Una universidad ante los cambios, pero «más necesaria» que nunca
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¿Qué hace singular a la universidad en 2025? ¿En qué consiste el efecto UIMP? Profesores y alumnos defienden el hecho de encontrarse, debatir y forjar contacto como todo un acontecimientoEn verano de 1988, Eva Nogales se matriculó en un curso de la UIMP dirigido por el investigador Joan Bordás. Por entonces, el profesor Bordás ... dirigía la instalación del sincrotrón en el Reino Unido y a Nogales, recién licenciada en Físicas, ya le rondaba la idea de dedicar su carrera a la investigación. Tras una de las ponencias del curso, se produjo una conversación que, vista en perspectiva, cambió la vida de la científica española, hoy una autoridad mundial en biofísica, en bioquímica y en biología molecular. Nogales le planteó a Bordás pasar a formar parte de su equipo de trabajo en Reino Unido. «¿Y cuándo estarías dispuesta a venir?», se interesó el profesor. «Hoy», le respondió ella.
Treinta y siete veranos después, el pasado martes, la profesora Nogales volvió a La Magdalena tras protagonizar descubrimientos tan decisivos como la descripción de la estructura de la tubulina y alcanzar una cátedra en Berkeley, y le dedicó al profesor Bordás su investidura como doctora honoris causa de la UIMP. Los Cursos de Verano cambiaron su vida. «Aquí empezó todo».
Podría decirse que Nogales es un caso paradigmático del 'efecto UIMP'. Es algo que también subrayó el rector, Carlos Andradas, tras hacerle entrega del anillo, los guantes y el Libro de la Ciencia que acreditan a este investigadora como miembro de una universidad singular y pionera en el modelo de cursos de verano. Su decana. Un decreto firmado por Fernando de los Ríos, entonces ministro de Instrucción Pública, oficializó el nacimiento de la Universidad Internacional de Santander el 23 de agosto de 1932. Más de nueve décadas después, la UIMP también mira hacia atrás, y se hace preguntas en un momento en el que, como cantaba Mercedes Sosa, «cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo». ¿Cómo potenciar su singularidad ahora que han proliferado los programas de verano? ¿Cómo armar una programación atractiva? ¿Cómo seguir internacionalizándose? ¿Cómo seguir cruzando los caminos de profesores y alumnos? ¿Cómo mantener el efecto UIMP más allá del verano?
El rector Andradas, que enfila el final de su mandato, ha defendido en sus discursos y entrevistas la necesidad de potenciar el «ADN» de la UIMP, la «singularidad» de una institución que, a grandes rasgos, funciona como un lugar de encuentro interdisciplinar e intergeneracional. Es una universidad con un claustro de profesores flexible; con una programación que aspira a tocar todos los palos: de la literatura a la astrobiología, de la salud a la ingeniería; que puede sentar en un mismo aula al recién graduado y al profesional consolidado; y que en un mismo verano entrega sus premios al actor José Luis Gómez, a los escritores Ávaro Pombo y Olvido García Valdés o al cineasta Alejandro Amenábar. «No queremos ser una universidad convencional. Para eso ya hay excelentes universidades. Queremos poder tener esa libertad para volar y hacer otras cosas», defendió Andradas en junio de 2024. Para cumplir ese objetivo, no obstante, la UIMP necesita más autonomía y más recursos para competir y crecer, apuntó el rector. Nada más y nada menos.
En 2024, 4.303 alumnos se matricularon en los Cursos de Verano de Santander. Una de las metas del equipo de gobierno de la UIMP es atraer a público joven, a gente como Sarmiento. A ella, los cursos que ha elegido le permiten «aproximarse» a lo que le interesa: la literatura y el combo que esta forma junto con la prensa y la memoria, objeto más que probable de su futuro doctorado. Para Sarmiento, el efecto UIMP tiene que ver con que «los profesores son accesibles» si se trata de debatir, resolver dudas o forjar contactos más allá de las aulas; con que los cursos le permiten «abrir la perspectiva»; con que en la programación hay «diversidad» temática, con las actividades culturales... La UIMP es un modelo vigente para ella.
Se enteró de la existencia de la oferta formativa gracias al comentario de una de sus profesoras de la universidad. Por eso, que la UIMP se haga notar más en los canales que usan los jóvenes para informarse sería una de sus recomendaciones; junto con que se facilite el transporte al Palacio de La Magdalena o el uso del comedor. «La promoción de estas opciones sería muy interesante», comenta en un descanso del taller que dirige sobre 'Literatura Mayday' Manuel Rivas, que aparece al poco en el pasillo, vestido con una americana de un azul klein vibrante.
A pocos pasos del comedor de gala, el investigador Víctor Parro García del Centro de Astrobiología (CAB) conversa con un grupo de alumnos. Les da unas indicaciones para la foto que se van a tomar todos los miembros de la Escuela Internacional de Astrobiología Josep Comas i Solà, que el propio Parro codirige, en las escaleras del Palacio de La Magdalena. El científico es un entusiasta de la UIMP, un lugar donde se produce un «verdadero diálogo atlántico» entre científicos americanos y europeos, todos deseosos de aportar su experiencia a las grandes preguntas que plantea la astrobiología: ¿qué es la vida?, ¿cómo y por qué surgió?, ¿existe o ha existido en lugares más allá de la Tierra?
