Espectáculo en la puerta de casa
La Atalaya sirve de escenario del final de la Vuelta a Cantabria júnior
Lo bueno si breve... dos veces bueno. Eso dice el poeta, pero en deporte no se crean que es muy cierto. La cuesta de La ... Atalaya, en pleno corazón santanderino, no tiene más de 500 metros mal contados. En términos de ciclismo no es gran cosa, pero las piernas revientan y el corazón pide paso a punto de salirse del pecho. «Se me ha hecho corta. No por el esfuerzo, sino por el ambiente», decía Matthew Peace, el espigado corredor británico que ayer se proclamó ganador de la Vuelta a Cantabria júnior UCI con todo merecimiento. Vestía el amarillo de campeón y fue el último de los 92 supervivientes de la ronda en tomar la salida junto al Ayuntamiento de Santander para recorrer los 900 metros -primero un tramo de llano- de la cronoescalada final de la carrera. «Sabía que se me podía dar bien», reconocía Aitor Martínez (Polti), el ciclista que menos tiempo empleó en recorrer los 900 metros totales de agonía y bullicio en una mañana de domingo en la que los vecinos de la capital disfrutaron de un espectáculo en la puerta de casa. Porque este muro urbano con tradición ciclista de más de setenta años permite abrir la puerta o la ventana y escuchar los jadeos del corredor que se exige al máximo para superar las rampas de más de un 14% de desnivel.
No es sencillo tenerlo todo, pero La Atalaya lo tiene: pendiente, ambiente, tradición, buena carretera y un prestigio que da a quien gana como pocos. Ya el Circuito Montañés, cantera de ciclistas profesionales, lo disfrutó hace décadas y nadie lo olvida. Diez equipos extranjeros disputaron la prueba este año y algunos de ellos, los belgas sobre todo, ya pueden decir que en Santander hay un muro que nada tiene que envidiar a los suyos.
«Como para subir esto todos los días», le explicaba un madrugador con el pan bajo el brazo a Harry Hudson, el británico que marcó el mejor tiempo durante mucho tiempo y que al final se tuvo que conformar con la segunda posición. Fue líder el segundo día de competición después de ganar la primera jornada y perdió el liderato entre lágrimas. Ayer, volvió a llorar, pero esta vez de impotencia. La que da no encontrar el pedaleo para vencer a la verticalidad sin pagar la osadía.
En las cunetas, el público disfrutó ayer de la cercanía del ciclista. A ambos lados, los aficionados acompañaron el paso de los corredores y alguno, los más osados, se arrancaron y corrieron unos metros a la par, un esfuerzo que aplaudió el resto. La Vuelta acabó con Peace como patrón de la ronda, en un escenario que empieza a ser el signo de identidad de esta carrera.
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