David Goettler
El alpinista alemán afincado en Cantabria ha firmado no sólo una ascensión, sino un descenso inédito desde la novena cumbre más alta del mundo
El alpinista alemán David Goettler (Múnich, 1978) logró el pasado mes de junio una hazaña reservada a unos pocos. Ascendió el Nanga Parbat (8.126 ... metros, Pakistán) por la vertiente del Rupal -la pared montañosa más alta del mundo- y después, apenas por debajo de la cumbre, desplegó su parapente, se sumergió en los vientos de los valles más remotos de la tierra y cumplió otro de sus sueños. Poco menos de 40 minutos después, aterrizó en el campo base de la montaña, en un vuelo que marcará un antes y después en su vida alpinística. Asentado parte del año en Cantabria por motivos personales, relata a El Diario Montañés esa experiencia.
-Este ha sido su quinto intento al Nanga Parbat y ya ha pasado más de un mes desde que estuvo en la montaña a finales de junio ¿Ha tenido tiempo de asimilarlo? ¿Es plenamente consciente de lo que ha logrado?
-Lleva su tiempo. Es un proceso interesante. Cuando vuelves al campo base ya sientes que 'guau, fue una locura', pero para asimilarlo de verdad necesitas un poco más. Todavía me pasa a veces que pienso y me digo: '¿De verdad sucedió?'. Sobre todo cuando veo las fotos, los vídeos y me veo volando. Siempre me hace sonreír. Fue un momento muy especial. Ahora estoy disfrutando de este periodo después de la expedición, porque este sueño era enorme; había invertido mucho tiempo y energía y la presión que sentía no era tanto por parte de los patrocinadores o la gente, sino por mí mismo. Te preguntas: 'Si tengo que renunciar y darme la vuelta otra vez... ¿tendré fuerzas para volver a intentarlo?'. Y ahora ya no tengo que hacerme esa pregunta. Eso me hace muy feliz.
-Hay una conexión histórica entre el Nanga Parbat y Alemania -con personajes como Herman Buhl, alpinista austriaco que en 1953 consiguió la primera ascensión sin oxígeno adicional-, ya que durante años fue considerada una empresa «nacional»...
-Para mí no se trata tanto de continuar la tradición alemana, aunque claro, forma parte de mi cultura, sino que me siento más europeo. Vivo parte del tiempo en Cantabria, parte en Chamonix, también me gusta estar en Alemania, en Italia... Europa es mi hogar. Pero sí, crecí con esas historias. Hermann Buhl era uno de mis héroes cuando era niño. Recuerdo que con 14 años fui a la peluquería con una foto suya y dije: 'Quiero este corte de pelo'.
«En la cima soplaba mucho viento y era arriesgado despegar. Lo hice desde los 7.750 metros»
«Transcurrió algo más de media hora. De estar en la cumbre, a aterrizar en un valle verde»
-Estuvo en la montaña con sus amigos Boris Langenstein y Tiphaine Duperier y los tres escalaron la ruta Schell por la vertiente del Rupal ¿Tenían esa intención clara?
-Sí, ya conocía la ruta por intentos anteriores con Simone Moro y carece de grandísimos peligros objetivos, como grietas o seracs, pero a cambio es una ruta larguísima y constante. Es la pared montañosa más grande del planeta, desde el campo base a la cumbre hay más de 4.600 metros de desnivel, y ese es uno de sus atractivos. Sobre los 7.400 metros está el paso clave, que es la travesía hacia la vertiente del Diamir, y eso, que de regreso es extenuante, me lo pude ahorrar con el vuelo, cosa que mis compañeros, bajando en esquís, tardaron tres días. Todos subimos en estilo alpino, sólo con lo que podíamos cargar a nuestras espaldas: comida, tienda, ropa y material.
-Y sin embargo, lo novedoso y realmente la aventura es que ha podido volar desde cerca de la cumbre, y es el primero en hacerlo en el Nanga Parbat.
-Ese era siempre el sueño; despegar desde la cima o cerca, con un parapente ligero, cerca de 1,2 kilos todo el equipo. En el aspecto técnico, lo más difícil de gestionar es el viento, claro. Por la diferencia de altitud se generan unas corrientes muy fuertes y precisamente por eso, no sabes cómo van a ser las condiciones miles de metros más abajo. En la cima soplaba con demasiada fuerza y era muy arriesgado despegar allí, que es el momento crítico de todo vuelo. Así que bajé un poco y encontré un sitio perfecto a 7.750 metros. Con la ayuda de mis compañeros levanté la vela, controlé los mandos y de pronto... Ya estaba en el aire.
-¿Qué sintió?
-Fue un momento maravilloso, la luz del atardecer y todo ese espacio bajo mis pies. Nanga significa 'montaña desnuda', porque está realmente aislada de otras montañas y fue surrealista. Al aterrizar había transcurrido algo más de media hora y la diferencia era muy brusca, de estar en la cumbre a aterrizar en un valle verde. Estaba exultante y como mareado o borracho. Sin duda, uno de los mejores momentos de mi vida.
-¿Cuál ha sido su relación con el parapente para haberlo llevado consigo al Himalaya en un paso más de sus actividades alpinísticas?
-Empecé con 17 años en Alemania. Hace casi 30 años. El parapente se inventó en los Alpes, adaptando los rudimentarios paracaídas, como un medio de bajar de manera rápida y divertida de una montaña. Ahora vuelo en muchos lugares y entreno aquí en Cantabria, en la sierra de Ibio y en la Cordillera Cantábrica. Creo que España es genial en este sentido, ya que puedes volar con más libertad.
-¿Cree que esa actividad suya, todavía minoritaria, puede marcar el camino y que se empiece a usar el parapente para bajar de las montañas más altas del planeta?
-Ahora, poco a poco, se está haciendo más popular en el Himalaya. Algunos amigos han volado desde el K2 y aunque sí, es minoritario, porque numéricamente no lo practica tanta gente, puede ser que más deportistas vayan trasladando esta manera de hacer las cosas. Al igual que en su momento el estilo alpino se popularizó -consiste en llevar en la mochila todo lo que el alpinista puede necesitar, y subir y bajar de la montaña de una vez, sin hacer campos intermedios desde los cuales reabastecerse o incluso retirarse-, quizá suceda lo mismo con el parapente para bajar.
-¿Cómo ve el problema del cambio climático en las montañas?
-Por mi trabajo de guía, estoy la mayor parte del tiempo en invierno en los Alpes, y se nota mucho que ya no son como antes, pero es que en verano ya se está fundiendo tanto hielo en los glaciares que comienzan a ser realmente impracticables ciertas actividades. En pocos años más, vamos a ver serios cambios geofísicos. En las grandes montañas de la tierra, los veranos son igualmente peligrosos, con muchas caídas de rocas sueltas, y con mucha inestabilidad del ecosistema glaciar. No sé realmente qué pasará, pero lamentablemente no auguro nada bueno, y como en todo lo relacionado con el clima, las perjudicadas vamos a ser, de una u otra manera, las personas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión