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Rafael Quijano fue miembro del Patronato de la Fundación Botín.
Obituario

Rafael Quijano, cien años de una vida eterna

José María Peredo Pombo

Domingo, 6 de julio 2025, 02:00

Cuando Rafael Quijano cumplió cien años, soñamos por un momento que la vida no tenía fin. Y al llegar ahora el momento de su despedida, su recuerdo y la fe nos hacen creer que estábamos en lo cierto. La vida eterna se forja en las trefilarías del amor, que transforma el acero del dolor en un dulce y maravilloso recuerdo. Al preguntar a sus hijos cómo les gustaría que recordáramos a su padre, dijeron: «Como una persona querida y respetada por todos». No se me ocurre ninguna aspiración más humana ni un concepto más certero de lo eterno.

Hijo de Miguel Quijano y María Agüero y nieto de José María Quijano, fundador e impulsor de la industria siderúrgica, Rafael orientó su formación y su vida profesional por el camino que sus mayores habían trazado. Estudió Ingeniería en ICAI y en 1950 entró a trabajar en Nueva Montaña Quijano, empresa emblemática para el progreso industrial de la región y del país, que en su larga historia llegó a necesitar de la colaboración de 7.000 empleados para poder abarcar los niveles de producción en algunos momentos. Rafael contribuyó durante 37 años de su vida a la actividad de Nueva Montaña desde altos puestos de dirección.

Hablar brevemente de Rafael, llenaría hilos y páginas de detalles e historias sobre un siglo de Santander. Una vida tan larga y querida, tan compartida con su familia, tan bondadosa y humana, no puede resumirse en estas pocas líneas que nada más pretenden trasladar el cariño que tantos amigos y seres queridos le han tenido y que ahora seguimos teniéndole. Fue miembro del Patronato de la Fundación Botín durante años y una personalidad respetada en distintos ámbitos de la vida cultural y social de Santander. Aficionado a la pesca, activo socio de clubs deportivos y amante de la bahía desde joven seguía lanzándose de cabeza con 90 años para bañarse cada verano.

Rafael Quijano fue un hombre familiar. En su larga vida religó a sus descendientes y antecesores y los reunió con sus hermanos, primos y sobrinos. Dejó una herencia de vivencias y armonía entre ellos que le convirtieron en una referencia. Pero hablar de Rafael es hablar de Pura y Rafael. Porque Chanuco, así le llamaron siempre sus amigos más cercanos, tuvo la suerte de conocer a Pura Riestra y de que ella se interesase por él. Se casaron hace 70 años, y desde entonces han vivido una vida en pareja en donde nunca dio la sensación de que hubiera tal pareja porque los dos siempre fueron uno, y ese uno fueron siempre los dos. Con la noble gallega, de ojos inquietos y azulados, tuvo cinco hijos que heredaron todas las virtudes de sus progenitores, la bondad, la simpatía, y la autenticidad. Los Quijano Riestra han producido de momento otros nueve nietos y dos bisnietos, y dos más que están a punto de llegar.

Rafael Quijano ha sido, sencillamente, un señor. Nos deja la herencia de su vida centenaria; la educación y el respeto en el trato; la humanidad en el corazón; y, en el alma, la eternidad.

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