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Escultura de un oso polar y su cría varados en un iceberg discurre por el río Támesis. AFP
El cambio climático, la emergencia olvidada

El cambio climático, la emergencia olvidada

Si se alertara de que un gran meteorito se dirige hacia la Tierra todos los gobiernos aparcarían sus diferencias y pospondrían otras cuestiones menos urgentes. Con la emergencia climática no ocurre lo mismo

José Luis García Ortega

Jueves, 18 de abril 2019, 01:00

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Si la comunidad científica alertara de que un gran meteorito se dirige hacia la Tierra en trayectoria de colisión, nadie dudaría de que todos los gobiernos aparcarían sus diferencias y pospondrían otras cuestiones menos urgentes para concentrar todos los esfuerzos en atajar esa emergencia. Imaginemos que, además, dicho suceso tuviera lugar en mitad de una campaña electoral. No se hablaría de otra cosa.

Con el cambio climático, sorprendente y lamentablemente, no sucede lo mismo. La trifulca electoral va por otros derroteros y, mientras nos mantienen distraídos con disputas sobre quién le quita votos a quién, la comunidad científica observa atónita cómo pasa inadvertida su advertencia, larga y sólidamente fundamentada, de que estamos ante una verdadera emergencia climática: el nivel de CO2 actual en la atmósfera es el mayor en tres millones de años, según un reciente estudio sin precedentes del Postdam Institute.

Si no reducimos las emisiones mundiales actuales a la mitad para 2030, no podremos evitar que la temperatura global suba más de 1,5ºC. Y tal como advierte el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), limitar el calentamiento a 1,5°C en lugar de a 2°C supondría una gran diferencia: se evitaría que cientos de millones de personas sufran olas de calor extremas de forma frecuente y se reduciría a la mitad el porcentaje adicional de población que tendría que enfrentarse a la escasez de agua; asimismo serviría para lograr los objetivos de la ONU sobre desarrollo sostenible y erradicación de la pobreza.

Evitar ese calentamiento tan peligroso es una de las metas del Acuerdo de París. Ahora es el momento de tomar las decisiones para cumplirlo. ¿Qué tenemos que hacer, con qué intensidad y con qué velocidad?

La respuesta ya la dio la joven activista sueca Greta Thurnberg, impulsora de las multitudinarias movilizaciones de jóvenes por el clima, cuando habló en Davos ante todos los gobiernos: «Escuchen a los científicos». El problema es que, si lo hacemos, nos daremos cuenta de que lo que estamos haciendo no es ni de lejos suficiente. Los cálculos científicos advierten de que, sumando los resultados de todas las medidas que se han puesto en marcha en todo el mundo, el calentamiento en este siglo superará los 3 grados, justo el doble de lo acordado en París.

La conclusión es clara: necesitamos un nivel de compromiso mucho mayor. Y este es el momento. Tenemos la oportunidad de conseguirlo, puesto que todos los gobiernos europeos deben presentar este año un plan nacional integrado de energía y clima que concrete lo que van a hacer para transformar el sistema energético y reducir sus emisiones hasta 2030. El borrador del Gobierno español está lleno de luces y sombras. Por un lado, supone un importante cambio de dirección respecto a la política negacionista en la que hemos estado atascados durante décadas, ya que por primera vez España se plantea oficialmente un horizonte de cierre de sus centrales de carbón y nucleares y propone un sistema eléctrico 100% renovable para 2050. Sin embargo, aún no está a la altura de lo necesario: todas las centrales de carbón y nucleares deberían estar cerradas en 2025 y los objetivos de reducción de emisiones deberían ser más ambiciosos para limitar el aumento de temperatura a 1,5ºC.

Porque esa es la cuestión: necesitamos más ambición y voluntad política para hacer frente a la emergencia que viene, que no es un meteorito; se llama cambio climático.

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