El adiós de un caballero de la vieja escuela
El pasado 31 de enero fallecía, unos días después de haber cumplido los 99 años, y después de un largo tiempo de enfermedad, siempre al ... cuidado de sus hijas, Amelia y María Eugenia, y del resto de sus familiares, Antonino Gutiérrez Peláez.
Natural de Vega de Liébana, crecido en Murcia, ingresó en 1954 en el Cuerpo de Interventores de Fondos Municipales y Provinciales. Regresó a Cantabria en 1964 para incorporarse al Ayuntamiento de Santander como viceinterventor primero y como interventor más adelante,
Hombre severo y riguroso en su trabajo, fruto de esa vocación de servicio público llegó a hacerse cargo en los años 1991-1992 de la Consejería de Economía y Hacienda del Gobierno de Cantabria. Prudente como era, valedor de la idea de la neutralidad del funcionario, se enorgullecía siempre de que «nadie había sabido nunca a quién votaba», pero de haberse comprometido con sus funciones públicas hasta mucho más allá de lo exigible.
Quienes lo recordamos con cariño, a pesar del olvido de las instituciones a las que sirvió, tuvimos la fortuna de conocer al Antonino que, fuera de su desempeño profesional, resultaba amigable y cercano, un anfitrión perfecto, contenido, al tanto siempre de la actualidad, un hombre lleno de sonrisas y de galantería (inolvidables sus saludos con el sombrero, durante los paseos por Castelar del brazo de su esposa, Amelia, también recientemente fallecida). Conversador infatigable, valoraba a los demás por su bondad, su inteligencia y su cultura, dejando de lado cualquier otra consideración, haciendo que merendar un canónigo y un orujo en su salón se convirtiera siempre en una gratísima experiencia.
Amó a Santander, amó a Cantabria, amó por encima de todo a su familia y sus amigos, y deja una estela de recuerdo entrañable entre quienes hemos querido sumar nuestro recuerdo al dolor de sus hijas, nietos y familia entera. Ya le echamos de menos, aunque en días soleados como el de hoy estamos seguros de que andará de paseo por un Castelar eterno y celeste, del brazo de Amelia, repartiendo palabras, sonrisas y alegría con la generosidad de siempre. D.E.P.
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