«Los novelistas hacemos trampas todo el tiempo»
Care Santos, Premio Nadal por su novela 'Mala Vida', inaugura mañana los Martes Literarios en la UIMP con un diálogo sobre la creación literaria
Lola Gallardo
Lunes, 26 de junio 2017, 08:01
La escritora Care Santos (Mataró, 1970) inaugura mañana una nueva edición de los Martes Literarios en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) que patrocina El ... Diario Montañés con un diálogo sobre 'La creación literaria'. Durante el acto, que comenzará a las 19.00 horas, repasará su trayectoria, que comenzó con ocho años y que le llevó este año a conseguir el Premio Nadal por 'Mala Vida', el retrato de una generación de mujeres durante el franquismo.
¿Desde cuándo escribe?
Escribo desde niña, desde los ocho años. Aunque a esa edad era todo como un juego, fue en la adolescencia cuando empecé más en serio.
¿Y cuál fue el detonante?
Nací en una casa donde había muchos libros. Mi padre y mi madre eran grandes lectores y los libros fueron una salvación. Era una niña con necesidad de diversiones y en mi casa todo el mundo era adulto. Sin los libros me hubiera muerto del aburrimiento. Me hice lectora para librarme del aburrimiento y después escritora. Todo escritor ha sido primero un lector empedernido.
¿Y qué es para usted escribir?
Es mi manera de ver el mundo y mi forma de ganarme la vida. Es algo que haría aunque nadie me leyera ni me publicara.
¿Qué cualidades debe tener un buen escritor?
Tiene que tener algo que decir, mucha vocación y una resistencia de hierro. Debe amar la soledad y tener la cabeza en su sitio para saber lidiar con una duda atroz y una soledad terrible.
¿Esa soledad es amarga?
Es curioso porque cuando escribes te sientes muy solo, pero el hecho de haber escrito te hace sentir muy acompañado. El hecho de escribir una novela y que la gente la comparta y la haga suya es una gran compensación. Publicar es un acto social, pero la escritura es muy solitaria. Yo nunca me he sentido triste o he sufrido escribiendo, pero hay días malos porque no te sale nada o estás muy bloqueado. El oficio de escritor es de aprendizaje lento. Y una de las cosas que debes aprender es cómo hacer frente a tus pánicos, tus soledades o tus dudas.
Viene a Santander para hablar sobre la creación literaria en la UIMP.
Me hace mucha ilusión volver a Santander porque estuve hace muchos años en calidad de alumna y volver como autora me emociona mucho.
¿Qué necesitamos para escribir una novela, por dónde empezamos?
Primero me documento y construyo el argumento y los personajes. Creo que los personajes son muy importantes y a veces se descuidan un poco. Cuando empiezo a escribir lo tengo ya todo claro, sé cómo empieza y termina la novela, sigo un esquema y escribo rápido.
Usted ganó este año el Premio Nadal como 'Media Vida', donde retrata a una generación de mujeres en el franquismo. ¿Cómo empezó la novela?
Casi siempre hay una pregunta al principio y en este caso me planteé si esa generación de mujeres tuvo similitudes con otras, porque yo pensaba que no, que esa generación del franquismo había tenido que recorrer un camino con una experiencia vital para adecuarse a una época. Empecé por esta pregunta y comencé a investigar la época y que supuso para las mujeres. Es una novela donde los personajes pesan más que otras cosas.
Los escritores mueven a los personajes, ¿usted no admite cambios mientras escribe?
Cosas sustanciales no, pequeñas cosas sí. En esta última novela tuve una sorpresa con un personaje secundario, que al ponerlo en movimiento, dió más juego del que esperaba al principio.
¿Cuál recuerda como su mejor momento profesional?
Yo creo que estoy en mi mejor momento profesional. Si ves la producción de los novelistas adviertes de que hay unos años que tienen que ver con la madurez, te das cuenta de qué va la vida y puedes contarla, porque la novela es lo que hace, cuenta la vida. Los mejores años de un novelista son entre los cuarenta y los sesenta.
Entonces hay mucho componente autobiográfico en sus novelas.
La novela es una coraza donde un novelista puede decir que lo que está contando se lo ha inventado y no se lo cree ni él. Hay préstamos biográficos siempre y en este caso estoy muy implicada porque las mujeres tienen mi edad. Me interesa saber qué significa la madurez, qué hacer con el pasado y cómo encarar el futuro o cómo peinar los recuerdos para que no molesten mucho. Todo eso es una reflexión del momento de vida en el que estoy aunque generacionalmente no soy ellas, pero eso es una trampa. Los novelistas hacemos trampas todo el tiempo.
¿Y su peor momento?
El día que no sea capaz de escribir una novela. Llegará y soy consciente de ello. Escribir es una labor intelectual dura. Tienes que levantar una catedral en tu mesa y para eso hace falta tener la cabeza clara y una edad para recordar todo lo que llevas entre manos. Llegará un día en que tendré que escribir novelas de menos ambición, pero espero darme cuenta antes de que cualquier lector arrugue la nariz. Espero que me avisen media novela antes de que pase eso, que pasará.
¿Qué le enseñó la literatura?
Hay una escritora a la que admiro, Montserrat Roig, que una vez le preguntaron qué había aprendido en la vida y qué en los libros y dijo que mitad y mitad. Yo pienso igual. Los libros enseñan y nos permiten conocer experiencias que nunca tendremos. Leer es un acto de una implicación emocional tan íntima que es como si viviéramos aquello que estamos leyendo.
¿Y cómo ve el mundo editorial?
Más optimista y con más ganas. Ha superado una crisis muy importante. Ahora hay alegría y ganas de hacer cosas.
¿Han ayudado las redes sociales?
Ayudan en unas cosas y perjudican en otras. Internet es un buen mecanismo pero depende del uso, fomenta la difusión de una manera nunca vista, pero está el fantasma de la piratería. Somos un país poco lector y los derechos de autor es algo abstracto para muchos. La piratería empobrece a la sociedad.
En el fondo está la educación.
Todo tiene que ver con la educación, pero se puede educar a cualquier edad de la vida.
¿Qué proyectos tiene a la vista?
Escribir, no soy nada original. He pasado un año dando muchas vueltas, viviendo la vorágine del premio y ahora me apetece olvidarme de él y hacer lo que yo adoro: levantarme, ponerme mi ropa de yoga, zapatillas y no moverme de casa en semanas escribiendo.
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