"Altamira no ha empeorado, aunque sí es más obvio el riesgo"
José María Ballester, coordinador del Plan de Conservación que cumple 50 años en el mundo del patrimonio, cree que si hubiera que cerrar de nuevo la cueva no podría considerarse un fracaso, sino una acción necesaria
Guillermo Balbona
Domingo, 11 de junio 2017, 07:57
«La conservación es muy compleja. No creo que Altamira haya empeorado, aunque sí diría que es más obvio el riesgo; gracias a los trabajos ... de la Comisión se conocen mejor esos riesgos y el estado de la Cueva». Apuesta por incorporar nuevos métodos de trabajo y subraya la necesidad de rodearse de un equipo sólido orientado siempre hacia el debate. Se muestra convencido de que hay transparencia en Altamira porque gracias a los trabajos de la Comisión se conocen mejor esos riesgos y el estado de la Cueva. La conservación, no se cansa de subrayar, «es muy compleja», pero matiza: «El estado de Altamira no ha empeorado, aunque sí diría que es más obvio el riesgo». El coordinador del Plan de Conservación Preventiva de Altamira, José María Ballester, cumple medio siglo de labor incasable en el mundo del patrimonio.
Director del Programa Patrimonio y Territorio en la Fundación Botín fue nombrado recientemente miembro honorario vitalicio de Europa Nostra, la asociación civil de defensa del patrimonio cultural continental que le considera como «una de las más eminentes voces del patrimonio cultural en Europa». Ballester hizo carrera como funcionario Internacional en el Consejo de Europa y es crítico de arte. Ocupó la vicepresidencia de los Premios de Patrimonio de la Unión Europea, Europa Nostra, hasta su elección como presidente en el año 2012.
En su primera comparecencia como coordinador, tras el Patronato, aseguró que la investigación sobre Altamira se ha empezado a ver «con otros ojos». ¿Qué significado da a esa nueva perspectiva?
«El Museo de Santillana se va quedando pequeño»
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Al margen de la neocueva, ¿debió ser más ambicioso el proyecto del Museo de Santillana, planteado en su día?
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Yo no estaba entonces y desconozco las razones por las que se planteó en la forma actual. Pero es cierto que se va quedando pequeño, sin que quiera criticar una decisión en la que no participé. El ejemplo de Lascaux, que diversifica tanto la visita y permite absorber un número elevado de visitantes, sin que ninguno de ellos entre en la cueva original, me parece importante y creo que marca un camino a seguir. El acondicionamiento de la cueva de las estalactitas por el Ministerio de Cultura constituye ya un paso muy importante.
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¿Con una réplica es suficiente para apreciar las Cuevas? ¿Cuál es la experiencia que enseña Lascaux?
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La diversificación de posibilidades para dar a conocer el contenido de una Cueva cuya conservación no permite la entrada de visitantes. La afluencia creciente de éstos demuestra que, bien gestionada, es una experiencia interesante.
Estoy convencido de ello. La conservación es muy compleja por la cantidad de factores que confluyen en ella: humedad, temperatura, microbiología, condiciones medioambientales. El Plan de Conservación Preventiva, con los diferentes protocolos que establece, hace que, seguramente, la Cueva y Pinturas de Altamira sean el bien cultural más monitorizado que existe en estos momentos. La lectura regular y sistemática de esos monitores, junto a la vigilancia permanente del personal técnico del Museo, y la interpretación de los datos que vamos obteniendo por parte de la Comisión de Seguimiento, nos están procurando un conocimiento que no habíamos tenido hasta ahora. Este y la reducción de la presencia humana al mínimo indispensable para mantener la mayor estabilidad medioambiental en el interior de la Cueva, es lo que nos permite comenzar a verla con otros ojos. No sólo con los ojos de la emoción y de la admiración, sino también y sobre todo con los ojos del conocimiento.
¿Cómo describe su experiencia sobre Altamira y su simbolismo de icono universal?
Conozco la Cueva y pinturas de Altamira desde hace medio siglo. Las he visitado siempre que he podido, en todos los formatos de visita pública que se han sucedido en el tiempo. Cuando lanzamos desde el Consejo de Europa la Campaña Europea del Patrimonio Arqueológico, no dudé por su valor de icono universal, precisamente en que el emblema de esa campaña fuera una de las pinturas de Altamira. Pero nunca imaginé que se me encargaría la coordinación del Programa. Lo acepté, consciente de la enorme responsabilidad que asumía.
