Los halcones republicanos cierran filas con Trump tras el ataque a Irán
Sus defensores sostienen que el presidente de Estados Unidos «tomó deliberadamente la decisión correcta de eliminar una amenaza potencial»
En su segundo discurso de investidura, pronunciado en enero pasado, Donald Trump prometió ser «el gran pacificador», pero podría acabar inscrito en la historia como ... el hombre que encendió la mecha del apocalipsis. Prometió que su éxito se mediría «no solo en las batallas que ganamos, sino en las guerras que terminamos», dijo en el Capitolio. «Y, lo que es más importante», añadió, «en las que nunca nos meteremos». Seis meses después, su desmesurada tolerancia de riesgo y su convencimiento de que los conflictos bélicos se evitan con una demostración de fuerza, amenazan con hacerle pasar al recuerdo como el presidente que desató una guerra nuclear.
Con suerte, el cálculo frío que tanto él como su socio Benjamín Netanyahu, primer ministro hebreo, han hecho sobre la debilidad de Irán evitará lo peor. Ninguno sabe realmente qué se le pasa por la cabeza a Alí Jamenei, escondido en su búnker. La lógica del ayatolá acorralado es tan imprevisible como la del propio Trump. Si la historia sirve de baremo, en 1988, su predecesor, el Ruhola Jomeini, decidió beber «del cáliz envenenado» para salvar la república islámica que fundó al precio de su orgullo, al aceptar los términos del alto el fuego en la guerra con Irak, donde el respaldo de EEUU al régimen de Sadam Hussein le condenaba al fracaso. Nada garantiza una respuesta similar.
Lejos de ofuscarse por la operación militar de Netanyahu, que ha saboteado las negociaciones antinucleares en curso, Trump ha quedado deslumbrado por la certeza de los ataques. «Ha sido increíble ver lo que nuestro aliado ha sido capaz de hacer», dijo fascinado el domingo el secretario de Defensa, Pete Hegseth, en rueda de prensa. Como admirador de hombres fuertes, siempre deseoso de formar parte de ese pequeño club de mandatarios respetados y temidos, el inquilino de la Casa Blanca necesitaba ponerse a la altura. Su convencimiento de que el arte de no hacer la guerra consiste en recordarle al enemigo lo cerca que está del infierno, le hace pensar que en lugar de escalar el conflicto el ayatolá elegirá tragarse el mismo cáliz que su antecesor y sentarse en la mesa de negociaciones.
Impacto psicológico
«Como el presidente Trump ha dicho, EE UU no busca la guerra», insistió el jefe del Pentágono. Por eso ha elegido un ataque «intencionalmente limitado» contra las instalaciones nucleares iraníes. La destreza militar mostrada en los ataques con los que los cazas estadounidenses cruzaron el cielo desde las bases de Misuri en la oscuridad de la noche «completamente inadvertidos» como un zarpazo del imperio cumple el objetivo de aterrar a los mandos iraníes. «Creemos que esto tendrá un claro impacto psicológico en cómo ven el futuro y, ciertamente, esperamos que tomen el camino de una paz negociada», añadió Hegseth con toda claridad.
Uno de los principios fundacionales del movimiento Make America Great Again era desligarse de la responsabilidad global de EE UU en el mundo para focalizar los recursos en casa
Es un cálculo que nadie se ha atrevido a hacer antes ante una potencia nuclear, el seguro de vida con el que ha contado Irán desde que empezó a desarrollar su programa de enriquecimiento de uranio. Jimmy Carter aguantó 444 días la crisis de los rehenes tras la toma de la embajada de EE UU en Teherán hasta que las negociaciones internacionales permitieron la liberación de sus diplomáticos. Pese al poderío militar norteamericano, sus sucesores han preferido recurrir a sanciones y operaciones encubiertas por miedo a desatar un conflicto mundial que desestabilice por completo la región. Trump no tiene miedo y eso es lo que admiran sus bases.
En los tensos días transcurridos desde que Israel atacase a Irán el pasado día 13, la desconfianza ha ido en aumento entre el movimiento de Make America Great Again (MAGA) que ha fundado el presidente. Uno de sus principios fundacionales era, precisamente, desligarse de la responsabilidad global de EE UU en el mundo para focalizar los recursos en casa. Durante la campaña Trump presumió de ser el único presidente «en décadas» con el que no se había iniciado ninguna guerra, como dijo en enero de 2021 al dejar la Casa Blanca. Esa declaración se convirtió en un pilar de culto que elevó su imagen y sirvió para reclutar en su movimiento al ala libertaria, que consideraba un ataque a Irán como «traición total», advirtió el senador Rand Paul.
Paradójicamente, la demostración de fuerza podría cerrar el cisma si cumple con el objetivo de sentar a Irán en la mesa de negociaciones y evitar un conflicto mayor. Los constitucionalistas como Paul reservan al Congreso el poder exclusivo de declarar la guerra a otro país. El Gobierno de Trump camina una delgada línea para justificar la 'Operación Martillo de Medianoche' al amparo de la Ley de Poderes de Guerra, que desde 1973 requiere al mandatario informar a la Cámara de cualquier operación militar en 48 horas y limita su participación a 60 días sin autorización legislativa. En este caso, recordó Hegseth, la Casa Blanca se comunicó con el Congreso tan pronto como los cazas estadounidenses estuvieron seguros de vuelta a sus bases, en estricto cumplimiento de la normativa.
«Esto no es una guerra»
Toca jugar con los eufemismos, forzar el lenguaje y hacer uso de la retórica. El vicepresidente JD Vance ha dicho en Fox que EE UU no está «en guerra con Irán, sino con su programa nuclear», un argumento que ha servido de pauta al Partido Republicano para justificar los ataques e incluso a los defensores acérrimos de Israel en la oposición demócrata. «Esto no es una guerra. Es una operación militar para destruir instalaciones nucleares», afirmó el senador demócrata de Pensilvania John Fetterman.
“They did what they needed to do with precision and skill that no other military in the world can do.” — @SecRubio pic.twitter.com/6OvKzHrGbV
— Department of State (@StateDept) June 22, 2025
Los halcones republicanos y los demócratas sionistas se dan la mano para apoyar, al menos a corto plazo, el arriesgado movimiento de Trump, que «tomó deliberadamente la decisión correcta de eliminar una amenaza potencial», dijo el presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, Mike Rogers. Al frente de los halcones, el exsenador Marco Rubio, convertido en hombre fuerte del presidente, al acaparar los cargos de asesor de Seguridad Nacional y secretario de Estado, firme opositor de Irán y partidario del uso de la fuerza para ponerle freno. «Gran unidad en el Partido Republicano, puede que como nunca se haya visto», presumió en Truth Social. «Ahora vamos a por la gran y bonita ley (de presupuestos. ¡Nuestro país va genial, MAGA!».
Si algo gana en el credo MAGA a la desconfianza internacional es la obligación patriota de unirse en torno al comandante en jefe ante una amenaza extranjera. No hay duda de que Irán tendrá que responder en los próximos días poniendo en riesgo la vida de los 40.000 militares estadounidenses en la región. Con esa respuesta se medirá la tolerancia del movimiento a la transformación de su líder y hasta las aspiraciones de este a por ese Premio Nobel de la Paz que anhela desde que lo recibiese Barack Obama.
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