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Luces y sombras del gobierno de Rajoy: notable en gestión económica y suspenso contra la corrupción

En el tema de la corrupción, rompió su máxima de no intervenir y esperar a que los problemas se encauzaran solos

Manu Álvarez y Melchor Sáiz-Pardo

Madrid

Martes, 5 de junio 2018, 21:55

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El último dato conocido sobre la evolución del desempleo al cierre del mes de mayo ha permitido valorar sin género de dudas, y con perspectiva histórica, al menos una parte del saldo de la presidencia de Mariano Rajoy. Sus resultados en materia económica son, cuando menos, merecedores de una calificación de notable. La cifra de 3,2 millones de parados inscritos en las oficinas de empleo, pese a ser un dato alarmante en términos absolutos, refleja también la reducción de 1,17 millones de parados a lo largo de su mandato. Y lo que quizá sea más trascendente, en ese mismo periodo, desde finales de 2011, el número de cotizantes a la Seguridad Social se ha incrementado en casi 1,7 millones de personas.

Todos los expertos coinciden en señalar que España ha aprovechado en estos años el viento de cola de la recuperación económica, marcado por la superación de la crisis en Europa, el descenso dramático de los tipos de interés que incluso se han situado en tasas negativas y un recorte del precio del petróleo que ha reducido de forma no menos importante la factura energética. Pero para aprovechar ese viento de cola, también hay que admitir que el Gobierno asumió decisiones difíciles, impopulares, pero también efectivas, en momentos críticos.

Una de esas decisiones críticas fue el saneamiento de una parte del sector financiero español –en su mayor parte cajas de ahorros gestionadas precisamente desde el poder político–, tarea a la que el Gobierno tuvo que dedicar casi 63.000 millones de euros. De esa cantidad, 42.000 fueron prestados por la Unión Europea, en una operación de rescate que el Ejecutivo tuvo que activar en junio de 2012. Bankia, que absorbió 22.400 millones de ese paquete de ayudas, junto con un nutrido grupo de entidades de ámbito regional, amenazaban con llevarse por delante la economía española atragantadas por la burbuja inmobiliaria. Y todo ello en un caldo de cultivo de fuerte recesión, porque el PIB descendía ese año un 2,6% y no alcanzaría tasas positivas hasta 2014.

Rajoy pasará a la historia probablemente como la personalización de los recortes en el gasto público, pero lo cierto es que las cifras reales no se ajustan a esa apreciación. Como mucho, el presidente de los populares ha conseguido contener el déficit en niveles aceptables para los socios de la Unión Europea, pero poco más. La prueba es que cogió las riendas de un Gobierno que debía 660.664 millones de euros –el 69,5% del PIB nacional–, para dejarlo ahora con una carga mucho más pesada. La deuda pública que hereda Pedro Sánchez es de nada menos que 1,2 billones de euros, lo que supone el 98,3% del PIB.

Limpieza de manzanas podridas

«La segunda ya... tal». Era Bruselas. Junio de 2013. Luis Bárcenas acababa de ser enviado a la cárcel y una periodista le preguntó a Mariano Rajoy si le parecía «una buena noticia para los ciudadanos» la entrada en prisión del extesorero. Su respuesta provocó risas, incluso entre sus colaboradores, pero el entonces presidente permaneció con gesto adusto. No había pretendido hacer una broma. Su bloqueo mental le impedía siquiera hablar de la corrupción que ya por entonces asolaba su partido.

Pero su incapacidad verbal no era su mayor problema. Su bloqueo ante la corrupción también era político, hasta el punto de que jamás, desde que se hizo con las riendas del PP en 2004, dio un puñetazo en la mesa para arrinconar a las manzanas podridas al primer síntoma, resignándose a que la sombra de la duda se extendiera sin control a todo el partido antes de actuar con contundencia contra cualquier 'presunto' de su formación.

Pero es que Mariano Rajoy, incluso, en el tema de la corrupción, rompió su máxima de no intervenir y esperar a que los problemas se encauzaran solos. El expresidente no tomó distancia y dio un paso adelante para poner la mano sobre el fuego públicamente por personajes como el propio Bárcenas, Jaume Matas, Ana Mato, Francisco Camps o Carlos Fabra.

Con cerca de 60 casos judiciales activos con políticos del PP imputados –muchos de ellos heredados de la época de Aznar, pero otros muchos nacidos después de 2004– Rajoy siempre rechazó la posibilidad de hacer una limpieza interna de forma preventiva en las federaciones más afectadas por la corrupción, particularmente en Valencia y Madrid.

Tampoco situó nunca la corrupción en el centro de su discurso político, esperando que su gestión de la economía hiciera olvidar (o perdonar) a los españoles los continuos escándalos, que siempre consideró cuestiones menores. «El PP es mucho más que 10 o 15 casos aislados (de corrupción)», defendió solo horas antes de que el 24 de mayo se conociera la sentencia del 'caso Gürtel', que en al final le costó el puesto.

Solo en una ocasión, y a rastras, admitió su responsabilidad. Fue el 1 de agosto de 2013, solo semanas después de aquel famoso «la segunda ya... tal» y dos semanas después de que aparecieran los sms de «Luis, sé fuerte», en el pleno monográfico sobre corrupción en el Congreso provocado por el encarcelamiento de Bárcenas. «Me equivoqué en pensar que era inocente quien no lo era», fue toda su autocrítica.

La corrupción llegó a minar su credibilidad. Los jueces de la 'Gürtel' pusieron en duda su «veracidad» al negar los papeles de la 'caja B' en la que 'M.Rajoy' aparecía como receptor de dinero negro.

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