«Éramos estudiantes con mil pesetas en el bolsillo»
Emiliano Rodríguez fue figura del baloncesto español y defendió que los deportistas tuvieran una salida profesional tras retirarse | La suya era una generación de universitarios
CÉSAR COCA
Domingo, 3 de junio 2018, 08:40
Uno de los rivales más duros que tuvo nunca Emiliano Rodríguez, el número 10 del Real Madrid de baloncesto y la selección española, no ha ... destacado en el deporte ni llama la atención por un físico intimidatorio. Responde al nombre de Josep Borrell y más tarde sería ministro. Durante unos años el político y el ya exjugador se enfrentaron en numerosas ocasiones en los plenos de la Diputación de Madrid. Uno era el responsable de Hacienda y el otro el portavoz del grupo de UCD. En una ocasión, recuerda Emiliano, Borrell elogió desde la tribuna su carrera deportiva. Para añadir luego, con esa ironía brillante que caracteriza al político catalán, que su trayectoria política no alcanzaba el mismo grado de excelencia. Se ríe al recordar la anécdota de un tiempo en el que se aventuró en un terreno más resbaladizo que las canchas frente a contendientes más esquinados que los del parqué. Es una faceta más de la biografía de un futbolista frustrado que a los 17 años, en unos juegos escolares celebrados en Tréveris, lo tomaron por el intérprete a cuenta de su estatura y su pelo rubio, pese a que no hablaba una palabra de alemán. Lo cuenta en la terraza de un hotel de Torrelodones, el pueblo de Madrid donde reside, en una tarde soleada de esta primavera esquiva, mientras posa para las fotos con un balón cedido por un colegio próximo. «En mi casa no hay ninguno», asegura.
- ¿Qué le duele a usted cuando se despierta?
- Las rodillas, y me siguen doliendo sobre todo al subir y bajar escaleras. Tengo también tres 'by-pass', pero no creo que eso sea una secuela del deporte.
«En Chile un médico me dio unas vitaminas. Con ellas, saltaba mucho más»
- ¿Ahora practica alguno?
- No. Camino cuatro o cinco kilómetros diarios por el pueblo. Me he puesto la exigencia de tener un perrito que me acompaña.
- Vayamos a los orígenes. Usted nació en un pueblo de León pero muy pronto toda la familia se trasladó a Bilbao.
- Nací en San Feliz de Torío, muy cerca de León capital. Mi padre era el jefe de estación del pueblo, que estaba en la línea de La Robla. Él era de Burgos y mi madre de Cistierna, también en León. Cuando yo tenía ocho meses trasladaron a mi padre a Bilbao y allí nos fuimos todos. Yo soy el segundo de seis hermanos, y los cuatro pequeños son bilbaínos. Dos siguen viviendo allí.
- ¿Cómo fue su infancia?
- Tengo recuerdos imborrables. Fui al colegio Viuda de Epalza, muy cerca de casa, y a los once años me pasaron a los Escolapios. Era un niño muy activo, organizaba carreras en la calle, jugaba al fútbol e iba a todos los partidos de San Mamés, a ver a la mítica delantera: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza. Entonces se jugaba a las tres de la tarde.
- ¿En qué puesto jugaba?
- Menos de portero, de todo, pero en general de medio-centro. Jesús Garay era mi ídolo.
«En la URSS nos cambiaban iconos y latas de caviar por dólares»
- Pero no pudo entrar en los juveniles del Athletic.
- Fue mi primer desencanto infantil. Tenía quince años y un día fueron unos señores a ver jugar al equipo del colegio. Al acabar se acercaron y empezaron a pedirme datos. Cuando les dije que había nacido en León dejaron de escribir.
- ¿Eso le movió a dedicarse al baloncesto?
- Sucedió que en mi colegio se jugaba al baloncesto porque había unos chicos llegados de Filipinas que lo hacían y estaban en el Águilas. Se montó una 'operación altura' y me eligieron. Así despertó mi ilusión. Yo lo que aportaba era que corría y saltaba mucho, porque físicamente no era muy fuerte.
- También participó en alguna competición de atletismo.
- Sí, pero fue por casualidad. Había unos Juegos Escolares en Tréveris, Alemania, y fui con el equipo español de baloncesto. Hubo un problema y necesitaban gente para el relevo de 4x400 y los 1.500 metros. Así que corrí esas pruebas, pero no terminé muy bien.
- Empezó con el baloncesto y pronto surgieron oportunidades fuera de Bilbao, pero su familia era reacia a ello. ¿Por qué?
- Era el estilo de las familias de entonces. Pasó con mi hermana mayor, que quería estudiar Farmacia en Madrid y al final no se trasladó porque nuestra madre tuvo un problema de asma... Aquello era un matriarcado y parecía que si la hija se iba se rompería la familia. Yo tampoco era muy consciente de lo que significaba marcharse.
