Del optimismo a la decepción
Los racinguistas que no viajaron celebraron el gol de Maguette, pero la segunda mitad les dejó abatidos
Alguna lágrima, críticas en caliente y hasta hubo quien, con el tercer y cuarto tanto del Mirandés, se lo tomaba a risa. «Pues hasta aquí ... hemos llegado», decía uno de los jóvenes presentes en el Remigio Sport Tavern, ubicado en La Albericia. Los aficionados que no pudieron ir Miranda, se montaron su 'Anduva' particular. Los demás, perplejos, no se atrevían ni a abrir la boca. Cabizbajos. Llevándose las manos a la cabeza y otros tapándose la cara. El Racing, más que una épica, necesitaba un milagro. Un milagro que no se dio. La mayoría de los aficionados no abandonaron sus asientos ni con el cuarto de los rojillos, pero sus rostros reflejaban que ya no quedaba ni un ápice de esperanza.
De la tristeza del final, al optimismo del comienzo. «Hoy ganamos fijo, hoy ganamos seguro», decía Diego Obeso, vestido con la elástica verdiblanca y bien acompañado por otros dos amigos, también equipados del Racing. Aún eran las 20.30 horas, pero ellos ya calentaban en el Passarola (Monte) desde las 19.00 horas. La expectativa depositada en el partido era tal, que pese a su antelación tendrían que ver el partido en casa porque «aquí ya está todo reservado». Junto a ellos, un grupo de seis chicas que también habían llegado dos horas antes del encuentro, pero estas sí pudieron verlo allí mismo. «Estoy nerviosa desde por la mañana», aseguraba Laura Carrión. «Vamos a confiar en el equipo, lo veo difícil, pero mi porra es 1-2», especulaba la joven.
La previa del partido se sentía con inquietud, pero sobre todo con muchas ganas de que el colegiado pitase el inicio. A medida que los minutos avanzaban el Passarola se iba llenando y quien tampoco quiso perderse la cita fue Joaquín Bo García. A las nueve menos diez, él y su tambor llegaban al bar cargados de optimismo: «Les desviamos el Ebro si no se dejan. Vamos a ganar seguro». Justificaba su respuesta. «De estas ya he pasado muchas, he seguido al Racing en Primera muchos años. A los del Mirandés les va a poder el miedo escénico porque no se han visto en otra como esta». Para concluir explicando que la ciudad burgalesa estaba «totalmente tomada por los racinguistas».

Arranca el partido. Minuto siete y el Mirandés anota el primero. En el Remigio, como en cualquier casa de racinguista, el gol fue un jarro de agua fría. Un funeral en toda regla. Las caras significaban algo más que un solo tanto. Parecía que las opciones se habían diluido. Pero cinco minutos después volvía la ilusión. Como si de un desfibrilador se tratase, el gol de Maguette hacía recuperar el pulso a los racinguistas que volvían a creer y lo celebraban con euforia. En el resto de la primera mitad, algún susto, alguna protesta y las hamburguesas que pedían para cenar.
Tras el paso por vestuarios, el Racing no daba buena espina y poco después del primer cuarto de hora llegaría el vendaval de goles jabatos. El segundo del Mirandés lo anotó Ezkieta en propia puerta, los aficionados, en silencio. El tercero, también sería un autogol del Racing, pero en este caso significaba la decepción. Y con el 4-1 definitivo, ya había hasta quien se reía de forma irónica. «Sobre todo son las formas de perder», sentenciaba uno de los que parecía más afectados.
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