Venga, un poco más, no te me vengas abajo ahora! ¡Hay que sufrir, ya lo tienes! ¡Ánimo, dale duro! Cuando ya no puedes más, cuando ... te has vaciado y estás a punto de llegar al límite, siempre se agradece una voz amiga que te anime y te haga sacar fuerzas de no sé dónde. Sin embargo, a veces no hay voces que valgan. Llegas hasta donde llegas y punto. ¡Aquí me quedo! Así que hay que ser muy competitivo para seguir adelante cuando ya no puedes más y tener mucha resistencia para, por ejemplo, llevar toda la legislatura quejándose amargamente del incumplimiento de un pacto de gobierno y seguir. «Hay que aguantar», dice la voz 'amiga'. Y ahí sigue él, fiel a su partido para lo bueno y para lo malo, acatando las decisiones.
Pero ese aguante, esa capacidad de sufrimiento es diminuta en comparación con la nuestra, la de una ciudadanía que contempla perpleja lo que ocurre a su alrededor. Y es que hay que aguantar mucho, ser ultramaratoniano, para mantener la calma con nuestros gobernantes cuando nos sorprenden en negativo con algunas de sus 'acciones' que cuestionan hasta ellos mismos. «No sé qué pensarán los franceses, alemanes o los noruegos de nosotros», dice nuestro presidente al referirse al «terremoto» político nacional en medio de una crisis sanitaria y económica que sigue golpeando con fuerza. No hace falta ir muy lejos, presidente, para conocer la respuesta. Ya le digo yo -mejor dicho el Icane- lo que piensan los cántabros: el 73% recela de los políticos de este país. Suspenso. Y eso que esa estadística está hecha el año pasado, el primer año de covid, cuando, en sus inicios, la pandemia nos ablandó a todos un poquito, incluso en el plano político. Un espejismo, claro. Y como esto no va a cambiar, ¿qué es lo que tenemos que hacer? Hay que aguantar.
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