"Antes de salir a contar historias debes descifrar qué quieres contar"
Antonio Aragón, cántabro afincado en Nicaragua, ha recibido en los últimos años más de sesenta premios, la mayoría internacionales
l.g
Martes, 20 de junio 2017, 07:27
Fotoperiodista y presidente de la ONGD Oasis que él mismo fundó para poder llevar ayuda allí donde hiciera falta, Antonio Aragón Renuncio (Santander, 1971) es ... un apasionado de su trabajo y un incansable viajero. Ha vivido situaciones extremas de las que prefiere no hablar y que solo el ser humano es capaz de crear. Pero sigue creyendo en un mundo mejor, en el poder de una foto para cambiar las cosas y en encontrar la belleza entre la desesperación.
¿Cuándo comenzó su pasión por la fotografía?
Siempre me atrajo el mundo de las cámaras, la imagen y la luz. ¿El detonante? El ser un inconformista hiperactivo con muy pocas ganas trabajar en una oficina de ocho a cinco. Eso y que de repente un día descubrí la maravillosa y perfecta división de un segundo en mágicas fracciones de luz y color Comencé retratando gatitos y los intensos colores de un atardecer. Luego descubrí el blanco y negro que me marcó y enseñó a entender lo poco que sé de la luz. Pasaba noches enteras metido en el cuarto oscuro alucinando con su magia y de repente, un día, apareció el color. Rabioso y lleno de contraste. Pleno de rostros, de sufrimiento
¿Qué recuerda de su primera instantánea?
Imposible recordar la primera. La que sí tengo enmarcada en mi casa de España es la primera que positivé en el laboratorio en blanco y negro. Un bodegón con una rosa y un espejo (ríe) igualito a lo que hago ahora. ¡Quién me iba a decir a mí hace 20 años que iba a acabar fotografiando el lado más oscuro del ser humano! La vida te da sorpresas, algunas buenas. La fotografía y poder contar historias es una de ellas. Espero que así siga mucho tiempo.
¿Y de su primer premio?
Me hizo una ilusión enorme. Todavía recuerdo los nervios al salir a recoger el trofeo. Fue en Castañeda, en un maratón fotográfico. Luego, por suerte, he seguido recibiendo reconocimientos cada vez más prestigiosos que en gran parte me han ayudado a financiar nuevos proyectos, además de motivarme en los momentos de bajón profesional. La cosecha ha sido espectacular: más de veinticinco premios (la mayoría internacionales) y reconocimientos a mi trabajo en lo que va de año. Hoy no nos queda de otra que intentar sobrevivir de concursos y talleres. ¡Y no me puedo quejar!
¿Abandonó su Santander natal y vive en Nicaragua? ¿Por qué allí?
Después de dar vueltas por el mundo buscando historias que contar llegué a Nicaragua. Iba a estar veinte días para realizar un reportaje sobre los niños de un orfanato de Managua y me acabé quedando seis inolvidables años viviendo con ellos. Ahí nace nuestra ONG Oasis (www.ongdoasis.org). Consecuencia lógica de vivir una de esas historias en carne propia y de querer hacer algo para mejorar las condiciones de vida de sus protagonistas. Luego llegamos a África. Junto a un pequeño grupo de amigos nació el proyecto que brinda atención médica gratuita a quienes están condenados al olvido. Con Oasis tratamos de dar una oportunidad a cientos de pacientes que jamás la han tenido y nunca han sido valorados por un médico cualificado.
¿Qué le inspira a la hora de hacer una fotografía?
La gente que se pone delante de mi cámara y me permite entrar en su mundo y comparte conmigo increíbles vivencias.
¿Qué cualidades debe tener un buen fotoperiodista?
La curiosidad, el compromiso y las ganas de descubrir y contar historias increíbles. Además de una infinita capacidad de trabajo en situaciones, muchas veces, no demasiado cómodas.
¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
Siempre demasiados. En breve regreso a África con una nueva expedición de nuestra ONG, después me quedaré solo por allá haciendo un par de reportajes. Varios viajes/historias en mente a otras latitudes, algún taller, acabar mi página web, preparar el trabajo de varias exposiciones, terminar de editar nuevos trabajos, escribir los relatos de los últimos reportajes, concluir las obras de mi nueva oficina en Nicaragua... y pasar las navidades con mi madre. A la pobre solo veo una vez al año. En definitiva, intentar seguir haciendo la fotografía que hago y me hace feliz. Recorrer rostros, caminos, luces y sombras. Espero que me sigan dejando un ratito más en esta tierra para seguir dándole duro al disparador y viviendo historias increíbles con gente increíble.
¿Leo su biografía y ha ganado muchos premios, alguno ha sido especial?
Todos han sido importantes para construirme como el fotógrafo que soy. Lógicamente algunos de ellos han supuesto un punto de inflexión en mi carrera y son los más recordados o los más mediáticos. El HIPA (uno de los más importantes y el de mayor dotación económica ), el POYLatam (el más importante de Iberoamérica), el de la Unesco, el Latinoamericano de Fotografía Documental y así hasta una larga cosecha de reconocimientos, más de 60 en los últimos años. Eso también ha permitido que mis imágenes se hayan expuesto en importantes museos de todo el mundo. En esta profesión es muy importante que el foco de los medios esté sobre tu trabajo. Que el New York Times incluya mi trabajo en un reciente listado de las 16 mejores fotografías iberoamericanas del año no tiene precio. Lástima que en casa no nos tengan tan en cuenta y la mayoría de las veces no sepan lo que hacemos.
¿Qué fotografía todavía no ha hecho?
Demasiadas. La ventaja de este medio es que siempre estás en el punto de partida y regresas a él cada vez que terminas una historia. Si encima no te sueles conformar y el perfeccionismo te obsesiona, acabas entendiendo que no eres nadie y eso te motiva a superarte. Soy fiel defensor de esa máxima que dice que vales lo que vale la última de tus imágenes.
¿Y de cuál de sus fotografías se siente más orgulloso?
A cada una de ellas las quiero por igual. Son como mis hijos a los que dediqué tiempo y esfuerzo. Sí es cierto que los recuerdos de algunas fotografías son más intensos. Imagino que fruto de la dificultad o el riesgo o la situación de la misma o de sus protagonistas. Justamente esos son los que te acompañarán por el resto de tus días. Por eso me encanta la fotografía. Te permite vivir cosas que de otra forma sería inimaginable.
¿Cuál fue su peor momento profesional?
La verdad es que después de tantos viajes y tantas historias, las he visto de todos los colores. Me ha pasado de casi todo. Bueno y malo. De lo malo he aprendido y lo bueno me acompañará por siempre. La verdad es que parece que los que nos dedicamos a la fotografía documental en sitios desfavorecidos siempre tenemos historias que contar. Prefiero que las mías las cuenten mis imágenes.
¿Y el mejor?
Cada uno de los que pasé mirando el mundo a través del objetivo de mi cámara o simplemente imaginándome haciéndolo. La fotografía siempre me ha hecho feliz. Ha sido esa compañera fiel que nunca te deja tirado. No entendería mi vida sin ella. Es de los pocos vicios que me quedan (ríe).
¿Y hacia dónde debe dirigir su mirada el fotoperiodista?
Primero hacia adentro de sí mismo. Antes de salir a contar historias al otro lado del mundo, debe descifrar qué quieres contar y cómo lo quieres hacer. Construir su propio código ético, muy olvidado en estos días, y tener muy claro hasta dónde está dispuesto a llegar en pos de la historia. Luego, mucha calle.
¿Y si hace balance de su trabajo, qué nos cuenta?
Que ha sido un viaje alucinante.
Terminemos con un mensaje para futuros fotoperiodistas. ¿Qué les dice?
Que mejor se dediquen a otra cosa si lo que realmente quieren es hacerse ricos y famosos. (ríe).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión