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John Clarkson es el nuevo ‘Mesías’ del Tudelano.
Racing

Clarkson: jefe del Tudelano y Piterman de los modestos

El empresario escocés ha salvado la deuda para hacerse cargo del equipo navarro y desde entonces es el entrenador y hace y deshace a su antojo

Marcos Menocal

Sábado, 4 de marzo 2017, 07:56

Primero fue el Benissa; más tarde el Crevillente. El tercero en la lista, el Catarroja al que subió a Segunda B; después el Ontiyent, al que salvó de la desaparición en 2013. Agarró el Avilés en 2014. El periplo de John Clarkson empresario escocés, antiguo borracho y ahora millonario comenzó un capítulo más el pasado mes de enero cuando aterrizó en Navarra y sacó la billetera para poner al club al día y quitarle la soga que asfixiaba al Tudelano. Sólo puso una condición después de tal demostración de amor propio: Ser el jefe. Silencio sepulcral. Desde entonces el estrambótico personaje no ha perdido un partido con su equipo, ni tan siquiera le han marcado un gol, y en Tudela le hacen la ola cuando le ven.

A Clarkson le apodan el Piterman de los modestos porque tiene como vicio rescatar clubes humildes al borde del precipio e intentar ponerles en órbita. Sus juguetes. Andan escasos de todo en el Tudelano y por eso el escocés les ha anunciado según cuentan en Navarra que les inyectará 50.000 euros esta temporada y otros 100.000 la próxima. Él sólo quiere entrenar; sus normas no son tampoco muy extrañas, básicamente responden a lo que le viene en gana. En Tudela les ha dicho que no quiere nada a cambio, pero que si sube al equipo a Segunda entonces empezará a cobrar. A los navarros les duele el cuello de decir que sí. No tiene un manual del que nutrirse, tampoco un entrenador fetiche en el que fijarse y sus métodos en ocasiones causan estupor y otras veces asombro. Un tipo diferente.

Pagador intachable

Tiene un aire a Piterman en eso de que le gusta hacer donativos, pero nadie le puede reporochar que sea un gorrón cuando es él mismo el que se sufraga los vicios. Clarkson tiene el ego controlado, mientras que el ucranio necesitaba dos cuerpos para dar cabida a su orgullo. Al escocés le van los retos desde abajo; al Ontiyent lo cogió en Prefrente y lo subió a Segunda B, por ejemplo. A Dimitri, sus aires de grandeza le aniquilaron y sólo estaba a gusto si el club era de Primera. Llegó a Santander y le birlaron unos cuantos millones de euros. Le hicieron algo así como el tocomocho y tuvo que salir por patas después de ser el mortadelo del fútbol español, ya que lo mismo aparecía vestido de fotógrafo con una cámara al cuello, de entrenador con el chándal o de presidente con una corbata comprada en la tienda de las bromas. Un caso. Después arruinó al Alavés, actual finalista de la Copa del Rey y consolidado en Primera. Un superviviente. A Piterman le iba eso de hacerse notar, Clarkson, por su parte, prefiere trabajar en silencio. Sus tiempos de borracho acabado pasaron a mejor vida. "Vendí mis botas en Alemania para comprar whisky", aseguró. Jugó al fútbol en su país, en Israel y Sudáfrica. Un par de lesiones mal curadas le apartaron del campo y le mandaron a la banda. Decidió dejar de beber y hacerse rico. Acertó. Invirtió en residencias para discapacitados y ahora tiene dinero para costearse su pasión.

En Tudela, una localidad de apenas 35.000 habitantes, se miran la espalda los unos a los otros en busca del monigote de inocente, inocente. Es normal, nadie se lo termina de creer. La cosa es que desde que llegó, el equipo se ha acercado peligrosamente a un play off de ascenso que tiene a cinco puntos. Escucharle hablar es toda una comedia; se maneja en un spanglish un tanto ortodoxo. Los que trabajan con él admiten que tiene poca mano izquierda, pero como pagador no le hay igual. Al más puro pasiego, Clarkson pacta un sueldo y un trabajo a cumplir; si no hay trabajo no hay sueldo. No hay más que hablar. En tiempos tan oscuros en los que cada día nacen falsos profetas, siempre hay una oportunidad para Quijotes escoceses.

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