España a pie de punta a punta
El deportista cántabro Antonio Suárez completa el recorrido en diez días con el objetivo de dar visibilidad a las enfermedades mentales
Era un viernes y Toñín Suárez (Cahors, 1973) se mojó las cara con el agua del Atlántico en la punta de Tarifa. No había salido ... el sol. Se ató los cordones y «al lío». Diez días después, este domingo, asomaba por su casa en San Felices de Buelna. «Ha sido duro, duro. Pero si sirve para que la gente se conciencia, se suelte y cuente lo que le pasa y busque ayuda, habrá servido la pena», confiesa este aventurero. Diez días, 100 kilómetros diarios, que unen la punta sur de España con la norte y que Toñín cruzó a la carrera por una causa muy concreta. «Era algo que tenía pensado hacer algún día y ahora lo he hecho mucho más motivado. Quiero darle visibilidad a las enfermedades mentales; hay gente que le da reparo decir que sufre esto o lo otro. Hay que concienciar que hay veces que se necesita ayuda y hay que pedirla y que no de reparo hacerlo», señala el protagonista de esta historia de empeño y superación. Toñín sabe lo que dice. Sus últimos dos años han sido difíciles. El atropello de la ciclista Estela Domínguez en 2023, una de sus pupilas en el equipo ciclista femenino Rio Miera Meruelo años antes, donde Toñín ofrece como director parte de lo mucho que aprendió en este deporte, y el posterior fallecimiento inesperado de su padre, Isaac, compañero de viaje y confesor, le movieron los cimientos de su vida: «Entré en depresión, tuve que dejar de trabajar y ponerme en manos de profesionales y quiero ayudar a quien pase por algo igual».
«Hay que concienciar a la gente si sufre una enfermedad mental, lo cuente y que lo normalice»
Antonio Suárez
Había mil formas de alzar la voz, pero a Toñín -duatleta, corredor, triatleta o ciclista de incalculables competiciones- se le ocurrió está. «Dije diez días e igual me calenté mucho, lo admito», dice en un acto de sinceridad patente. «Los primeros dos o tres días fueron... Unas rectas enormes y con más de 42 grados. Había veces que me metía al coche con el aire acondicionado un rato y salía otra vez», recuerda. Para y arranca, a tientas por las cunetas de España fue «tragando kilómetros sin apenas dormir». Su amigo, José Luis Rasillo, a quien le une un vínculo especial, además de compartir esa relación difícil con las enfermedades mentales, le hizo la logística. «Condujo la furgoneta, me seguía, buscaba agua y me apoyó en todo momento», indica Toñín, experimentado y bien dotado deportista y que ha sufrido «como nunca; el quinto día no pude más. Estaba reventado y casi sin poder andar». Sin embargo, su cabeza pudo más que el cuerpo. Esa que hay veces a la que le cuesta convencer de que «de todo se sale y todo pasa». En San Felices lo recibieron en masa, amigos, familiares y gente a quien Toñín le hizo pensar: «Ha valido la pena.
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