Durante este primer año en el cargo ha puesto todo su empeño en lograr un equipo científico sólido. ¿Ello garantiza acabar con las fisuras en las decisiones sobre Altamira?
Preciso que mi función como coordinador de este Programa, no es un cargo, sino un encargo no remunerado- del Ministerio de Cultura. La Comisión está formada por responsables, científicos e investigadores del Instituto de Patrimonio Cultural de España, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de la Universidad de Cantabria y del propio Ministerio, además, claro, de Pilar Fatás (directora). Es cierto que mi primer objetivo fue hacer de esa comisión un verdadero equipo de trabajo, cohesionado y motivado por el mismo fin: la conservación preventiva, a la que cada uno de sus miembros contribuye desde su propia perspectiva científica. El hecho de que haya aumentado el ritmo de las reuniones tres, desde mi nombramiento y reparamos ya la cuarta para después del verano creo que agiliza mucho las discusiones y va creando esa dinámica de equipo que parece indispensable.
¿El mayor reto de Altamira es lidiar entre el rigor científico y lo popular, entre los cuidados intensivos y la proyección universal de la cueva? ¿Conciliar ambos?
Es uno de los retos más importantes. Conciliar la conservación del bien cultural y más, cuando se trata de un bien con valor universal como éste, donde todo lo que se haga debería convertirse en referente también universal y el derecho de los ciudadanos a disfrutar de su propio patrimonio. Pero yo no veo antagonismo. Hay casos que demuestran lo contrario como Lascaux, que está ahora cerrada al público, pero tiene centenares de miles de visitantes y van, ya, por el proyecto Lascaux IV, para seguir atrayendo visitantes y creando riqueza en el territorio, mientras expertos y científicos se esfuerzan por hacer lo estamos haciendo nosotros: una labor de conservación preventiva de la Cueva original. En Chauvet, ocurre lo mismo y están rozando el millón de visitantes. En Altamira, son cerca de trescientas mil personas las que han visitado la neocueva y el estupendo Museo, que explica tan bien el origen de las pinturas. El Ministerio de Cultura acaba de anunciar una inversión de 4,5 millones de euros. Hay una excelente Sala de Exposiciones. Con todos los espacios abiertos al público, puede prepararse un paquete turístico para el sitio de Altamira, perfectamente vendible y rentable para Cantabria, que eliminaría la presión sobre la Cueva y las pinturas.
¿La propia naturaleza del Plan de Conservación provoca barreras? ¿No debería existir más transparencia?
El Plan de Conservación, con sus diferentes protocolos, lo que hace es reunir los diferentes factores y vectores que determinan la conservación de la Cueva. Ya he dicho que se trata de una cuestión muy compleja y delicada. No creo que pueda hablarse de barreras ni de falta de transparencia, sino de estudios en profundidad que analizan la conservación de la Cueva desde perspectivas y aspectos diferentes. Para dar mayor agilidad a estos trabajos que son evolutivos y que han de tener en cuenta, además, la mediciones mensuales que se realizan en la Cueva, con sus variables según la época del año en algunos casos hemos introducido nuevos métodos de trabajo, como las reuniones bilaterales o trilaterales entre los diferentes expertos competentes, de forma que sus propuestas lleguen ya debatidas a la comisión. Pero, por su carácter científico, es un trabajo necesariamente lento. Lento, pero necesario para conservar la Cueva y las Pinturas en suintegridad. De todas formas, está previsto revisar y actualizar los protocolos previstos en el Plan, para ajustarlos en función de la experiencia adquirida durante los primeros dos años de aplicación.
¿Cuáles son los pasos que requieren prioridad y más urgencia?
Lo más importante es centrar los estudios en las causas susceptibles de incidir en el biodeterioro de la cueva, en el estudio de las humedades especialmente, las microcuencas que puedan existir en la cubierta de la gruta y en los problemas que afectan al propio sustrato de las pinturas. El problema de la humedad es de una enorme complejidad. Las pinturas se conservan sobre un sustrato húmedo, que no puede faltarles. Sin embargo, un exceso de humedad, ya sea por condensación y de ahí la necesidad de limitar la presencia humana en su interior, ya sea por goteo de la cubierta, podría dañarlas.
Se refirió en diversas ocasiones a la complejidad de los problemas ¿Ha empeorado Altamira?
No creo que haya empeorado, aunque sí diría que es más obvio el riesgo, porque gracias a los trabajos de la Comisión ya con anterioridad a mi incorporación y gracias a los protocolos del Plan de Conservación, se conocen mejor esos riesgos y el estado de la Cueva. Por eso importa tanto continuar en la línea de estudio y de observación iniciada.
