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El torrelaveguense Federico Campuzano, con una de sus bicicletas en una imagen de archivo. luis palomeque
Se detiene el crono de Campuzano, motor y alma del triatlón cántabro

Se detiene el crono de Campuzano, motor y alma del triatlón cántabro

Un infarto repentino mientras se bañaba en la playa de La Concha, en Suances, termina a los 72 años con la vida del incombustible presidente de la Federación Cántabra

ASER FALAGÁN / ADELA SANZ

Domingo, 31 de mayo 2020, 08:02

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«Buenas tardes ¡Campuzano! Toma nota: El Sardinero acogerá el próximo día...». La inconfundible voz rasgada y sus costumbres hacían innecesaria la presentación, que se quedaba en protocolaria: se llamaba Federico Campuzano Gómez (Torrelavega, 1947-Suances, 2020). Su voz, su forma de ser y su incansable labor en la Federación Cántabra de Triatlón, que creó en 1990 desde la nada, caracterizaban a un personaje imprescindible dentro del deporte cántabro.

Ayer se le paró el cronometro cuando disfrutaba en Suances de uno de los primeros días de sol tras la pandemia. No fue la covid, sino un infarto lo que terminó con la vida del veterano presidente, que a los 72 años barruntaba ya su retirada. Lo había dejado caer el año pasado, cuando empezó a comentar a sus allegados que quería dejarlo. Y este año lo había repetido. Quería que fuera el último. Quería descansar. No le dio tiempo.

Todo fue muy rápido. Algo después de las dos y media de la tarde los bañistas de la playa de La Concha vieron un amplio despliegue de emergencia para socorrer a un hombre que se había desplomado en la orilla. «Cayó fulminado», decía un testigo. De nada sirvieron los intentos de reanimarlo. Fue en su Suances, del que estaba enamorado. Después de nadar. Haciendo lo que más le gustaba. Así lo explicaban testigos. «Lo vieron meterse al agua, se puso a nadar y, al parecer, debió sentirse mal, porque se fue a la orilla, pidió ayuda, una chica le ayudó a salir y se desplomó. Lo atendieron una médico y una ATS que estaban allí y después el 112, pero nada».

Este año ya había anunciado su intención de dejar su cargo para descansar después de tres décadas

Con Campuzano se marcha parte del triatlón cántabro. Sobre todo su historia. Su casa en la Plaza Mayor de Torrelavega, donde ha pasado sus últimos años a caballo con la suancina, era el epicentro de un deporte que no se entiende sin él. Sin el impulsor de la Federación y de la mayor parte de las pruebas. Se van su particular forma de trabajar, a veces criticada pero siempre reconocida como imprescindible, su aversión al correo electrónico y un voluntarismo que le hicieron imprescindible, hasta el extremo que deja un vacío muy difícil de llenar.

Dedicación absoluta

Durante tres décadas dedicó su vida al triatlón de modo casi exclusivo. Un deporte que ya antes había vertebrado su vida en torno al agua, las zapatillas y la bicicleta, aunque también le gustaba el fútbol, sobre todo el de Chamartín. Como todo el deporte, que en general le apasionaba. Tanto como para ser voluntario en los Juegos de Barcelona. O para seguir impenitente -desde la distancia- a su Real Madrid y lanzar alguna chanza o broma de complicidad, según el caso. Como las hacía, siempre con el mejor humor, para en un ejercicio de buen taniego, al referirse a Santander, donde también pasó tanto tiempo.

Antes había competido y trabajado en el Banco Exterior. En una sucursal de Baleares, en Torrelavega, donde dirigió la de la Avenida Menéndez Pelayo, y en Reinosa, donde también era un referente imprescindible del Triatlón Blanco. En una época en la que nacieron también sus hijos Pedro, Bianca y Borja, de su primer matrimonio.

Un grave atropello mientras montaba en bicicleta le obligó a la baja y le apartó de la práctica más activa del deporte. Y pudo ser mucho peor, pero le permitió, a cambio, dedicarse aun más, aunque de otro modo, a su gran pasión. A innumerables gestiones e iniciativas; a horas pegado al teléfono, que le gustaba mucho más que el ordenador, quizá fiel a su carácter conservador. Al cosmos dentro del caos. Incluso a participar, si le era posible, en alguna prueba como veterano para quitar el gusanillo. No a última hora, cuando ya las lesiones y los años habían hecho mella, pero sí antes, demostrando un gran afán de superación.

Tras sufrir un grave accidente, ser empleado de banca y dejar el deporte activo, se centró en su gran pasión

«Este año pensaba dar paso a alguien, pero esta desgracia se adelantó. Un hombre trabajador que ha conseguido, igual un poco en precario pero lo hizo, que Cantabria sea una de las zonas con más triatlones de España. Igual hemos criticado cosas, pero veremos a ver si ahora hay alguien que ocupe el espacio que deja», explicaba Eduardo Castillo, presidente del Triatlón Buelna, al conocer la noticia.

«Es historia del triatlón en la región y en España. Todo lo que tiene Cantabria de triatlón es gracias a él, tanto lo bueno como lo malo. Vivía por y para el triatlón; ahora a ver si entre todos lo podemos rescatar», añadía Antonio Hedesa, vicepresidente del Triatlón Torrelavega.

«El calendario cántabro tenía muchas pruebas gracias a su trabajo. No era un deporte mayoritario y era él quien se movía para conseguirlas. Lo mismo hacía de speaker que montaba el circuito o lo desmontaba», recuerda el duatleta Manuel Vega.

Se marcha además un torrelaveguense de toda la vida y un deportista comprometido y vocacional. Y es que Campuzano es un apellido muy enraizado en Torrelavega; el de una familia con varios inmuebles en el centro de la ciudad. El de su antecesor César Campuzano, uno de los promotores de la construcción de la iglesia de la Virgen Grande. Y enraizado también en Tanos, donde pasó gran parte de su vida, aunque tuviera esa casa en Suances a la que se escapaba siempre que podía, como había hecho este mismo mes de mayo una vez terminado el confinamiento. Suances, ese pueblo del que era tan apasionado como de Tanos y Torrelavega, lo despidió para quedar grabado siempre en su biografía; para completar un círculo vital. Y para dejar, de paso, huérfano al triatlón cántabro.

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