Narci 'el de Bareyo', la melodiosa voz que vivió por y para la música
La música fue el motor de la vida de Narciso Gómez, Narci 'el de Bareyo'. Con su marcha se ha apagado una melodiosa y privilegiada ... voz que cautivaba a quienes tuvieron la suerte de escucharle interpretando canciones montañesas, habaneras o el solemne Ave María. El mundo de los coros de Cantabria llora la pérdida de un hombre que hizo brillar a todas las agrupaciones que dirigió y de las que formó parte. Un hombre que dejó huella por su vitalidad, alegría y carácter bromista.
Su hija, Esther, cuenta que desde tiene uso de razón recuerda a su progenitor cantando. Primero, en una orquesta y posteriormente, en diferentes coros de la comarca de Siete Villas. Las raíces de Narci se asientan en Bareyo pueblo, en una familia humilde dedicada a la ganadería. Narci trabajó toda su vida en el sector de la hostelería, como camarero de barra y sobre todo, de sala. «Ha servido en los restaurantes Alfar y Olimpo, de Isla; en la Tortuga, de Santoña; o en el Carlos III, de Ajo». Su mujer, Josefa, también se dedicaba a este oficio. Se conocieron cuando ella dejó Cieza para trasladarse a trabajar a Ajo. Fueron una pareja inseparable. Su pérdida, hace tres años, fue un duro golpe para Narci que salió adelante gracias a la música, su pasión y su vida.
De joven fue cantante solista en una orquesta con la que recorrió las fiestas de los municipios de Cantabria. Con el tiempo, pasó a formar parte de los coros más relevantes de la zona. Dirigió y fue solista del Coro de Bareyo, cantó en el Coro Vedruna, de Isla, fue subdirector y solista de Los Marceros de la Bahía, de Santoña, y actualmente, llevaba las riendas de Los Amigos de Suesa. Cada día de la semana lo tenía ocupado con un ensayo, rememora Esther. El entusiasmo por la música se lo inculcó a toda la familia. «En el coro de Bareyo estuvimos cantando con él, mi madre, mi marido y yo al mismo tiempo». Le encantaba moverse en el mundo de la música y más que compañeros tenía amigos en las agrupaciones. «Fomentaba la unión». A Narci no se le ponía ningún género por delante. En la última etapa sentía predilección por las montañesas, aunque era capaz de lanzarse a entonar una jota navarra, un pasodoble o un villancico. Tenía un don en las cuerdas vocales. Y, a pesar de su dilatada trayectoria, seguía educando la voz acudiendo a clases de canto en la Escuela Rado de Santander.
Era una persona muy familiar. Se desvivía por su única nieta y siempre caminó por la vida con una sonrisa en los labios. «Todo el día estaba gastando bromas o contando algún chiste». Su otra gran afición fue la bicicleta. Una lesión en el hombre le obligó a aparcar en los últimos años las dos ruedas, pero disfrutaba ascendiendo a golpe de pedal los puertos de Cantabria.
Su repentino fallecimiento ha causado un honda conmoción en Bareyo, Siete Villas y gran parte de la región. Esther y su marido están muy agradecidos por el inmenso cariño recibido estos últimos días. «Nos hemos sentido arropados por la gran cantidad de gente que acudió a la iglesia para despedirle».
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