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Una luna rota en el autobús del Alavés a su paso por un bar frecuentado por hinchas locales
No se han producido heridos por el impacto más allá de la rotura de la luna lateral de la puerta de acceso, que el club albiazul ha condenado | La hinchada cántabra se ha citado en la Plaza Labastida de Zabalgana en un ambiente de calma pero con varios furgones de la Ertzaintza presentes
Un objeto lanzado contra el autobús del Alavés empañó la previa del partido. El suceso se produjo -según testigos- cuando el autocar babazorro pasaba junto ... a un bar frecuentado en las previas de los encuentros los ultras albiazules. Entretanto, el grueso de los aficionados cántabros caminaban hacia Mendizorroza escoltados por la Ertzaintza tras disfrutar de una tarde tranquila en la plaza Labastida.
Mucho frote de manos. Vaho. Algún que otro saltito para desentumecer los músculos... Hacía frío en Vitoria. Mucho. Pero la afición del Racing sabe que si uno se junta con más de su especie la temperatura sube. Se lo imaginaban. A nadie le cogió por sorpresa y por eso no había más que ver la indumentaria de cada uno. En eso, las prendas acreditativas de los clubes de fútbol vienen que ni pintadas. Bufandas y abrigos se agradecían ayer en la capital alavesa. Por eso gran parte de la hinchada verdiblanca se juntó en la plaza Labastida, en las afueras. En el corazón del barrio Zabalgana. Desde las 16.30 horas, con tiempo para disfrutar. Tuvieron oportunidad de compartir más de una anécdota y algún caldito. Lo de la cerveza bien fría ayer tampoco fue la prioridad.
Por operatividad y también por motivos de seguridad, para evitar posibles altercados con la afición visitante, los autobuses de las peñas fueron dejando en la zona a sus ocupantes. Otros aficionados, los que viajaban por libre, se fueron incorporando a la fiesta a su manera. Algunos lo hicieron recién llegados de Cantabria y otros aprovecharon la coyuntura para no ir con prisa y se lo montaron para llenar el estómago por la ciudad. El horario de ayer era de esos que a unos les parece perfecto y a otros, puesto por el enemigo. Ayudó a que más de mil racinguistas pintasen Vitoria de verdiblanco el que hoy era domingo. Un detalle para minimizar lo de la noche tan noche.
Con una temperatura cuyos grados se contaban con los dedos de una mano (y sobraban unos cuantos), la jornada estaba más para bufandas verdiblancas que para camisetas. Esas iban debajo del anorak, la chamarra, el plumífero o la cazadora. Porque el frío fue aumentando con el paso de las horas. E incluso la nieve hizo acto de presencia en algún momento. A falta de hielo en el bar Maluku, el camarero aconsejaba, de forma irónica, a los aficionados que sacasen el vaso al raso.
Como era de esperar, el ambiente se fue arremolinando en los bares de la zona, que, en previsión de lo que se venía, se aprovisionaron bien de material. Y entre trago y trago, cántico. Los autobuses de Juventudes Verdiblancas, y también algunos coches de forma aleatoria, fueron detenidos kilómetros antes de Vitoria por la Ertzaintza para someterlos a controles de seguridad. A eso de las 18.35 horas, la expedición de la peña se unió al resto de la afición racinguista en la plaza Labastida.
La presencia policial fue notoria. Además de en todas las entradas a la plaza y sus alrededores, agentes de paisano se mezclaron entre los aficionados y aconsejaron a los seguidores racinguistas cuáles eran las mejores zonas para transitar y evitar problemas con aficionados alavesistas que tenían detectados por los alrededores.
El fútbol es un estado de ánimo y hay ocasiones en las que conviene que alguien guíe un tanto el sentimiento exacerbado para evitar que los nervios jueguen una mala pasada. El único borrón se produjo una hora antes del partido y, como no podía ser de otra manera, fue incongruente una vez más. Al paso por uno de los bares donde suelen concentrarse los hinchas del Alavés –Córner– algó impactó con el cristal de la puerta de acceso del autobús que transportaba a los jugadores del equipo vitoriano. Se produjo un momento de extrañeza. Nada tenía sentido. No por el lanzamiento de algo contra un cristal. Algo, por desgracia, demasiado habitual. Sino porque en la zona no había ningún hincha visitante a la vista.
Para ese momento, los racinguistas ya habían emprendido el camino en su corteo particular desde la plaza de Labastida hasta Mendizorroza. Lo hicieron escoltados por la Ertzaintza y lo hicieron a paso militar. No estaba la cosa para ir a paso pulga para evitar la congelación de los pies. Ya en el campo, comenzó al fiesta de verdad. Cada uno en su sitio y a quitar el frío. La noche y el fútbol se llevan bien y ayer quien más y quien menos lo disfrutó.
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