Revolución industrial 4.0
Claudio Acebo
Jueves, 20 de abril 2017, 07:48
Nos han preparado o estamos dispuestos a enfrentarnos al gran reto del siglo XXI en el trabajo? Va a ser que no. Uno de los ... principales problemas es la confluencia de personas de diferente edad o generaciones acostumbradas a trabajar y relacionarse pensando y actuando de manera diferente. Es difícil unir a profesionales de sesenta con los de treinta y pocos años intentando alcanzar unos mismos objetivos con los criterios laborales de años de experiencia en el primero de los casos unidos a la preparación brutal con la que llegan a sus primeros puestos de trabajo los más jóvenes. Estas diferencias se pueden multiplicar cuanto mayor sea la envergadura de la empresa. Son tiempos de convergencia entre diferentes tecnologías con la apuesta definitiva en la que nuestros empleos no serán como los que desde los sindicatos han estado pregonando.
Ese silencio prolongado de varios años debe tener una relación directa en la defensa del puesto de trabajo del siglo XXI. La combinación perfecta del empresario al día es una conjunción de experiencia, conocimiento, ideas y habilidades. Desde hace veinte años, los jefes que volvían de hacer un máster reunían a sus empleados para que dieran ideas para hacer así una empresa más compacta. La sugerencia tenía respuestas dispares: por un lado estaban los que reconocían que por fin a los trabajadores se les hacía caso y, de otra parte, estaban los que creían que la obligación de jefes y directores no era otra que dirigir y proyectar sus conocimientos, porque si no tendría que haber un intercambio de papeles. "Págame como merezco y te doy todas las ideas que quieras", señalan los empleados.
De esta forma se intentaba engatusar a los trabajadores mal pagados con unos conocimientos y habilidades bastantes superioras a la de sus jefes. «Tú eres parte de la empresa y queremos que te involucres», insisten los ejecutivos. Pero todo eso tienen un nombre: conocimiento, habilidades, ideas, y eso se paga o debiera remunerarse.
Todo es muy bonito cuando hablamos de delegar y compartir responsabilidades, pero a su justo precio. Está muy bien que los centros de trabajo estén diseñados para fomentar la creatividad y la innovación, pero hay acortar esas diferencias salariales tan brutales.
Y si a esta convivencia le añadimos la robótica pues juzguen ustedes. Es cierto que el tema asusta algo aunque la sangre no llegará al río. Se acuerdan, ¿cómo era la contabilidad hace veinte, veinticinco años? Ibas a una entidad financiera, a la administración... Y llegaron los ordenadores y la vida continúa. Eso sí, mucho mejor. Por eso y por lo que queda por venir que nadie se asuste. Hay que adaptarse a las nuevas situaciones y modelos de trabajo cobrando y pagando por lo realizado. En igualdad de condiciones todos daremos la bienvenida a la nueva revolución industrial. Si no, tendremos muchos problemas.
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