Netanyahu recoge el testigo de Sadam
El sentimiento iraní de nación ayudó al régimen hace 45 años a superar la situación creada por el ataque de Irak y no es descartable que el escenario se repita
Cuarenta y cinco años después del ataque de Irak, Irán vuelve a sufrir una ofensiva a gran escala en sus propias fronteras, esta vez de ... Israel. El régimen islámico se encontró con la que bautizaron como «guerra impuesta» contra su vecino a los pocos meses del regreso del ayatolá Jomeini del exilio y era entonces un proyecto nuevo lleno de gente joven ansiosa por defender la revolución.
Después de más de cuatro décadas, el régimen iraní ha consolidado el sistema, pero cuenta con un nivel importante de descontento popular y se enfrenta a una amenaza existencial bajo la superioridad militar de israelíes y estadounidenses. En los años ochenta, el sentimiento iraní de nación ayudó al régimen a superar una situación muy compleja y ahora se puede repetir este escenario.
El país está en estado de shock, pero un cambio de régimen necesita más elementos que las bombas
El país se encuentra en estado de shock desde que el viernes Israel comenzara una campaña brutal de bombardeos contra plantas nucleares, bases militares, aeropuertos, campos de gas… pero también contra las viviendas privadas de altos cargos. En estos ataques a zonas civiles hay decenas de víctimas. El movimiento ordenado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sorprendió a un país que estaba pendiente de la evolución de las conversaciones nucleares con Estados Unidos. Nadie imaginaba un ataque antes de la reunión prevista para hoy, domingo, en Omán. Nadie.
Netanyahu apela a la amenaza nuclear como argumento principal para justificar su agresión a gran escala, pero en el discurso que dirigió a los iraníes les dijo que «no os odiamos. No sois nuestros enemigos. Tenemos un enemigo común: un régimen tiránico que os oprime. Durante casi cincuenta años, este régimen os ha privado de la oportunidad de una vida digna». Tras acabar con Hezbolá en Líbano y Bashar Al Assad en Siria, el gobernante israelí va a por la cabeza de su mayor enemigo regional, Alí Jamenei. El plan soñado consistiría en reemplazar al régimen islámico por uno aliado, pero eso no se puede conseguir solo a base de bombardeos y se necesita un movimiento interno que se levante contra los actuales dirigentes.
Las redes sociales persas echan humo. Voces disidentes con el régimen llaman ahora a la unidad nacional para hacer frente a la agresión. Otras elevan la voz contra el propio Gobierno, al que acusan de no tener una simple sirena para alertar a la población antes de los bombardeos.
También se pueden leer críticas porque la mayoría de altos cargos asesinados vivían en casas de la zona más rica del norte de Teherán y se ha viralizado una frase que destaca: «Aquellos que nos decían que había que resistir vivían todos en áticos». Otro sector exige a Israel que asesine al Líder Supremo y se repiten los memes con la figura del máximo responsable del país escondido y aterrorizado.
Gestión de crisis
Pero, sobre todos los comentarios, el que une a todos los iraníes, partidarios o detractores del sistema, es el que denuncia que los misiles no discriminan entre poderosos y débiles. «Esas víctimas civiles están en las mentes de todos los iraníes. Muchos quieren la caída del régimen islámico, pero no al precio de un baño de sangre de una guerra», afirma Holly Dagres, responsable de la newsletter semanal 'The Iranist'.
«Históricamente, la república islámica ha convertido las crisis en una herramienta de presión, lo que refleja cómo los iraníes, si bien no son los mejores gestores en general, sí son buenos gestores de crisis. En otras palabras, lo que podríamos estar presenciando no es el fin del papel regional de Irán, sino el comienzo de una nueva e impredecible fase. Puede que la batalla se haya trasladado a Teherán, pero el resultado es incierto. Puede que la cabeza esté herida, pero no está cercenada», opina Ali Hashem, periodista de Al Jazeera que lleva más de una década cubriendo la actualidad de Irán.
Las cosas han cambiado mucho dentro y fuera de la república islámica desde que Sadam Husein les lanzó los primeros misiles en 1980 con el apoyo de Estados Unidos dando origen a una sangrienta guerra que duró ocho años. Ahora es Netanyahu quien recoge el testigo del dictador iraquí y los iraníes, como hicieron en los ochenta, tienden a unirse ante la agresión exterior.
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