El juego más cruel
Los detalles volvieron a decantar un partido muy igualado durante una horahasta que un desafortunado rebote hizo perder el rumbo a los verdiblancos
Como era previsible, no nos tocó en el sorteo una entrada para Miranda ni hubo forma humana de conseguirla, así que nos tocó, como al ... noventa y nueve por ciento de racinguistas, ver el partido por la tele.
Y menos mal, porque se acaba sufriendo igual, por muy cómodo que sea tu sofá… pero no es lo mismo. Como no fue el mismo el Racing que se plantó en Anduva; poco, muy poco que ver con el equipo al que los rojillos habían tenido contra las cuerdas hace apenas cuatro días. No solo por los cuatro cambios en la alineación titular, sino porque hasta el espíritu parecía otro: menos nervios y más decisión; de hecho, ni siquiera arrancaron como toda la temporada, con el balón al cielo en el saque inicial, el 'skyball', como decían los cronistas, una estratagema del voley playa que utiliza el sol para deslumbrar al contrario. Pero los racinguistas estaban dispuestos a brillar por sí mismos, convencidos, esta vez sí, de que podrían con el rival, por muy hueso que fuera. Y es que, si el fútbol es realmente un estado de ánimo, las gestas como la del partido de ida en los Campos de Sport pueden obrar milagros, sobre todo en lo anímico.
De todos modos, era evidente lo que estaba en juego, y aunque este Racing sea incapaz de contemporizar y especular, sí que había menos rocanrol que de costumbre, y más precauciones. Empezando por situar a Sangalli de interior –toda una declaración de intenciones: esta vez los nuestros no se arrugaban cuando los rivales les daban cera, ni se perdieron en protestas en vez de mantenerse enchufados– y siguiendo por un gesto insólito de JAL, que pidió a los suyos que no sacaran el balón jugado desde atrás. El míster reclamando un pelotazo… ¡Increíble!
Lo que pasa es que hay costumbres de las que cuesta mucho desprenderse; la de presionar en campo contrario aunque seas visitante resulta algo inquietante; que Ezkieta salve tres o cuatro goles cantados por partido es jugar con fuego, pero esa manía de empezar siempre perdiendo es de lo más desesperante. En vez de tanta emoción, molaría 'aburrirse' con un poco más de aplomo. Pero bueno, el Racing es así: son las adversidades las que le ponen. Se puede ganar o perder, pero siempre a lo grande: que parezca un guion de Hitchcock. O de Tarantino, en este caso, por la sangría del final.
Y eso que los de Miranda empezaron más nerviosos, pero quizás les espolease el mosqueo monumental por la jugada del Racing en la previa de poner a la venta la piel del oso –esto es, las entradas contra el Oviedo– mucho antes de saber si pasaba de ronda. En fin, en este juego todo cuenta… y todo es estrategia. O eso dice la teoría, porque en realidad el marcador lo decidieron dos rebotes desafortunados.
El segundo tanto, un 'pase' al talón de Aquiles de Ezkieta, hizo que el equipo perdiera el rumbo y se desdibujarse de tal manera que cuando quiso reaccionar estaba ya tres goles por debajo. Una derrota demasiado abultada para un partido que, durante una hora, estuvo igualadísimo. Dos estilos frente a frente: el fútbol artístico frente a la intensidad. Lo que pasa es que este juego es tan cruel que castiga, sobre todo, el atrevimiento.
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