Viernes, 18 de diciembre 2020, 08:50
Este ave forestal de hábitos terrestres, inconfundible por su corpulencia y su marcado dimorfismo sexual es uno de los grandes enigmas en la conservación de las especies. Está prácticamente desaparecido y los expertos no llegan a saber cuáles han sido las circunstancias que le han conducido por el inexorable camino de la desaparición
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El urogallo, ave de aspecto imponente y de llamativo comportamiento nupcial, representa uno de los emblemas de conservación de los bosques de montaña.
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Especie ligada a la taiga boreal de coníferas de toda Eurasia, donde aún es abundante, mantiene a duras penas dos razas singulares en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Menos de 1.500 ejemplares sobreviven en España, donde ha experimentado uno de los más acusados declives de entre todas nuestras aves, sobre todo en el área cantábrica, donde se considera que la población está en el umbral de un proceso regresivo que podría abocarla a la extinción.
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Este ave forestal de hábitos terrestres, inconfundible por su corpulencia y su marcado dimorfismo sexual es uno de los grandes enigmas en la conservación de las especies. Está prácticamente desaparecido y los expertos no llegan a saber cuáles han sido las circunstancias que le han conducido por el inexorable camino de la desaparición
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La hembra es muy diferente, un 40% menor en tamaño y con plumaje críptico. Exhibe un patrón general terroso barrado y moteado —más rojizo en cabeza, pecho y cola; más blanco en cuello, vientre y obispillo—, con las alas pardas.
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Los jóvenes son iguales que los adultos de cada sexo. Resulta difícil de observar debido a su discreto carácter, por lo que su detección es más sencilla por la localización de sus características huellas y excrementos. Cuando se tiene la fortuna de hallarlo, su presencia resulta espectacular, sobre todo en el momento de arrancar en vuelo.
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Es una especie silenciosa casi todo el año. En cortejo, el macho emite un canto estereotipado de bajo volumen que consta de una serie de chasquidos, tac, seguida por una estrofa de tres partes: un “redoble” o “tableteo”, un brusco “taponazo” y una sucesión larga de jadeos (“seguidilla” o “refilo”).
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Este ave forestal de hábitos terrestres, inconfundible por su corpulencia y su marcado dimorfismo sexual es uno de los grandes enigmas en la conservación de las especies. Está prácticamente desaparecido y los expertos no llegan a saber cuáles han sido las circunstancias que le han conducido por el inexorable camino de la desaparición
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Los pollos tienen una coloración similar a las hembras, que les permite camuflarse, con un penacho de plumas negras. A partir de los tres meses empiezan a adquirir su coloración de machos o hembras adultos.
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Los datos del Grupo de Trabajo del urogallo cantábrico del MITECO reafirman la crítica situación de la especie que viene denunciando SEO/BirdLife. Extinguido ya de Galicia y Cantabria, sin que se hayan tomado las medidas de urgencia necesarias, parece que el urogallo podría correr la misma suerte en Asturias y Castilla y León.
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En España, desde 1979 se ha vedado la caza de esta especie, y desde 1986 tiene la catalogación de especie protegida, aunque esto no ha supuesto un incremento en la población hasta el momento. Se le considera una reliquia de la era glaciar, pues tras este período la población se fue desplazando a las regiones frías de Europa y la alta montaña.
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Vive en zonas montañosas con bosques claros y abiertos de coníferas donde haya abundante vegetación herbácea, agua y bayas. Suele dormir en las ramas horizontales de los árboles, lo que se hace un requisito para su presencia.
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El urogallo se caracteriza porque tiene una dieta estacional. En primavera se alimenta de brotes de haya y otras especies herbáceas. En verano, de hierba, larvas y crisálidas de hormiga, bellotas, hayas, lagartijas e incluso serpientes. En otoño su alimentación principal son los arándanos. Y en invierno come brotes de de haya, amentos de abedul, acículas de pino y bayas (y a falta de estas, hojas) de acebo.
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La época de celo dura desde marzo hasta el primer tercio de mayo. El urogallo profiere gritos de reclamo al amanecer y al atardecer desde algún punto elevado atrayendo a las hembras; estos gritos le dieron este nombre al animal pues se decía que eran parecidos a los del uro (bóvido extinto). Luego se posa en el suelo y cubriendo un territorio de 50 a 100 m de diámetro continúa con sus reclamos y copulando con varias gallinas en un mismo día. Las hembras ponen entre cinco y doce huevos en un hoyo en el suelo donde son objetivo fácil para los jabalíes, perros, comadrejas y azores. Además la mortalidad de los polluelos es muy alta en las primeras semanas de vida, por lo que su población aumenta muy lentamente.
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De las subespecies peninsulares es el urogallo cantábrico (T. u. cantabricus) la que tiene las peores perspectivas de futuro a medio plazo pues sus poblaciones comienzan a estar aisladas entre sí sin posibilidad de renovación genética. La población de urogallos en Galicia se considera prácticamente extinguida dado que está aislada del resto. En Cantabria se le considera extinto y quedan algunas unidades remanentes en el entorno de Picos de Europa sin viabilidad alguna, a pesar de que no hace muchas décadas esta especie se extendía hasta la sierra de Híjar y las cabeceras del Saja y Nansa.
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