A lo largo del Camino de Santiago suele haber encuentros con personas que ayudan a llevar a cabo el propósito. Son como mediaciones o ángeles ... del camino. Formábamos el grupo 51 alumnos y alumnas de 4º de ESO del colegio y los acompañantes. El primer serafín fue Ángel, el conductor del autobús, que nada más presentarse se puso a disposición para ayudar en lo que fuera menester. Fue un colaborador vital a la hora de manejar el GPS, dar orientaciones y facilitar todo aquello que tiene que ver con intendencia.
En Palas de Rei fueron iluminadoras las palabras del comboniano P. Mariano que, en su breve alocución en la homilía, habló a todos los peregrinos de la mochila, no de la física, sino la otra, la que cada uno lleva, y que en ocasiones pesa mucho. Mochilas pesadas son las enfermedades físicas y mentales, las pérdidas de personas queridas, las adicciones de todo tipo que podemos arrastrar y padecer. Mochila es nuestra historia, nuestros rencores, el acoso sufrido, nuestro ser incapaces de aceptarnos y querernos, tantas mochilas, que duelen y que dificultan el camino del crecimiento, de la paz interior y espiritual.
Arzúa, aquí nos tocó pagar el tributo de los kilómetros yendo al Centro de Salud y allí nos encontramos con Carmen, la enfermera, y con Eusebio, el médico. No solo nos ayudaron, con sus curas y profesionalidad, nos dijeron también que el camino es metáfora de la propia vida. Hubo muchos más ángeles, cada uno tiene los suyos. «El día que tú dices: ¡es suficiente!, tú estás ya muerto. Avanza siempre, avanza caminando, no retrocedas, no te salgas de la ruta». Nuestro Padre San Agustín.
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