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Adolfo Mayordomo es desde hace dos años el preparador físico del Racing. Lleva casi veinte años en el club.En la imagen posa en el gimnasio de La Albericia. Celedonio Martínez
Fútbol-Racing

«El fútbol es una montaña rusa, pero no lo cambio, te mantiene vivo»

Adolfo Mayordomo, preparador físico del Racing, es el segundo empleado, por detrás del utillero Manolo San Juan, más antiguo del club

Marcos Menocal

Santander

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Martes, 21 de noviembre 2017, 07:13

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«¿Estás loco?». A Adolfo Mayordomo Cardín (Santander, 1972) no le importó contestar que «sí, y además de remate». Hace tres años se presentó en casa y les anunció a los suyos -su mujer y sus dos hijos- que lo dejaba todo para dedicarse al fútbol, al Racing. «Les dije que es una montaña rusa, pero que no lo cambio, te mantiene vivo». Mayordomo -en adelante 'Fito'- es ahora el preparador físico del primer equipo, pero para cuando tuvo los arrestos de tomar «aquella decisión arriesgada, pero apasionada» ya llevaba 17 años subido en un tiovivo frenético: «Entré con los chavales del Racing, luego, infantiles, cadetes, juveniles, filial... Lo compaginaba con el colegio. Iba y venía sin tiempo para nada». 'Fito' era y es profesor de educación física, pero el fútbol le volvió «loco desde muy pequeño. Recuerdo mi infancia jugando al balón», por eso aquella mañana no necesitó tragar saliva para asumir su grado de locura.

Lo suyo con el Racing no es un romance de quita y pon. Viene de largo. Actualmente es, con permiso del utillero Manolo San Juan, el empleado más antiguo del club. El flechazo le llegó por casualidad. Para enamorarse lo mejor es no estar preparado. Un buen día, durante su época de futbolista, lesionado de la rodilla, acudió a una revisión periódica. Allí se topó con Santi Gutiérrez Calle, responsable de la cantera verdiblanca. «¿Qué es de tu vida? ¿A qué te dedicas?», le preguntó. Lo siguiente fue una llamada: «¿Quieres trabajar en el Racing?». Fito era un recién licenciado de 26 años, que trabajaba en un gimnasio, jugaba al fútbol, impartía clases y daba cuerda a su reloj por las noches en busca de proyectos. A las dos semanas estaba con el chándal en La Albericia. «Empecé con los infantiles y cadetes. En el primer equipo estaban Luis Felipe Lucio y Manuel Ruiz Cueli; fueron los inicios de un trabajo físico bien organizado y estructurado».

Un par de años más tarde pasó al equipo juvenil, donde coincidió con Ángel Viadero. Con 29 años dejó su faceta de jugador «en Tercera División, no había para más». El Racing de entonces era de Primera; Gustavo Benítez, Gregorio Manzano, Quique Setién... «Tengo recuerdos de todo tipo. Esto es algo que como lo pruebes ya no quieres otra cosa». Y a 'Fito' se le envenenó el paladar con aquel racinguismo de entonces; con los descensos, con los ascensos, con la UEFA... «Ya digo que esto es un trabajo distinto; nada suele ser lo que parece, hoy estás arriba y mañana abajo casi sin darte cuenta y con una intensidad como pocas», explica con un brillo en los ojos inconfundible. De esos que hablan sin decir nada.

Veinte años entre aulas, gimnasios y botas de fútbol

Adolfo Mayordomo estudió en Madrid INEF. Antes jugó al fútbol en Racing (con 9 años), Calasanz, Perines y Pontejos.En la capital se puso el equipaje del Moscardó y el San Fernando de Henares y luego el del Pontejos, Unión Club y colgó la botas en el Rayo Cantabria. De profesión, profesor «o maestro»; de vocación «algo relacionado con el deporte». Jugó al fútbol sala, fue judoca y lo dejó todo para entrar en el Racing como preparador físico. Ahora es las dos cosas; de 8.30 a 10.15, profesor del Colegio Cumbres y el resto de la mañana, el encargado de que el Racing, ahora el primer equipo, corra mucho y bien. Fito, el profe de Gimnasia, ayuda a bajar el desayuno a los chavales y luego se va a La Albericia donde lleva veinte años contribuyendo a que quienes pasan por allí no dejen de correr. O de soñar.