¿Es consciente la sociedad de la prudencia con la que hay que actuar en Altamira?
Se va concienciando y se concienciará todavía más si todos caminamos en la misma dirección. Yo diría que Altamira ha sufrido más, en este sentido, que por sus propios problemas específicos. No hay que ver las restricciones en la visita que afectan igualmente a técnicos y científicos, que ya han disminuido voluntariamente su tiempo de permanencia en la Cueva como algo negativo, sino todo lo contrario: como la forma de garantizar la supervivencia de este patrimonio, que es de todos. Y compensarlo con propuestas alternativas, consolidando esa citada noción de sitio.
¿Será inevitable dar pasos atrás y adelante en el acceso a la Cueva en función de variables?
Dependerá de los estudios y de la evolución de la Cueva. De momento no se plantea ni lo uno ni lo otro. El Patronato estuvo de acuerdo en no alterar, por ahora, el régimen de visitas públicas, reducido a cinco personas por semana, en dos grupos: uno de tres personas y otro de dos, con un intervalo de tiempo entre ambos grupos, para minimizar su impacto sobre la Cueva.
Cerrar la Cueva, como sucedió en el pasado, ¿sería un fracaso?
Si llegara el caso y la decisión se justificara debidamente ante la opinión pública, no debería considerarse como un fracaso, sino como una medida necesaria para conservar un bien cultural excepcional para el Patrimonio de la Comunidad Autónoma, para el Reino de España y para la Humanidad. Ya se verá.
Hay muchas discrepancias entre los científicos hasta el punto de existir reinos de taifas y colisiones enconadas. ¿Existen demasiados celos o intereses de poder?
Sinceramente, creo que no. Lo que yo he visto en la comisión han sido puntos de vista diferentes y perfectamente normales en una instancia que reúne expertos de diferente procedencia y especialidad. De ahí mi interés en potenciar el debate franco y sincero, dentro de la cohesión que debe tener un equipo como éste, que persigue el mismo objetivo: la conservación de un bien cultural excepcional.
¿El factor clave sigue siendo cómo educar en cuestiones de patrimonio?
Por supuesto. Y en saber distinguir la diferencia que hay entre crear riqueza a partir de los bienes patrimoniales y someterlos a una explotación económica indiscriminada. Estamos en una época que busca la durabilidad de los recursos y no su agotamiento. Los bienes culturales no pueden ser una excepción. Tanto más cuanto que ya existe un consenso general para considerar a estos bienes no como un recurso, sino como una parte fundamental del proyecto de sociedad que hemos de construir en este momento de cambio social tan acentuado.
¿El objetivo del turismo y la rentabilidad económica no se están convirtiendo en un chantaje a la hora de tomar decisiones patrimoniales?
Estoy convencido de que uno de los problemas más difíciles de resolver a la hora de conciliar la conservación de los bienes culturales y el turismo, no es el turismo en sí, que constituye un fenómeno positivo tanto desde el punto de vista económico y social, como desde el punto de vista de acceder los ciudadanos a los bienes culturales. El problema es que hemos pasado en directo del turismo de masas al turismo de patrimonio, sin que se haya elaborado un proyecto alternativo de turismo cultural, que hubiera previsto, por ejemplo, su diversificación y su modulación, para hacerlo más sostenible. Los Itinerarios Culturales del Consejo de Europa entre ellos, un itinerario europeo del Arte Rupestre lanzados durante mi mandato como Director de Cultura y de Patrimonio Cultural y Natural en esa organización, constituyen otra propuesta alternativa. Por otra parte, los problemas que plantean actualmente las ciudades patrimoniales que constituyen destinos turísticos masivos son bien elocuentes: han dejado de ser ciudades, donde ya no pueden vivir ni convivir sus habitantes. No deberíamos olvidarlo.
¿El proyecto de sitio para Altamira, hacia donde cree que debe encauzarse?
Debería inspirarse en la noción de sitio que da el Convenio Europeo para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural (Granada, 1985), como obra combinada del hombre y de la Naturaleza. A los elementos ya citados, neocueva, Museo, Sala de Exposiciones, acondicionamiento de la cueva de las estalactitas, podría añadirse un proyecto de arqueología paisajística en su entorno, que permitiría a los futuros visitantes tener una idea bastante aproximada de lo que fue el paisaje donde vivieron quienes habitaban y pintaron las Cuevas.
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