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Hace un año la elección de Viadero como entrenador fue celebrada casi por aclamación entre la afición verdiblanca. Hoy, después de tres derrotas consecutivas y el orgullo herido, muchos dudan ya de que sea el entrenador adecuado para devolver a este equipo a Segunda. De poco han servido sus números de la pasada temporada. Su figura ha quedado marcada por el 1-4 ante el Barça y la sensación de que fracasó cuando llegó la hora de la verdad. Es curioso cómo resultados puntuales acaban marcando la trayectoria de algunos jugadores y técnicos en los equipos. Hace no demasiado te tenían que pagar dinero por ir a ver al Racing de Paco Fernández. El equipo tardó tres meses en ponerse en marcha, su juego era casi insoportable y terminó la liga regular sumando 66 puntos que le hubieran dejado el último mes de mayo fuera del play off. Sin embargo, aquel grupo de jugadores y su entrenador se ganaron el corazón de los aficionados para siempre eliminando al Llagostera y logrando el ascenso a Segunda por la vía rápida.

Es justo todo lo contrario de lo que le ocurre a Viadero, al que ya le empiezan a pasar factura 15 minutos desastrosos ante el filial culé a pesar de haber hecho hasta ese momento un año casi perfecto. Y creo que es muy injusto. El técnico se ha ganado con su trabajo la confianza de todos y me parece una temeridad empezar a dudar de su capacidad para lograr el objetivo. Sin embargo, no les falta razón a los que empiezan a removerse en sus asientos cada domingo en El Sardinero. El Racing no es precisamente un equipo que enamore y apuesta más por la efectividad que por el virtuosismo. Prefiere dar el balón al rival y matarlo a la contra que moverlo de un lado a otro buscando la estética. En definitiva, poca concesión a la galería pero mucho resultadismo. El problema es que aguantar este fútbol sin ganar partidos se puede convertir en insoportable y la fórmula sólo funciona a base de victorias. Y seamos honestos, eso de momento no ha llegado, porque no se están haciendo las cosas bien.

Ya pueden contar películas el entrenador, el presidente y los jugadores y hablar de mala suerte, que el equipo por ahora no juega un pimiento y está donde está por méritos propios. Perder ante el Mirandés puede tener un pase, pero hacerlo ante el Leioa con 9 o que te humille el Sporting B en la segunda parte demuestra que tenemos un problema. Y a estas alturas es bastante evidente. La defensa no tiene la contundencia del año pasado y Aquino está más solo en ataque que Donald Trump en el Día del Emigrante. Además, ninguno de los fichajes nos ha dado un plus y desde luego no han hecho olvidar a los que se han ido. Que sigan siendo Héber, Óscar o el propio Aquino los más destacados cada domingo debe hacer reaccionar a los nuevos y al entrenador, que tiene tiempo todavía de demostrar que es el capitán más adecuado para liderar esta nave.

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