El arte de decir adiós
Hay muchas formas de partir de un sitio en el que has sido feliz, has dado lo mejor de ti, y además has hecho un ... servicio, con sus luces y con sus sombras. Los hay que quieren dejar todo atado y bien atado, y en el fondo su sombra seguirá estando presente, porque en el fondo no se quieren ir. Los que despotrican y se vuelven locos, y mueren matando, y su partida se ve con un gran alivio para todos, hasta para los más cercanos. Incluso, los qué a base de murmuración, susurros y malas palabras, ajustan sus viejas cuentas. También, por supuesto, los que saben cerrar ciclos y saben irse como Dios manda, y dejan un buen olor difícil de igualar. Y es que hay personas que con su sola presencia son capaces de sacar lo mejor de los que tienen cerca, por su modo de actuar, de callar y de tratar a los demás.
Hay un arte que no sale en los libros ni en los manuales de autoayuda, y que como mucho puede aparecer en la sabiduría clásica. Es el arte de saber despedirse: elegir con sana libertad el momento apropiado para dejar el lugar, el sitio donde has sido todo lo que un día soñaste ser.
Toda institución, una parroquia o un colegio, tiene sus ciclos, y nunca se pueden circunscribir a una persona. Porque en la vida, lo fácil es subir la montaña, y lo complicado es bajarla, porque es ahí cuando te puedes despeñar. La madurez también se expresa en las despedidas. En la vida, salir por la puerta grande es un arte al alcance de muy pocos.
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