La donación de Amancio
Ortega es una de las grandes fortunas del mundo, y habría mucho que debatir sobre estas inmensas concentraciones de capital que provienen en gran parte de las plusvalías del trabajo, evidentemente mal redistribuidas
Antonio Papell
Domingo, 18 de junio 2017, 22:49
Amancio Ortega, propietario de Inditex, ha ofrecido donar 320 millones de euros a la sanidad pública española para la adquisición de equipos oncológicos de alta ... tecnología en las comunidades autónomas. La oferta, a pesar de algunas aristas ideológicas que se puedan plantear, ha de ser aceptada con satisfacción, agradecida con énfasis y puesta como ejemplo de filantropía para todos aquellos afortunados que han hecho grandes fortunas y que estén en condiciones de realizar gestos semejantes. Unas semianónimas Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública han pedido sin embargo que se rechace la donación. El argumento que aducen, claramente demagógico, es que a su juicio la filantropía y la caridad no pueden sustituir un sistema fiscal equitativo capaz de financiar con suficiencia los servicios públicos. Además, han criticado ciertas subcontratas de las empresas de Ortega en países del Tercer Mundo, donde al parecer podrían producirse situaciones de explotación de la mano de obra.
Ortega es una de las grandes fortunas del mundo, y habría mucho que debatir sobre estas inmensas concentraciones de capital que provienen en gran parte de las plusvalías del trabajo, evidentemente mal redistribuidas. También cabría, qué duda cabe, reflexionar sobre el dumping social que llevan a cabo ciertos países subdesarrollados, que producen a bajo precio mediante trabajadores desprotegidos y mal pagados, en beneficio de explotadores autóctonos y de contratistas occidentales no siempre meticulosos.
Pero estas cuestiones no han de interferir en la donación realizada por un ciudadano que tiene perfectamente en regla sus cuentas con Hacienda: rechazarla con arrogancia perjudicaría a todos, ya que aunque se supone que el Estado corre a cargo de todo el material oncológico necesario tenemos la mejor medicina pública del mundo, y hay que señalarlo con orgullo, siempre habrá modo de mejorar las prestaciones con más medios o de mejor calidad. No sería lógico que la arrogancia prejuiciosa frente a la generosidad tuviera que repercutir negativamente en la salud colectiva.
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