Un Sangalli incendiario
De la autodestrucción a la euforia desatada, el Racing no sabe ganar sin poner la emoción al máximo, desbordada tras ungol en el añadido que incendió las bengalas de la fiesta
Podría haber muchos planes de partido, pero lo que no entraba en ninguno era eso de pulsar el botón de autodestrucción en el primer minuto. ... Cosas que ocurren cuando sales tan pasado de revoluciones, que llega Murphy y una presión adelantada en campo rival te la convierte en un gol en campo contrario. ¿Gajes del oficio? ¿O más bien ADN racinguista, en estado puro? Porque lo de ir por el camino fácil no va con este club: el Racing puede ganar o desplomarse, pero tiene que ser a lo grande. Así que, en realidad, se trataba de echarle emoción al asunto; por si había poca, vamos. Primero sufres como nunca, y luego laremontada te sabe todavía mejor. Lo de toda la vida, vamos.
Si es que ya lo había explicado el presidente en esa rueda de prensa que nosupimos entender: «No hay éxito sin sufrimiento», nos tiene bien advertidos estasemana Manuel Higuera, empeñado en que no pulsáramos colectivamente el botóndel pánico. Y bueno, sufrir un poco igual está bien, pero ¿tanto? ¿De verdad era imprescindible?
Menos mal que ya veníamos sufridos de casa; por la mañana, mi amigo Fernando Sañudo –superviviente de Cartagena y Almería– me había dado tres opciones de cómo estábamos de ánimo: a) 'Cagaos', b) Esperanzados, c) Confiados.
Le faltaba una combinación de las tres, que se podría definir como 'escarmentados'. Lo explicaba muy bien el speaker de La Gradona en la previa: «Hay mucha gente veterana que ha estado en las buenas, pero sobre todo en las malas; a los nuevos os pido que lo deis todo por este equipo». Y vaya si lo darían.
O sea, que la tarde no estaba para el desastre, sino para la épica. ¿Que te meten uno? Pues metes dos. Arana y Andrés Martín, al rescate, y el delirio en la grada. Cierto que el árbitro no estaba muy por la labor y anuló el segundo, pero el subidón de ver a un Racing desbocado y mandón nos retrotrajo de repente al principio de temporada, cuando los nuestros se comían el mundo. Qué gozada.
Vamos, que la pausa de hidratación, en una jornada con menos de veinte grados, casi parecía más bien un respiro para los aficionados. Para tomar aire después de media hora que había parecido media temporada. Y, como guinda, ocho minutos de descuento que esta vez sí que nos vinieron bien. Ventajas de tener contigo al más listo de la clase: Andrés Martín rascó en un contragolpe una roja que valía su peso en oro. Y que convirtió la segunda mitad en un pim pam pum en el que el gol de la victoria era cuestión de tiempo, aunque el Racing, a lo suyo, mantendría la intriga hasta el final. El tanto de Sangalli en un descuento interminable fue la espoleta que hizo explotar de alegría a todo el racinguismo.
La buena noticia es que el Racing ha vuelto. El de verdad, no ese equipo de defensa endeble y negado en ataque que zozobraba en cuanto algo se torcía. Y se le solían torcer muchas cosas, demasiadas. Volvió a aparecer el bloque, el hambre y hasta el rocanrol.
La menos buena es que aún no se ha ganado nada; más bien, se ha salvado un 'match ball'. Lo que pasa es que lo celebramos como un triunfo, porque la lógica de los resultados apuntaba hacia otro lado. Y ahora a ver quién se resiste a suspender la incredulidad, a derrochar euforia y hasta echarse en brazos del pensamiento mágico. Si pudimos con un Granada que venía lanzado –que ya tuvo mala leche el diseñador del calendario liguero, programando un duelo directo en la última jornada, cual guionista de suspense– ¿quién nos va a parar ahora en la carrera por el ascenso?
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