«Suárez me dijo que había jugado al balonmano y le contesté que eso era para los que no valían para el baloncesto»
Una carrera
Pero lo hizo. Kucharski, pionero del baloncesto español, que entonces entrenaba al Aismalíbar de Barcelona, le ofreció incorporarse a su equipo. Los padres de Emiliano aceptaron que su hijo se marchara porque el entrenador les dijo que se preocuparía por él. Para entonces, ya había empezado los estudios de Ingeniería Técnica. En la capital catalana vivía en una residencia. Allí progresó mucho técnicamente. Además, Kucharski hizo honor a su promesa. «Después de los partidos me llevaba a su casa. Fueron unos años muy importantes».
- ¿Qué le decían sus compañeros de estudios? Usted ya era un jugador conocido entonces.
- Sí, pero el baloncesto tenía aún una repercusión muy pequeña en cuanto a popularidad. La tuvo a partir de 1962, cuando TVE empezó a retransmitir partidos. Me llamaban 'el baloncestista bilbaíno'.
- En Barcelona conoce a la que luego sería su esposa. Y tienen que aplazar la boda por una final. ¿Cómo fue?
- Llegamos a la final de la Copa de Europa de 1963 frente al CSKA (también llamado entonces TSKA) de Moscú, y eso nos obligó a aplazarla. La final era a dos partidos y no éramos favoritos. Ganamos aquí por 18 puntos y allí perdimos por otros tantos. Fue necesario un tercer partido, que me hizo llegar a la boda prácticamente con unas horas de margen.
- Usted ya estaba entonces en el Real Madrid. ¿Tenía la idea de hacer una carrera larga en el baloncesto?
- Llegué a Madrid en 1960, con la idea de acabar la carrera, de la que solo me faltaba un año. No tenía más planes. Entonces éramos estudiantes con 1.000 pesetas en el bolsillo, como suelo decir. Y la boda... Recuerdo que en un torneo Philips yo jugué mal y el secretario general de la FIBA dijo que tras casarme estaba acabado, y que les pasaba a todos.
- Se entiende que con esa previsión decidiera acabar sus estudios.
- En Madrid me presenté a todos los profesores del curso. Uno me dijo que si no iba a clase no me aprobaría. Y así lo hizo. Por eso trasladé el expediente a Bilbao y acabé allí. Además, sin desmerecer a ninguna escuela, la de Bilbao tenía más prestigio. De todas formas, añadiré que en el proyecto me ayudaron muchos. Y pensando en el futuro, había abierto en Madrid una oficina de representación dedicada a asuntos industriales y luego monté otra con Lolo Sainz.
Una incursión en la política
Cuenta Emiliano que hasta no hace mucho acudía a diario a su empresa pero ahora ya apenas lo hace. En cambio, sigue yendo a todos los partidos que juega el Real Madrid en su cancha. Los de fuera, lo mismo en España que en Europa, se los reparte con Clyfford Luyk, compañero de equipo muchos años y ahora también asesor de Florentino Pérez. Los viajes, como apunta, son a los mismos destinos de sus años de jugador, pero muy distintos en todo lo demás. «Por España viajábamos muchas veces en autobús, y al extranjero íbamos en avión pero haciendo trasbordos». Lejos quedan aquellos tiempos en que durante las estancias en la URSS cambiaban iconos y caviar por dólares y ropa deportiva. Además, jugaban en pabellones de deportes con capacidad para 8.000 espectadores que estaban a rebosar. «Aquí, en mi primera etapa, el Madrid lo hacía en un frontón con 1.200 localidades y no siempre se llenaba».
- ¿En aquellos años había algún tipo de control de lo que comían o lo que tomaban?
- No había controles. En cuanto a la alimentación, comías el menú del equipo, y en casa procurabas seguir la misma pauta. Teníamos reconocimientos médicos dos o tres veces al año y eso era todo.
- ¿Nunca vio nada extraño?
- No tengo esa sensación. Una vez, en un campeonato en Chile, se acercó un médico a preguntar qué tomábamos para aguantar partidos casi diarios. Le dije que nada y me recetó un complejo vitamínico que luego se ha vendido aquí en las farmacias.
- ¿Y qué pasó?
- Las tomé y saltaba más de lo normal. Se las di a todos mis compañeros. No teníamos la sensación de estar dopándonos.
- ¿Y escapadas nocturnas? ¿Eran muy juerguistas?
- Las hacíamos, pero sin excesos. A las doce teníamos que estar en casa. Los lunes nos daban algo más de libertad.
- Dejó el baloncesto justo unos meses antes de que la selección ganara el Eurobasket. ¿Se arrepintió de ello?
- Me equivoqué, podía haber esperado unos meses más... pero había que dejarlo y punto. Tenía cuatro hijos, mi mujer trabajaba y las ausencias me alejaban de la familia.
- ¿Le ayudó mucho la fama para sus trabajos posteriores?
- Sin duda. Me abrió muchas puertas, era una tarjeta de presentación.
- Su paso por los banquillos fue muy breve. ¿Por qué?
- Había hecho el curso de entrenador y tenía el título. El Real Madrid me ofreció quedarme en los equipos inferiores. Pero la exigencia era ganar y ya había tenido bastante de eso, así que no me compensaba. Un día me llamaron del Fórum Filatélico y me ofrecieron tres años de contrato y mucho más dinero del que había ganado como jugador. Pero las cosas no fueron bien. A los tres meses cambiaron de presidente y yo me volví para casa. Fue una buena experiencia, pero sin mucho éxito.
- La tentación de la política lo enganchó más tiempo. ¿Quién se lo propuso?
- Tenía gran amistad con Antonio Clavet, que había jugado al baloncesto en la Universidad de Deusto y entonces era alcalde de Aranjuez. Su hijo es 'Pato' Clavet y yo fui quien les presentó a Santana. Pues bien, un día me llamó para decirme que (Juan José) Rosón le había transmitido el mensaje de que en UCD necesitaban gente como yo. Me ofrecían entrar en la lista municipal de Pozuelo. Y dije que sí.
- ¿Cómo lo recibieron sus compañeros de lista?
- Me aceptaron muy bien. Ellos conocían a mucha gente y yo no, pero en cambio a mí me conocían todos. También iba en la lista de la Diputación provincial y llegué a ser portavoz del grupo. El del PSOE era Borrell y en los plenos yo las pasaba putas porque él era muy bueno. Hace dos legislaturas volvieron a ofrecerme ir en la lista del PP.
- ¿Y eso?
- Esperanza Aguirre, que asegura que se aficionó al baloncesto por mí, me propuso ir en la lista municipal de Colmenarejo. Le dije que ya no tenía edad.
- ¿Llegó a conocer a Suárez?
- Sí. Lo sabía todo de mí. Era un superdotado. Una vez invitó a comer a Moncloa a un grupo de deportistas ya retirados: Luis Aragonés, Luis Suárez, alguno más y yo. Nos dijo que había jugado al balonmano y yo comenté entre risas que eso era para los que no valían. No me volvieron a invitar...
- ¿Qué espera del futuro?
-Confío en que me dé equilibrio. Ver a mi familia de la mejor manera posible, mis ocho hijos y mis ocho nietos (incluidos los de mi segunda esposa). Y tener salud y buen ánimo para ver cómo el Real Madrid suma triunfos.
«Siempre me gustó escribir»
– ¿Hay alguna jugada, algún lanzamiento que se le presenta como sueño recurrente o como pesadilla?
– Nunca he olvidado dos finales. Una contra el CSKA en Barcelona, con Miles Aiken en nuestro equipo, que perdimos en la prórroga. Yla segunda, contra el Dinamo de Tíflis en Ginebra, que también perdimos. Esa vez el que jugaba con nosotros era Hightower. Ambos estaban obsesionados con el balón y no lo soltaban. Creo que si yo lo hubiese tenido más tiempo no habríamos perdido.
– ¿Tenía manías especiales a la hora de salir a la cancha?
– Siempre he sido poco maniático. Me revolvía el pelo al salir, creo que era lo único. Ahora lo que más me llama la atención son los tatuajes y los peinados. Creo que algunos piensan más en eso que en los contrarios. Pero cada uno sabe lo que tiene que hacer, y además no faltan los consejeros.
– ¿Ustedes no los tenían?
– No, ni agentes. Estuve 14 temporadas en el Real Madrid sin contrato. Se respetaba lo hablado. Ahora, la dinámica de la alta competición obliga a la figura del agente y no tiene sentido estar en contra.
– Hizo cursos de Periodismo. ¿Cómo se le ocurrió?
– Siempre me gustó mucho escribir. Una vez, cuando iba a un partido a Moscú, me llamó Alfredo Amestoy para que averiguara a qué se dedicaban los del CSKA. Descubrí que eran todos militares y escribí algo para 'Pueblo', que lo retocó y lo publicó en la sección de Política. Bernabéu, con Saporta delante, me llamó para decirme que hasta que no dejara el baloncesto no volviera a escribir nada.
– Luego retomó esa afición.
– Al dejar el baloncesto quise seguir la carrera en el turno de noche. Los profesores me dieron facilidades, pero no terminé. Luego hubo una posibilidad de reconocimiento del título y yo cumplía los requisitos porque hice colaboraciones en 'Arriba', 'Ya' y 'ABC', en este último más de quince años, pero no lo solicité. Llegué a ir a un campeonato de Europa de enviado especial y en TVE comenté más de noventa partidos.Me divertía mucho.
– ¿Qué habría dado por jugar veinte minutos en alguna de las finales de europeos y mundiales que ha tenido España en los últimos años?
– No me lo he planteado. Seguramente habría dado puntos para el equipo... He sufrido viéndolo, pero menos de lo que puede parecer. Yhe sido consciente de que el equipo contrario puede ser tan bueno como el tuyo.
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