¡Se está ahogando!
El mundo está en un proceso de transición hacia un nuevo paradigma del que ignoramos muchas cosas, salvo que China será la nueva primera potencia mundial
George Will, un escritor al que ya he citado alguna vez, uno de los periodistas de opinión más respetados de Estados Unidos, conservador-libertario de ... toda la vida (79 años), muy bien conectado e informado siempre, ha aludido en su última columna a una confusión que todos los asiduos playeros hemos experimentado alguna vez, al ver gesticular a un bañista alejado de la orilla: «No, no está saludando ¡se está ahogando!». Will utiliza esta metáfora para referirse a la situación actual del presidente Trump; en la pluma de cualquier otro escritor lo hubiera tomado por una formulación de deseos, pero si lo ha olido el normalmente infalible olfato de G. Will es preciso tomarlo muy en cuenta.
Quizá me haya influido también lo que pocos días antes había leído en el Washington Post; el grupo de senadores republicanos, encabezado por su jefe de filas Mitch McConnell, está convencido de que Trump perderá en noviembre. Tanto, que toda su política en el Congreso se ha orientado a poner las cosas lo más difícil posible a los potenciales sucesores demócratas. Y es que las encuestas también predicen que los republicanos van a perder el Senado; de ser así, los demócratas obtendrían lo que aquí llaman una 'trifecta': Presidencia, Senado y Cámara de Representantes. La política republicana consiste básicamente en ahogar la economía de los Estados gobernados por demócratas, y en ralentizar la recuperación económica y social del país en general. Ya ven, queridos lectores, que «en todos los sitios cuecen habas...».
Pero volvamos a Trump. Hay un pesimismo generalizado respecto a la posibilidad de que Estados Unidos se libere del nefasto influjo del actual presidente durante otros 4 años; lo cual tendría consecuencias impredecibles, no sólo para Estados Unidos sino para el resto del mundo. Pues bien, George Will ha hecho que un servidor cambie de idea. Ahora vuelvo a abrigar la esperanza de que los americanos le nieguen a Trump un segundo mandato. Esa sí que sería una gran noticia, la deteriorada imagen de Estados Unidos podría comenzar a recuperarse.
Digo buena noticia porque el mundo está en un claro proceso de transición hacia un nuevo paradigma del que ignoramos muchas cosas. Pero una cosa parece cierta, China sería la nueva primera potencia mundial. Si China llegase a tener la misma influencia en política internacional, que la que ha gozado Estados Unidos durante la mayor parte del siglo XX, sería una mala noticia para las democracias liberales que predominan en Occidente. La llamada democracia iliberal, por otro nombre capitalismo autoritario, sería el nuevo modelo a imitar.
Occidente necesita unos Estados Unidos en plena forma. Europa sola no tiene la capacidad de establecer un «equilibrio de poderes» que procure estabilidad al sistema internacional. En manos de Trump vamos de cabeza hacia un nuevo conflicto mundial que, en el mejor de los casos, se limitaría a una guerra fría como la que hubimos de soportar durante la segunda mitad del siglo XX. Sólo que, en esta oportunidad, es muy probable que Estados Unidos fuera la perdedora. La Guerra Fría de 1945-1999 fue una titánica lucha ideológica, económica y tecnológica que, en 1962, puso al mundo al borde de una guerra nuclear. Cosa que afectó prácticamente a todo el globo terráqueo e incluso a su satélite lunar. La nueva guerra fría, muy diferente en cuanto a los medios utilizados, no sería menos peligrosa. Dado el progreso tecnológico de China, tanto en el aspecto cibernético como en software, y puesto que China cuadruplica a Estados Unidos en población, las posibilidades de que salga ganando no son nada despreciables.
El sueño de que China se democratizaría a medida que fuese en aumento su prosperidad, se ha desvanecido como un azucarillo. China ha sido capaz de reconstituir en los últimos 40 años un sistema comunista que, con Mao Zedong, terminó dando boqueadas. China ha conseguido bloquear el sistema global de internet y controlar el uso en su territorio estrechamente. Un aviso de lo que nos esperaría si China pudiera ejercer una influencia mundial comparable a la de USA. No olvidar que internet se ha revelado como una herramienta mucho más ambiciosa que la de por si prodigiosa comunicación instantánea entre cualquier punto del globo. Lo que llaman 'Internet de las cosas' es un instrumento de control que va mucho más allá; no sólo el control de las personas sino el control de los mercados, mediante el control de la interconexión entre miles de millones de aparatos. Eso es lo que está en juego en la guerra que se ha desatado, utilizando la tecnología 5G como «casus belli». Quién maneje el funcionamiento del 'Internet de las cosas' tendrá una ventaja estratégica muy difícil de contrarrestar. Y no, no se trata simplemente de una guerra personal entre dos presidentes particularmente disruptivos que desaparecería con ellos. Se trata de un cambio histórico entre dos superpotencias, que siempre fue muy problemático y con tendencia a resolverse mediante una gran guerra.
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