Trabajar en el Racing es como convertirse en Mortadelo; cada día has de estar dispuesto a cambiar de disfraz. De eso se dio cuenta 'Fito' cuando dio el salto al primer equipo. «Primero fue con Juanjo González, cuando despidieron a Héctor Cúper, luego hubo una segunda vez, definitiva, con Paco Fernández». De profesión, preparador físico; de oficio, lo que toque. Con el ovetense pasó a ser espía. Al santanderino le tocaba todas las semanas analizar al rival y pasarle «un informe a Paco sobre los jugadores y el estilo de juego del equipo al que se iba a enfrentar». A esa labor la llaman 'scouting' las nuevas teorías. Tan bien lo hizo que con la llegada de Pedro Munitis se mantuvo en su puesto. Mientras tanto, el billete de la montaña rusa de 'Fito' daba para mucho; «seguía dando clases en el cole, lo compaginaba con el trabajo en el Racing y seguía robándole horas a todo», señala. Lo dice y suspira, pero en realidad le iba la marcha. Sin embargo, en 2015, cuando la segunda temporada de Munitis en el banquillo comenzaba, a 'Fito' se le adelantó el reloj: «Pedro decidió contar conmigo y yo decidí dejar lo demás y dedicarme al Racing. En casa me decían, pero, ¿lo has pensado bien? Madre mía. Me dije: Venga adelante». Y así fue. Dejó su trabajo seguro, su sueldo puntual y las comodidades de una rutina controlada por subirse en un tren que un año antes se salvó de descarrilar por causas que aún se desconocen del todo. Adiós a la cordura. Se tragó a mordiscos la amargura del no ascenso -como el resto del racinguismo que aún suspira pensando en el Reus- y recuperó el año pasado su disfraz de preparador físico. Más de una década después el destino le emparejó con Viadero una vez más, esta vez como maquinistas del resucitado tren. «Cuando en un cuerpo técnico trabaja gente que tiene confianza entre sí, eso se transmite y los jugadores lo perciben». El hoy segundo de Viadero, José María Lana, fue el preparador físico de Paco Fernández con lo que entre ellos hablan «el mismo idioma». Del primer episodio «aún dura la tristeza por aquel partido ante el Barcelona B en el que salió mal todo lo que nadie esperaba» y del segundo aún no se ha escrito el final.

Original. Nada de copias

A 'Fito' le gusta lo auténtico, lo de verdad, quizás por eso las lágrimas que el pasado domingo compartió en Tajonar con Antonio Tomás le definen: «Hemos vivido muchas cosas juntas, lo conozco desde juveniles, hemos entrenado mucho sin tener él equipo... Es normal emocionarse».

En Pamplona aprovechó para comprarse dos CD's de Coldplay, «porque pirata no me gusta nada». Es normal, por el Racing ha visto tanta bandera con dos tibias y la calavera que está curado de espanto. También es un amante de lo tradicional, de lo de siempre; Dire Straits, Eric Claptón, pero también AC/DC. En la música le vale todo, probablemente como en su forma de ver la preparación física. «En el fútbol hay que correr, pero hay muchos trabajos complementarios. Ha cambiado un poco el concepto. El gimnasio, el entrenamiento invisible... Ahora sí se valoran todos».

Tiene un futbolista dentro y por eso le cuesta contar secretos de vestuario, pero accede a dar algunas pinceladas de su repertorio. Por delante de él habrán pasado varios centenares de futbolistas «pero ninguno tan metódico como Munitis o Colsa; llamaban la atención por su profesionalidad, su preocupación en la nutrición, recuperación, descanso, tratamiento...». También destaca a Pablo Pinillos al que haciendo un esfuerzo «puedo recordar en esa elíptica de allí -en el gimnasio de La Albericia- pasando las horas subido». Hay que esforzase para que se chive de alguna manía, pero finalmente canta: «Ahora nos reunimos al finalizar los entrenamientos el 'Grupo de élite', así le llamamos, para completar una rutina en el gimnasio; Crespo, Sergio Ruiz, Antonio Tomás, Regalón... Prácticamente todos».

Eso sí, para misiones especiales Fito mandaría a los rusos. Se le ilumina la cara cuando recuerda a los Beschastnik, Radchenko o Popov. «Eran fuertes, venían de unos métodos de entrenamiento increíbles y exigentes. Yo he visto hacer aquí sentadillas con 140 kilos o subirse al larguero de la portería de balonmano, con los jugadores del Teka, y lanzarse para fortalecer. A mí me hablaba Popov de los entrenamientos de esquí de fondo en Rusia». Suspira y lo deja ahí. No quiere comparar. No obstante, ya que se pone, habrá que aprovechar. «Los brasileños tienen otro concepto». Se ríe. Lo mismo le ocurre con los argentinos de quien indica que «les gustan mucho los asados». No entra en más.

