Un 'Gallu' en el banquillo del Racing
Pablo Álvarez, extremo del recordado plantel de Marcelino, dirigirá al equipo las dos próximas jornadas ante la sanción de José Alberto López
Cuando el domingo a las dos de la tarde el balón eche a rodar en los Campos de Sport, en la banda no estará José ... Alberto López. El técnico está sancionado con dos partidos y no podrá sentarse en el banquillo. Las órdenes las impartirá, convenientemente conectado con su jefe desde en la grada, su segundo. Pablo Álvarez. Gallego nacido circunstancialmente en Oviedo al que el fútbol hizo medio asturiano, se desquita en un momento dulce de lo que no pudo ser hace tres lustros, cuando tras una exitosa media temporada en Santander quiso quedarse en el Racing y no pudo.
El segundo entrenador verdiblanco es uno de los históricos que de la mano de Marcelino García Toral clasificaron en 2008 al Racing para la Copa de la UEFA. Estaba entonces cedido por el Deportivo. En Riazor no le daban bola y sobre el cierre del mercado de invierno le sonó el teléfono. Era Marcelino, que ya le había entrenado en Gijón y le quería en Santander. Dicho y hecho: se convirtió en el jugador número doce de aquel Racing. Después el Deportivo siguió sin darle chance, pero también se negó a liberarle para que pudiera seguir en Santander, como quería. El Gallu, que así le llamaban y le llaman no por gallo, sino por gallego, regresó a su tierra.
«Al terminar la Liga hubo una posibilidad real, porque querían que volviera y yo quería volver. Así se lo transmití al Deportivo, pero tenía contrato, el presidente Lendorio dijo que había que pagar un traspaso y como era una cantidad elevada no se pudo hacer. En ese momento hice mucha fuerza por volver; incluso lo dije públicamente, pero tenía contrato. Son cosas del fútbol, que a veces no puedes elegir», recordaba a su regreso sobre su frustrado intento de seguir mucho tiempo en el Racing.
Hace quince meses el fútbol le dio la oportunidad de desquitarse. Ya no en un equipo europeo, sino de Segunda, pero a cambio, en un momento dulce casi con la misma ilusión en su entorno y posibilidades reales de volver a pisar la máxima categoría, ahora desde el banquillo y como segundo. Aquel diciembre de 2022, cuando se anunció que José Alberto López era el elegido para sustituir a Guillermo Fernández Romo, nadie había olvidado a su segundo, que lo fue también en Miranda de Ebro y Málaga. Tampoco Pablo Álvarez había olvidado una plaza de la que conservaba un buen recuerdo, por mucho que casi no quedara gente de su etapa anterior. Apenas el delegado, Delfín Calzada; los eternos utilleros Manolo San Juan y José García, el jefe de prensa, Enrique Palacio y un puñado de empleados más. Junto a ellos, eso sí, algún excompañero incrustado en la estructura deportiva: Gonzalo Colsa como coordinador de las categorías inferiores, Oriol Lozano y José Moratón. La decisión no fue suya, sino de su jefe, que era al que habían contratado, pero le hizo feliz volver a un club al que se siente agradecido: «El Racing confió en mí en los peores días de mi carrera», dijo en su momento.
«Han pasado muchos años y han cambiado muchas cosas, pero tengo buenos amigos y excompañeros aquí. El club ha cambiado mucho, claro, pero creo que tener una experiencia previa es siempre positivo para adaptarte rápido, porque llegas a la carrera, en mitad de temporada y como poco tiempo para preparar el primer partido», decía en aquel momento. «Jugué 25 partidos en Primera División -el Racing terminó sexto- y realmente disfruté y rendí. Estuve muy a gusto».
Pablo Álvarez nació en Oviedo el 14 de mayo de 1980, pero se crió en Lugo. Cosas del trabajo de su padre, que dirigía una empresa de mantenimiento de campos de fútbol -a día de hoy la firma sigue gestionando, entre otros, el del propio Lugo-. Como todos los niños de todas las épocas, comenzó a jugar en el colegio y con solo nueve años el padre de uno de sus compañeros, técnico del Lugo, le captó para el equipo. Media vida exacta pasó en el Anxo Carro hasta que el Sporting se fijó en ese juvenil asturiano que destacaba en Galicia y le enroló para Mareo. El Oviedo también le había echado el ojo, así que en 1998 un par de técnicos de Sporting se plantaron en su casa y se adelantaron antes incluso de llegar a un acuerdo con el Lugo.
Dos años en el filial le capatultaron al primer equipo. Como su amigo José Alberto, otro ovetense que iba a entrar en la historia rojiblanca sin ser nunca carbayón. En aquel equipo estaban Javi Fuego y el Guaje Villa, con los que sigue quedando para las cenas de Navidad. Siempre luchando por el ascenso a Primera, siempre algo se torcía, y en 2006, cuando terminó su contrato tras cinco años en El Molinón, el Deportivo, que todavía tenía bastante de Superdépor, se fijó en él. Regresaba a Galicia.
Sin embargo, en año y medio jugó muy poco en Riazor, y fue entonces cuando Marcelino le llamó para reforzar aquel equipo que terminó jugando las semifinales de Copa y sexto en Liga. Pero no le dejaron quedarse. Lendorio le hizo cumplir su contrato y siguió otras cuatro temporadas en La Coruña, algunas con más partidos que otros, para regresar después a casa, a Lugo, con la familia, en un bienio que precedió a lo que parecía que iba a ser su retirada en el Langreo. pero a los 35 años se resistía a dejar el fútbol. Quizá por eso le tentaran los banquillos, aunque desde la segunda línea, y aconsejado por David Villa hizo la aventura americana en la MLS: New York City y Wilmington Hammerheads antes de retirarse en 2018 el modesto Llanera.
Comenzó entonces a entrenar al alevín del Sporting. Allí conoció a José Alberto, que se encargaba del juvenil. Se hicieron amigos, pero cuando JAL dio el salto al primer equipo no le llevó como segundo. Fue tras salir de Gijón, cuando se fue a entrenar al Mirandés, también en Segunda. Desde entonces sus caminos han permanecido siempre unidos, en lo personal y, sobre todo, lo profesional.
Al menos por el momento no se plantea iniciar una aventura en solitario. Se siente cómodo en su papel y en un cuerpo técnico muy coral y compenetrado, con funciones bien marcadas y definidas pero también con mucha interacción y al que le sigue picando el balón. De hecho, en los entrenamientos es Pablo Álvarez quien suele poner los centros. Conserva la buena diestra, sigue fino y luce incluso un poco más de pelo que en su época de futbolista
Estas dos semanas tendrá más foco del habitual. Estará arropado. El miércoles su mujer y sus dos hijos fueron a verle a La Albericia a unos días de su 'debut' como entrenador profesional. Será de nuevo en Santander, donde a Pablo Álvarez solo le ocurren cosas buenas.
📲 Sigue el canal de El Diario Montañés en WhatsApp para no perderte las noticias más destacadas del día.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión