El campeón da un golpe de autoridad

Hace años que la máxima categoría no vivía un partido tan decisivo entre dos peñas tan fuertes. Desde los Roper-Rotella o desde aquellos duelos en la Plaza de la Villa en Noja entre Borbolla y Roper la competición no tenía un cara a cara tan decisivo. Pese a las restricciones sanitarias y a la fecha la Mateo Grijuela vivió una tarde de las de antaño, con los aficionados en sus localidades hasta hora y media antes de que Chus Cruz lanzara la perra al aire.

Una vez comenzado el partido, Peñacastillo fue mejor de principio a fin. Con Rubén Haya tan seguro como todo el año y Salmón poniendo el cerebro a la partida, los locales jugaron el partido que necesitaban. Sin exhibiciones, sobrio. Y es que enfrente tuvo un rival que no tuvo fortuna. Los nervios, la presión y las jugadas extrañas hicieron que todo lo que pudiera salir mal para Andros saliera todavía peor.

Con los matices propios de cada jugador, el partido iba más allá de lo táctico. Comenzó en el tiro Andros, que no dudó a la hora de posicionarse en la distancia máxima. Salmón también lo tuvo claro y colocó el emboque sobre la diagonal a la mano. Comenzó mal el cuadro de Iguña, especialmente su capitán Lolo Lavid, que lanzó un caballo abierto, una blanca y derribó solo uno con su único birle. La jugada no levantó y los locales tiraron cómodos, pese a una queda de Víctor que se perdió en la caldera con el panojo. Rubén Haya tuvo el cierre a cuatro palos desde la esquina de la mano, su lanzamiento se fue con dos y prolongó la agonía visitante en un primer parcial que se quedó en casa con rotundidad.

La máquina de Cañas había comenzado bien engrasada, especialmente de birle. La de Andros parecía atascada, especialmente la de su capitán, que pidió el cambio tras un segundo chico aciago. Pese a jugarse al pulgar, su mano favorita, Lolo volvió a echar un caballo y, en la segunda tirada, para colmo, se cruzó la madera para dejar la bola en la caldera. Mientras los problemas crecían en los visitantes, el campeón explotaba su mejor faceta, el birle, para revertir los tres palos de desventaja que llevaban tras la tirada inicial. Dos a cero.

A Andros se le ponía el partido cuesta arriba y, para intentar revertir la situación, además de entrar Mario Pinta se bajaron a los catorce metros. De nada sirvió. El primer lanzamiento del taniego se perdió en la caldera, el cierre no llegó y de nuevo las cosas quedaron francas para Peñacastillo. Bola baja buscando el dos y un frontón de madera para, pese a no subir muchos, asegurarse el empate.

Óscar, que tomó el relevo de Lolo en la capitanía, cruzó la raya de tablón a tablón y colocó sobre ella el cachi a la mano. Un emboque que, sin ser el más asequible, obligaba a Peñacastillo a buscarlo. Tal y como estaba el partido, cualquier bola suelta podía embocar y fue la primera, lanzada por Víctor, la que ayudada por el bolo logró la jugada máxima. La siguiente del astillerense no pasó la raya, pero la capacidad birladora de los capitalinos sirvió para superar la cuarentena y dejar el partido a tiro de ocho bolas. El Junco fue el encargado de abrir en lo que fue la agonía final de Andros. Pinta, tocado con un problema muscular en la pierna izquierda, lanzó un caballo y el último lanzamiento de Lavín se quedó cuando se encaminaba al emboque. No era su día. La felicidad estaba en Cañas.

Del resto de la vigesimoquinta jornada destacaron las victorias de Camargo, que se afianza en posiciones de Copa Federación, y la de Comillas, que salió triunfador de su visita a Loredo y recorta un punto en la pelea por la permanencia a J. Cuesta, que rescató un punto ante Borbolla. Sobarzo, que llegaba en racha, no pudo continuar su dinámica positiva y cayó ante Casar.