El encuentro cumple este año su 21º edición y casi que vuela solo. «Queremos que los profesores que traemos sientan esta escuela como propia. Tienen libertad para sus exposiciones, queremos que haya debate e interacción con los alumnos. Además, el hecho de que sea verano aporta un punto de relajación, de fluidez. Pero los alumnos tienen tarea que hacer, ¿eh? Les mandamos unos trabajos que tienen que tienen que exponer el último día», cuenta Parro con entusiasmo.
La Escuela también organiza excursiones -Altamira, El Soplao, Zumaya- porque la idea es «combinar lo académico con el esparcimiento y el trabajo de campo en el entorno», continúa el investigador. Y esto enlaza con algo clave: la presencialidad de los cursos, algo básico para Parro. «El motivo de la Escuela es vernos. La mitad de nuestros estudiantes es americana y la otra mitad, europea. La presencialidad es muy necesaria, debemos sentir que formamos parte de algo más grande. Este diálogo trasatlántico, como la UIMP, es más necesario que nunca. Las universidades de verano tienen todo el sentido, su valor es la diversidad, la multidisciplinariedad», se despide no sin antes recomendar encarecidamente la conferencia que va a ofrecer poco después Juan Pérez Mercader, profesor de la Universidad de Harvard y uno de los creadores de esta Escuela de Astrobiología de la UIMP.
«Dentro de 21 años, espero que sigamos aquí», añade Parro antes de seguir camino hacia la foto de familia de la Escuela en esta edición.
Sin dejar de recoger los micros, los cables y el resto de instrumentos que ha usado en la sesión, Guillén explica en qué ha consistido la dinámica «participativa» que acaba de desplegar en el aula y que ejemplifica bien cómo la UIMP se 'sale del carril' y abandona por momentos las rigideces académicas para proponer una formación y debate distintos. Eso está en su ADN y aunque ya no sea una imagen frecuente, muchas 'clases' de la Menéndez Pelayo se celebraban en el pasado al aire libre, en los prados del Palacio, al margen de las aulas.
Volviendo a Guillén, que cierra ya su maleta, el doctor explica que ha planteado una dinámica que parte de un «enfoque vivencial, que trata de llevar a la práctica el aprendizaje activo» y que está basado en «experiencias reales». A grandes rasgos, se trata de «hacer confluir la teoría y la práctica» y de acercar al alumnado, compuesto sobre todo por maestros y profesores, las funciones ejecutivas del cerebro en el aula... y en la vida, tal y como ha titulado su sesión. Se va satisfecho con la respuesta del público. «La participación ha sido muy buena».
También se declaran contentas con la experiencia Inmaculada Simón y Esther Sánchez, ambas alumnas del encuentro titulado 'El desmantelamiento de centrales nucleares en España', que se toman un café a las puertas de su aula, la sala Bringas-Riancho. Simón, que trabaja en el Consejo de Seguridad Nuclear, se estrena como asistente a estos cursos de verano de la UIMP. Lo hace con la doble condición de ponente y alumna. Se aloja en el Palacio así que hasta los desayunos forman parte de esta «estupenda» experiencia. «Tienes oportunidad de hablar con personas diferentes. Es un intercambio magnífico que te permite ampliar tu visión, y no solo con gente de tu entorno, sino también de otros cursos. Y eso es súper enriquecedor», celebra.
Su compañera Esther Sánchez, profesional en la empresa pública Enresa, es ya veterana de la UIMP. En su tercer verano como alumna y ponente en Santander, comparte diagnóstico con Simón. La Magdalena funciona como un espacio para ampliar contactos y tener una «visión internacional» del sector. El entorno, los descansos, el clima... todo eso ayuda. La presencialidad es crucial. «Merece la pena».
La UIMP es «más necesaria que nunca», decía hace unas semanas el rector Andradas en el Paraninfo de La Magdalena, en la ceremonia en el que se levantó el telón de la presente edición de los Cursos de Verano. Para avanzar, necesita «herramientas normativas y recursos específicos» que le ayuden a «desplegar todo su potencial» y a «seguir siendo el referente que somos, que fuimos y que queremos ser». Esa es la idea de la UIMP, la decana de las universidades de verano, que aspira a seguir propiciando conversaciones reveladoras en pasillos, cafeterías o paseos al borde del Cantábrico. Así lo concibieron sus fundadores. Sirva para probarlo este texto de Pedro Salinas, quien fuera secretario general de la UIMP. «No hay realidad de empresa humana que no empiece por un sueño, y las realidades humanas se terminan cuando dejan de soñarse... Mi lema es seguir soñando la Universidad Internacional, porque solo soñándola mejor, más amplia, más rica de lo que ha sido podrá seguir haciéndose», escribió en 1933.
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