigo Cuevas: «Si hablara con Lorca, le diría que su compañía triunfó y que el romanticismo sigue vivo»

El artista asturiano Rodrigo Cuevas recogió el premio La Barraca a las Artes Escénicas otorgado por la UIMP

Jueves, 3 de julio 2025, 18:49

Si viera a Lorca, Rodrigo Cuevas le hubiera hablado de la microtoponimia. Le diría: «Federico, ¿usted qué opina de la capacidad de la cultura para establecer vínculos entre el ser humano y el territorio?». También le gustaría saber cómo lo podría usar él desde un punto de vista poético. Hablar de las historias de sus vecinos, «inverosímiles e inspiradoras», saber cómo organizaban sus viajes, su aspiración de belleza, sus anécdotas… En definitiva; decirles «que triunfaron, que el romanticismo sigue vivo y hay un premio con su nombre». Y también, que él, una vez, cortejó en Santander.

Así lo contó este jueves en el Paraninfo de la UIMP, en una charla con Jesús Ruiz Mantilla, que le definió como «ser cambiante», recibió el XVII Premio La Barraca a las Artes Escénicas. Un premio que calificó como «un placer enorme que a todo el mundo le haría ilusión recoger, con un nombre que impone». La Barraca, «tan inspiradora para mí y para el proyecto de La Benéfica», un teatro, precisamente de la época de la compañía de Lorca, fundado en 1926, una «pequeña utopía cultural en Infiesto». Lo compraron y allí, en Piloña, abrieron un espacio para impulsar el teatro a las zonas rurales «y poner en práctica otro tipo de historias».

«En Santander se me cierra un ciclo muy chulo con este premio», dijo. Así, contó una historia. Hace diez años justo, el 18 de junio de 2015, vino a tocar a Santander por primera vez, desde un pueblo del interior de Pontevedra donde vivía. No conocía a nadie. Miraba la Guía del Ocio y bombardeaba a mails a ver si alguien le quería programar. «La sala Niágara cayó en la trampa», bromeó. Y allá que se fue. Cargó los altavoces, cables, trípodes, instrumentos, vestuario… Como no podía pedir caché, iba a entrada. «35 euros gané», dijo riendo. «Para unas rabas me dio». Entre el público había un chico llamado Sergio, que estudiaba Ingeniería Civil y llegó allí por una amiga que le avanzó que Cuevas tenía los mejores cuádriceps de Asturias. «Y sí, era yo», dijo el artista. Cuevas no tenía presupuesto para hotel, y pidió alojamiento al citado Sergio. Allí se quedó y a día de hoy, llevan una década juntos. «De haber estado mendigando donde dormir a que me den el premio La Barraca, dieron p´a algo los diez años».

Calificándose como «muy desprendido» y con Lina Morgan, «denostada por hacer humor para marujas, gracias a las que todos comíais en casa», como uno de sus máximos referentes, fan del cuplé. Cuevas reflexionó sobre cómo la memoria colectiva depende de las individuales, y hay que ejercitarlas. Si bien le gusta correr el riesgo de que se pierda, «jugar con trampas; escuchar y no solo apuntar».

La música es un espacio de creación que se relaciona con otras artes, dijo. «Lorca no jugaba a dignificar la poesía popular, sino que iba a las fuentes e intentaba copiarlas, construyendo romances con los giros de lo popular. Intentar meterse ahí y que no se te note es lo chulo», argumentó. «Nos instalamos fácilmente en el pesimismo y necesitamos un poco más utopía en el horizonte». Y en el horizonte de la Magdalena, Cuevas vio «una de las tormentas más bonitas de mi vida».

«Lo que más me gusta es la risa y una persona que me hace reír me tiene comiendo de su mano», señaló. Y él se dio cuenta de que desde el escenario, era él quien hacía reír a la gente. A día de hoy, el asturiano afirma que sigue «intentando que mi trabajo sea jugar».

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