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Álvaro Peña conduce el balón en un lance del choque.
AUNQUE LLUEVA O SOPLE SUR

A la espera de Munitis

Los racinguistas hace semanas que dábamos por resuelto no sólo este partido, sino incluso el del domingo frente a la Ponferradina. Como si el Racing tuviera que ganar por decreto

Javier Menéndez Llamazares

Lunes, 6 de marzo 2017, 07:54

En Tudela el Racing tenía mucho que perder y la obligación inexcusable de ganar. «Es que este es un equipo bueno», insistía al final del partido Viadero, como tratando de recalcar el mérito de los suyos, tras un partido disputado que a punto estuvo de costarle un buen disgusto.

Y es que los racinguistas hace semanas que dábamos por resuelto no sólo este partido, sino incluso el del domingo frente a la Ponferradina. Como si el Racing tuviera que ganar por decreto, incluso nos hemos desentendido de calculadoras y hasta de viajes, reservándonos para León, donde está señalada para el día del padre la madre de todas las batallas futbolísticas por el liderato del grupo I. Así, cualquier resultado que no fuera una victoria en los duelos previos hubiera supuesto no ya un serio varapalo, sino toda una catástrofe, pues la mayoría de los aficionados ya tenemos más o menos apalabrado en qué restaurante del típico barrio Húmedo vamos a velar armas dentro de quince días.

Sin embargo, el partido frente al Tudelano no fue ni mucho menos de trámite, por mucho que quisiéramos convencernos. Era uno de esos encuentros de puro sufringuismo, de pegarse a la radio con serio riesgo de infarto, porque de no conseguir la victoria todo la ola de optimismo que generó el cuatro a cero frente al Osasuna Promesas se vendría abajo como un castillo de naipes.

Era, en definitiva, uno de esos duelos en los que hasta los menos supersticiosos nos alegramos de ver que el Racing no se ponía el uniforme de luto, ese con el que casi siempre palma. Y eso que el de color verde raro resulta incómodo de ver, como poco. Color paparda, vamos.

El guión para Tudela ya nos lo podíamos imaginar: fuerza, presión y juego 'viril', que decían los clásicos. Nada que asuste a los chicos de Viadero, que tienen bien aprendida la lección de que en la Segunda B sólo con virtuosismo no se llega demasiado lejos. Pero si tienes dos goleadores extraordinarios y un portero como Iván Crespo, la mitad del trabajo ya está hecho. Porque si hay un mérito que reconocer al míster es un infalible olfato para los fichajes: si Aquino es la gran estrella de la categoría y Abdón Prats el goleador por el que tanto habíamos rezado, sin el talento bajo palos de Crespo ayer el partido habría resultado muy diferente.

Es el sino del guardameta: siempre brillan más los goleadores. Suyo es el papel del aguafiestas, del que apaga la luz, del que pone el candado a su portería para acabar con el espectáculo. Pero cuando Iván voló ayer para parar aquel penalti, sabía que se jugaba mucho más que un simple gol. Los navarros no son equipo bisoño al que se pueda remontar en su propio estadio; más bien son de esos grupos con oficio capaces de cerrar un partido casi desde antes de que empiece. No llevarse ayer los tres puntos significaba el 'sorpasso' del Celta B y que el duelo de León ya no serviría para nada. Había que detener ese penalti y Crespo lo hizo, igual que había que ganar en Tudela y el Racing lo hizo. Se le podrán hacer muchas críticas, pero cuando hace falta este equipo da la talla.

En el tramo más emocionante de la temporada -con permiso de la eliminatoria de ascenso- llega el partido del morbo. Regresa un Pedro Munitis que ya sabe lo que es hacer descarrilar al Racing, y que por mucho que tenga el corazón verdiblanco no está como para sentimentalismos. Así que por mucho que la cabeza de todos esté en León, todo pasa por vencer primero a los bercianos. Y una buena entrada en los Campos de Sport sería nuestra mejor ayuda.

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