Luzdivina Moreno Pérez
Nació en 1929 en Ligüenzana, una pequeña localidad palentina perteneciente al municipio de Cervera de Pisuerga, pero como tenía amigas en Torrelavega, pasaba algunas temporadas ... en la capital del Besaya, en casa de su inseparable amiga Rosi. Ludi, como todas las jóvenes de la época, frecuentaba el salón de baile Olimpia –también llamado salón de recreo– donde un joven, Pepe Abascal Ortiz, se fijó en ella.
Ludi regresaba después de los días de asueto en Torrelavega a su pueblo natal, pero a Pepe ya no se le escaparía aquella chica guapa, alegre, y siempre elegante, hasta el punto de que, como disponía de un moto, no dudaba en recorrer aquellas carreteras complicadas que separaban La Montaña de Palencia, para ir a visitarla. Después de cumplir con los trámites sociales obligados, finalmente, contrajeron matrimonio en Cervera de Pisuerga en una celebración que debió de quedar en el recuerdo ya que duró, nada menos, que tres días.
Ludi fue una mujer afable, de exquisita buena educación, siempre sonriente, muy coqueta y educada
Pepe y su hermano Antonio eran ya propietarios de un afamado establecimiento de comidas, y hostal, que se llamaba La Gloria, situado en la calle Quebrantada, Cuatro Caminos, un local de referencia en la gastronomía torrelaveguense, que formaba un triángulo en el mismo barrio, junto a La Gimnástica y la Villa Santillana, lugares de obligada visita para los amantes de la buena mesa.
Así que Pepe y Ludi, Antonio y Elvira –la mujer del segundo– se pusieron manos a la obra para hacer de La Gloria lo que siempre fue. Elvira se encargaba de la cocina y Ludi del hostal, mientras sus esposos se necargaban del bar, siempre repleto de gente. El matrimonio tuvo tres hijas, Piedad, Ludi y Eva, y un varón, José Luis (Toño) que siempre vivió con su madre. Pepe falleció en 2012 y el negocio fue cerrado.
Ludi fue una mujer afable, de exquisita buena educación, siempre sonriente, muy coqueta y de buena conversación. Dicen sus hijos que era cariñosa a su manera –poco melindrosa– que les educó en la exigencia del cumplimiento de sus obligaciones, pero que era espléndida y generosa, de fácil convivencia, y que, en palabras de su hija Piedi, «se volcaba en las cosas importantes, no en lo pequeño». Disfrutó de sus cinco nietos y de sus bisnietos. Cuidada con mimo por todos sus hijos, se fue la vida eterna dejando un buen recuerdo en quienes la conocieron.
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