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El músico gallego Xabier Díaz Dm
«Renacer fusionada con otros géneros es lo mejor que le podía pasar a la música de raíz»

Xabier Díaz

Músico y cantante
«Renacer fusionada con otros géneros es lo mejor que le podía pasar a la música de raíz»

El veterano folclorista gallego y Abufeiras de Salitre recalan hoy en San Vicente de la Barquera y su disco 'Axúdame a sentir'

Sábado, 26 de abril 2025, 08:35

De Bélgica a Argentina y de Uruguay a Bretaña. Xabier Díaz (A Coruña, 1969) vive en una continua gira que esta tarde le acerca a Cantabria. Con Abufeiras tocará en el auditorio de San Vicente de la Barquera (20.00 horas), con su disco 'Axudame a sentir', y lo hará, además, acompañado por Pandereteras de Ruente.

Díaz formó parte del mítico y ya extinto grupo Berrogüetto entre 2008 y 2014. Paralelamente, participó con Guadi Galego, Xosé Lois Romero y Guillerme Fernández en el proyecto aCadaCanto, con el que publicaron dos discos.

–Con el periplo que acumula en los últimos meses, ¿cuando se toca en casa hay diferencia en la percepción?

–Sí y quizá esa es una de las cosas que más me seducen de la profesión. Salir siempre te permite tener una imagen más veraz de lo que tú proyectas. Una cosa es tocar en casa, que a veces parece que el público está más predispuesto y otra hacerlo fuera, con cierta tensión por ver cómo lo van a recibir. Es chequearse, ponerte otra vez casi en el kilómetro cero. Me gusta.

–Coger perspectiva para mirarse a uno mismo.

–Sí, y salir de un entorno no sé si más amable o más reducido. Agrandas tu capacidad de llegar a nueva gente y eso también es bueno para la propia propuesta, la libera del corsé geográfico. Y contrariamente a lo que decimos los artistas, no siempre va bien. Como en la vida.

–Ha utilizado el verbo seducir. ¿Qué le sedujo a usted para elegir esta profesión?

–En mi caso, que cuando tenía veinte años y estudiaba arquitectura, los fines de semana, con una agrupación de folclore llamada Xacarandaina íbamos a las aldeas a grabar a las señoras que tocaban la pandereta y bailaban. Cuando vi a las primeras me quedé hipnotizado, sorprendido e impactado. Aquel impacto fue el que me movió el espíritu a emprender esta carrera de amor por la música tradicional. La chispa que encendió la llama fue encontrar a aquellas señoras que tocaban la pandereta en su medio.

–Su trabajo tiene mucho de reivindicación de esa valor de cuidado del patrimonio.

–Sin lugar a dudas. Y durante mucho tiempo, injustamente, no fueron las que trascendieron en el sentido de lo que proyectaba la música folk. Siempre estuvieron en la trastienda. Ahora estamos viviendo un momento distinto, con una suerte de justicia a todo ese patrimonio que ellas fueron trasladando en su memoria de generación en generación. Sin su maravilloso compromiso, hoy prescindiremos de cancioneros que nos cuentan cosas esenciales para entender cómo somos y las diferencias entre unos territorios y otros, que lejos de ser un problema, son enriquecedores.

–Lleva ya una década trabajando con Abufeiras de Salitre. ¿Qué importancia tiene el equipo?

–Muchísima. Primero aprendieron ellas conmigo porque eran alumnas y luego yo más de ellas. Cosas musicales pero también otras como la amistad, el temple, buscando las partes positivas de este regalo que es la música y la entrega en el escenario, sea cual sea el entorno.

–Dice que lo que ocurre en un concierto es algo único que se extingue al cerrar el telón.

–Lo digo especialmente en esta época extremadamente digital en la que parece que con un scroll lo podemos tener todo y la inteligencia artificial nos puede dar todo y es mentira: esa experiencia no nos la puede dar. Lo que va a pasar en San Vicente no va a volver pasar. Pasará otra cosa si volvemos, pero lo mismo no. Es el sentido único de cada concierto, algo que tendremos que reivindicar para trasladar esa idea de que vengan a compartir ese rato. La tecnología y la IA no pueden socavar ese territorio como están haciendo con otros.

–En este sentido, ¿cómo valora el renacer de la música tradicional fusionada con géneros modernos?

–Es lo mejor que le podía pasar a la música de raíz. Yo vengo del siglo pasado, como dice el otro, soy un viejo rockero y mi propuesta es totalmente acústica, con otros fundamentos, pero que los más jóvenes beban de este manantial para construir las músicas del siglo XXI las va a hacer eternas y atemporales. Es un paso más de la cadena de transmisión sustentado en el entorno que les rodea. No encuentro una manera más natural y maravillosa de que suceda. Si no fuera así, estaría metido en una vitrina, y así les sacamos del museo y llegue al festival donde van los jóvenes a pasárselo bien.

-¿Ha cambiado mucho su manera de buscar referencias?

-Creo que la mía no tanto como la velocidad a la que van los tiempos. Se me van despertando ventanas de curiosidad. Me siento cómodo haciendo un concierto solo con mis instrumentos de percusión y cantando y el perfil de nuestro público es heterogéneo. Y está bien que sea así. Mi música bebía de la tradición y la reproducía tal cual y cada vez he desarrollado una perspectiva más autoral.

-¿A que suena su memoria?

-Uf, en mi memoria siempre hubo mucha infancia. Nunca me marché de ahí porque pasó todo lo fundamental que me construye. Luego el viaje que no se acaba nunca. Me gusta pensar que no ha habido una universidad donde te licencias y se termina. Cada viaje es una nueva vivencia que te aporta para crear algo, estoy conociendo músicos permanentemente que me enriquecen.

–¿Que le diría la abuela Obdulia si le viera hoy?

–Se sorprendería muchísimo y espero que estuviera contenta de que su nieto se convirtiera en un artesano de la pandereta.

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