Prefiere no decir nombres

Prefiere no decir nombres, es como si entendiese que rompe algún código no escrito que se firma cuando perteneces a esa clase de 'loco' que se dedica al mundo del fútbol, ese que «está condenado al último resultado». Pero no deja de ser profesor, incluso antes de ser 'loco' y sabe reconocer a leguas a un buen estudiante al que con sacrificio se le puede sacar provecho y a un talentoso alumno empeñado en dejar escapar sus dotes. «A mí me dejó impresionado Stephan Dalmat. Un jugadorazo con todas las cualidades, pero no triunfó». Desde luego, el 'otro Zidane' le llamaban en Francia. Y tanto que el otro. A pesar de que por vocación «todo lo que se puede medir tiene una explicación», aún no entiende por qué futbolistas como Fernando Marqués no llegó «a ser un jugador Top internacional. Marqués lo tenía todo y quizás por su falta de constancia o quién sabe no lo logró». Lo mismo piensa de Markus Rosenberg «un jugadorazo que tampoco explotó lo que llevaba». Sin explicación. Como que Yossi Benayoun, «que parecía un endeble físicamente apenas se lesionara. Estaba tocado por una varita».

A Fito no le importa quedarse interminables horas recuperando a los jugadores, motivando a los que peor lo pasan y a la vez «hacer correr más y mejor a todos». Es parte de la apuesta que hizo cuando asumió aquella etiqueta de 'loco' que le colgaron hace años. Seguirá de un lado para otro con su música; en el gimnasio, en el autobús durante los viajes de esta Segunda B «pasajera». Mientras no toque cambio de disfraz seguirá madrugando para llevar a sus hijos al cole y luego se irá a dar clases, de cole a cole. «Sigo siendo profesor de Educación Física en el Colegio Cumbres». Luego a La Albericia «y por la tarde ya se queda la cosa más tranquila». Él no para de correr, pero si los futbolistas del Racing no lo hacen será al primero al que culpen. Así está esto montado. Mientras tanto seguirá leyendo, acudiendo a la Filmoteca o al cine Los Ángeles y «discutiendo de política con mi hijo». No tiene días libres y en vacaciones, como la última vez se fue «cinco días a Berlín». Para llevar este ritmo es evidente que hay que estar preparado o ser un 'loco'.

«Hay que correr 90 minutos, pero se trata de cómo correrlos»

Es de la teoría de que «cuantas más cosas se puedan medir, más control tendremos sobre el resultado». A pesar de ello no se considera un discípulo de los nuevos gurús que basan todo en la tecnología. «No todos los jugadores necesitan el mismo entrenamiento». A Fito tampoco le va eso de correr por correr. «En el fútbol hay que correr, eso está claro. Hay que hacerlo noventa minutos, pero se trata de cómo correrlos», añade. Su trabajo –según el protagonista– consiste «en evaluar, analizar y establecer los periodos de carga, descansos...». Antes, era otra cosa, ahora un preparador hace muchas cosas: «Cuando empecé con los chavales nos centrábamos en labores de coordinación;ahora hay que trabajar en aumentar el rendimiento, en evitar lesiones, en recuperar a quienes las sufran...». Admite que no es fácil, porque «es un trabajo que no siempre se mide de la misma manera que se ve desde fuera».

Fito pone un ejemplo que explica –a su entender– la visión más pragmática que se tiene de la preparación física: «En Mieres pasamos de acabar con uno menos y la sensación de estar como una moto a el otro día, en Tajonar, con once futbolistas, a ganar pero pareciendo que estábamos fundidos ante un equipo que corre como gamos». Sensaciones.

Con él, no volverán aquellas pretemporadas en las que los futbolistas se empadronaban en Los Pinares de Liencres corriendo y corriendo. Tampoco es de los que veían en vestirse con un chubasquero debajo de la sudadera «la solución a su sobrepeso. Ni mucho menos, nunca fui así y nunca he pensado así», recuerda. Es partidario de «preocuparse del peso como se debe, de darle la importancia que realmente tiene y bajarlo, si es preciso, de forma gradual y sensata». Amante del gimnasio «como complemento y para el trabajo de fuerza». Y de lo que no deja de confesarse firme seguidor es de trabajar en consenso y basándose en la confianza: «El entrenador es el que toma las decisiones, pero cuando está rodeado de gente de su completa confianza lo hace más decidido. Eso se nota y los jugadores son los primeros en darse cuenta y en aprovecharlo». Es un alumno –que no profesor esta vez– del «trabajo en equipo».

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