Leyes chapuza y cambios de opinión
Legislatura tras legislatura, los españoles vemos a los políticos en el Gobierno hacer lo contrario de lo que dijeron cuando estaban en la oposición
El aprovechamiento de cualquier proyecto de ley que en un momento dado se esté discutiendo en el Parlamento español para introducir en su texto, vía ... enmienda del grupo político que sostiene al Gobierno de turno, una disposición que nada tiene que ver con la ley en cuestión, no es sino una chapuza que debiera estar total y absolutamente prohibida, pues ello lo único que pretende es hacer pasar desapercibido para la opinión pública un tema que debiera ser conocido y valorado por los ciudadanos a quienes, lógicamente, va destinado. Igual ocurre cuando tales disposiciones legales se incluyen en decretos que, tratando sobre un tema concreto, lo aprovechan para introducir una nueva medida totalmente ajena al texto principal y objeto fundamental de su aprobación.
No es mi intención, dado que soy lego en la materia, entrar en debates en los que poco o nada podría aportar, sino simplemente poner de manifiesto el sistema utilizado por algunos de nuestros legisladores para ocultar el fondo de la cuestión que en un momento dado quieren aprobar, utilizando para ello una vía tan oscura como chapucera, que siendo legal es, sin embargo, tan ilógica como engañosa, y que, pese a lo cual, es cada día más utilizada, razón por la que parece razonable que se ponga fin a la misma adoptando para ello la disposición legal que corresponda. Disposición legal, innecesario es decirlo, hecha de forma directa y a la luz del día, sin utilizar el subterfugio de introducirla mediante una enmienda en una ley, por ejemplo, de bienestar animal o, por qué no, de limitación de velocidad en nuestras carreteras.
Pedir tales medidas al Gobierno que diariamente utiliza tales métodos y a los grupos políticos que en el Parlamento se los aprueba sería, además de una demostración de ingenuidad, una pérdida total de tiempo, razón por la que, como en otras muchas cuestiones, debemos dirigirnos directamente a los grupos políticos de la oposición y, muy fundamentalmente, a aquel que por ser el mayoritario tiene más posibilidades de desempeñar, en un momento dado, la gobernación del país. Para ello, al igual que en tantas otras cuestiones que afectan a los españoles, lógico sería que dichos partidos expusieran con claridad lo que sobre ello piensan y lo que, a tal fin, están dispuestos a realizar cuando alcancen el Gobierno.
Y es que no es lógico que, legislatura tras legislatura, los españoles sigamos viendo a los políticos que están en el Gobierno, y a quienes por formar parte de las siglas que los mismos representan les apoyan ciegamente, hacer lo contrario de lo que dijeron cuando estaban en la oposición, limitándose a decir, para justificarse, que es que han cambiado de opinión –riéndose así, a mandíbula batiente, de quienes les votaron, a los cuales, les guste o no, también les hacen cambiar de opinión–, mientras que los que en ese momento están en la oposición critican tales medidas para luego, quizás, hacer ellos mismos, cuando lleguen al Gobierno, exactamente lo mismo sobre otras cuestiones ahora prometidas, cuando no sobre las mismas que ahora critican.
Para ello es fundamental que la oposición exponga a los ciudadanos los textos concretos de los proyectos legislativos que presentará tan pronto acceda al Gobierno, entre los que no debiera faltar uno que evite chapuzas legislativas como las indicadas y otro que exija que en caso de un cambio fundamental entre lo prometido a los electores y lo que luego quieran hacer desde el Gobierno sea sometido el mismo a la decisión de todos los españoles, convocando unas nuevas elecciones en las que expongan los cambios que proponen o, alternativamente, lo que hizo Felipe González cuando prometió en la campaña electoral 'OTAN de entrada NO' y luego, ya en el Gobierno, impulsó nuestra permanencia en la misma, lo que finalmente hizo, previo, eso sí, celebrar un referéndum entre todos los españoles, los cuales, por cierto, le dimos nuestra aprobación.
Por todo ello, y al objeto de corregir tanto desaguisado como diariamente observamos y padecemos, sería lógico que los españoles exigiéramos a nuestros políticos 'no más chapuzas, engaños y cambios de opinión', no sea que, de seguir así, los que cambiemos de opinión seamos los electores ante el disgusto con el partido al que hemos votado al sentirnos engañados y traicionados por el mismo, tal y como seguramente le ocurrirá, a no muy tardar, al PSOE, ahora reconvertido en el partido del Sr. Sánchez. Cuando eso suceda es seguro que quienes ahora le aplauden y jalean le echarán la culpa por haber llevado sus antiguas y respetadas siglas a su irrelevancia, olvidándose de que son ellos los que con su actual apoyo le mantienen en el poder y le permiten hacer lo que hace diariamente con golpistas independentistas y herederos de los terroristas de ETA, cuyo único objetivo es aprovecharse de todos los españoles y, si pudiesen, destruir nuestra querida España.
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