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Emoción y confidencias entre los muros de un castillo en el primer concierto de Rulo en Argüeso
El reinosano cautivó al público que abarrotó el aforo de la fortaleza medieval con un directo cómplice, en la primera de las tres citas consecutivas del músico entre las montañas campurrianas
Cuando el concierto encaraba de forma definitiva su recta final, Rulo se dirigió al público para decirles que quizás dentro de unos años, en alguna ... sobremesa, recordarían esta cita. Sería un maravilloso síntoma de lo que acababa de suceder en la noche de este jueves en el castillo de Argüeso. Y, realmente, será complicado no hacerlo, porque lo vivido anoche entre las montañas de Campoo fue algo mágico, cómplice, sumamente emotivo, tan cercano que las canciones se convirtieron en caricias, en confidencias a cielo abierto.
En su 46 cumpleaños, Rulo quiso hacer un regalo, de doble dirección: a sí mismo y a sus fans. Porque tocar en directo en este marco, bajo el cielo de una noche (fría) de verano, no puede considerarse de otra manera. Y si no que se lo pregunten a las 1.100 personas que abarrotaron la fortaleza de Argüeso en el primer de los tres conciertos que finalmente darán forma a este regalo. La que iba a ser una finalmente se han convertido en tres citas (viernes y sábado tendrán lugar las dos restantes) ante la celeridad con la que se vendieron las entradas nada más ponerse a la venta.
Más arropado que nunca, dentro de las murallas de esta fortificación medieval de carácter militar y de estilo gótico, protegido por el embrujo de su tierra, por su familia, por su gente, por su inseparable Contrabanda, Rulo desnudó sin filtros sus canciones en ese formato a medio camino entre lo eléctrico y lo acústico en el que se siente tan a gusto en un momento de su vida donde las emociones desbordan hasta el infinito su manera de entender este oficio, su forma de posicionarse ante la vida, esa que tan injusta ha sido en los últimos tiempos. Al pequeño Andy, fallecido en mayo cuando estaba a punto de cumplir 3 años, su padre le quiso dedicar, sentado al teclado, 'Heridas del rock&roll', esa composición que habla de pérdidas, pero realmente le dedicó todo el concierto para «demostrarte que quiero seguir cantando y viviendo», mensaje que fue acogido con sinceros aplausos, nudos en la garganta y algunas lágrimas en los ojos de los asistentes.
Fue uno de los momentos más emotivos de un concierto que arrancó, tras la actuación previa de El rockero de la Joyanca (merece crónica aparte este chaval), con la irrupción del músico reinosano interpretando 'Confeti' en solitario. Kike Mavilla (bajo) y Txarli Arancegui (que volvió a la batería de esta banda de canallas) se sumarían a continuación en 'Verano del 95', una de las novedades de un repertorio configurado a base de «corazonadas». Porque el guionista del 'setlist' fue el corazón. No podía ser otro. Y los guitarristas Pati Baraldés y el también reinosano Fito Garmendía se incorporaron en 'Como Venecia sin agua'. Con toda la maquinaria ya sobre el (reducido) escenario, la música sonaba mágica en este castillo convertido en centro cultural para que las únicas batallas que allí se libren sean las creativas, un marco difícilmente igualable con el que Rulo se reencontraba once años después de haber protagonizado allí una «romanticada» inmortalizada para siempre en un CD y un DVD. «¿Por qué hemos tardado tanto en volver?», se cuestionaba.
Como si fuera Doña Leonor de la Vega, la 'leona de Castilla', que habitó el castillo temporalmente, el cantante, guitarrista y compositor reinosano defendió su tierra, su trayectoria y su 'herencia', viajando, como no podía ser de otra manera, a canciones de la época de La Fuga: así, sonaron 'Buscando en la basura', 'Balada del despertador' y ya en la recta final, 'Por verte sonreír', 'Primavera del 87' (con dedicatoria para su padre y para todos esos trabajadores de Reinosa que defendieron con uñas, dientes y sangre su libertad y sus empleos) y 'P'aqui p'allá', más vigente que nunca.
En casa y en un formato especialmente adecuado para las confidencias, la familia también tuvo protagonismo, al margen del perenne recuerdo a Andy: Ruth, la hija mayor de Rulo, la «princesa de las montañas», tal y como la definió, se subió al escenario para bordar con sus manos la interpretación de 'Noviembre' a los teclados, y Oli, el mediano, dejó su huella en las cuerdas de la guitarra en 'La flor', elemento que repartió junto a su padre entre el público. Un público entre el que, por cierto, hubo hasta peticiones de matrimonio cuando sonaba 'Mi cenicienta'... En este caso, además de flores, hubo anillo. La noche, como ven, dio bastante de sí bajo unas nubes que ocultaron las estrellas pero respetaron sin aguaceros el directo. Fito, otro integrante más de la familia, interpretó mano a mano con Rulo, tres bandas juntos les contemplan, 'Descalzos nuestros pies', que no sonaba en directo desde hace siete años.
La recta final, ahora sí, cuando el reloj marcaba ya dos horas de música sin freno, llegó, entre sonrisas y rock and roll, con otros dos temas ya clásicos: '32 escaleras' y 'Cabecita loca', con el que invitó a los presentes a mantener siempre el corazón despierto y ese razonable (o no tanto) punto de locura que hace posible realidades inimaginables (como tocar tres noches consecutivas en el mismo marco, por ejemplo). Antes de irse, el público, tan intenso en implicación como extenso en rangos de edad, le cantó al artista '¡Cumpleaños feliz!'.
Rulo defiende que a los lugares donde uno fue feliz «hay que volver» y a Argüeso, ese «castillo roquero (anoche rockero) sobre un cerro encajonado en el fondo de un amplio seno de montes», tal y como lo definió José María de Pêreda en 'Peñas Arriba', ha regresado para cumplir otro sueño, sumar un nuevo capítulo a su colección de noches mágicas y brindar (con tequila) por la VIDA (mientras sonaba, de propina, 'El vals del adiós'). Porque aún queda mucha música por tocar. A pesar de las heridas y las cicatrices. La vida, al fin y al cabo, es mucho mejor dentro de una canción.
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