No invadan el campo
Ni las rejas ni los consejos de los videomarcadorespudieron contener la euforia desbordada en 1993
Volveremos, volveremos, volveremos a Primera, como en el 93», cantan en la Gradona de los Malditos casi desde su fundación, porque dos años más tarde ... el Racing bajó a Segunda y ya nunca más ha vuelto a pisar la tierra prometida de la máxima categoría. Trece temporadas han pasado desde aquel 2012, la travesía del desierto más larga en la ya de por sí larga historia de este club.
Trece temporadas cantando, soñando con el regreso, «como en el 93». Pero claro, ¿qué hacía uno en 1993? O, como en la canción de Loquillo, ¿dónde estabas tú en el 93?
Para el mundo, aquel fue el verano de los dinosaurios de 'Jurassic Park', de Bill Clinton, del Eurotúnel y del accidente de Drazen Petrovic; para los racinguistas, sin embargo, lo verdaderamente importante fue el sprint final de un Racing que a punto estuvo de clasificarse pero por aquello de la diferencia de goles acabó la Liga en tercera posición, y tuvo que jugar la promoción contra el antepenúltimo de Primera, el Español. Que por entonces, claro, no se llamaba Espanyol, porque el 93 se parecía a nuestro 25, pero no era exactamente lo mismo. Como los Campos de Sport, que eran los de ahora, pero con rejas entre el terreno de juego y los espectadores. Con 'Curva' en lugar de 'Gradona'. Y con videomarcadores que, en realidad, tenían muy poco vídeo.
Aquellos marcadores de los noventa tenían una sola línea y eran en blanco y negro. O, más bien, eran pantallas negras en las que se dibujaban las letras con píxeles blancos. Tecnología punta de la época, que se utilizaba para un único cometido: reflejar el resultado.
Pero la noche del 29 de junio, justo cuando iba terminar el partido, cambió el texto. «No invadan el campo» decía el marcador. ¿No invadir? ¿Esa noche? Efectivamente, aquello fue la demostración de la teoría de las metáforas de Lakoff y «No pienses en un elefante». Si alguien no había pensado todavía en saltar, nada mejor que nombrarlo para que ya no se pudiera quitar la idea de la cabeza. ¿Así que, cómo no saltar? Y eso que entonces, como decíamos, ¡había verjas!
Cierto que los sufringuistas somos más de salvaciones in extremis, pero hay que reconocer que no hay nada comparable a un ascenso. Salir del infierno y ascender a los cielos de la máxima categoría. Eso sí que es éxtasis místico.
Claro que hoy día, aunque ya no estén los barrotes, además de vigilantes hay multas millonarias, pero seguro que cuando se produzca el milagro de 'San Galli', a más de uno le van a entrar un impulso irresistible de invadir el campo… como en el 93.
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