Santander y la crisis climática
Una buena plantación arbórea salva vidas y ahorra gasto sanitario: se reducen un tercio las muertes por calor
Quizá Santander aún quiera vivir en el espejismo de que no padeceremos ninguno de los males que acucian a la mayoría de los territorios de ... nuestro planeta: contaminación, calentamiento, subida del nivel del mar. Cuando Sevilla rebasa 40º nosotros permanecemos lejos de esa cota, pero también nos afecta. Los veranos son más largos, calurosos y secos. En el norte, acostumbrado a temperaturas frescas, lluvia y verdor, es un problema.
El calentamiento incrementa la contaminación ambiental, que causa 300.000 muertes anuales prematuras en la UE, 25.000 en España, 15 veces más que por accidentes de tráfico. Aumenta la resistencia a los antibióticos, una de las mayores amenazas para la salud según la OMS. Las enfermedades cardiopulmonares, asma, cánceres (entre ellos, mama y pulmón en quienes no fuman) originados por la contaminación cuestan entre 231.000 y 853.000 millones de euros. La Eurocámara lo llama pandemia a cámara lenta. Mejorar la vida en las ciudades reduciría en una década el 75% de esos fallecimientos. No podemos seguir de brazos cruzados, hacer oídos sordos, aducir disculpas simples: más contamina un avión que mi coche, de algo hay que morir y seguir pensando que Santander es bonito. Hasta que el muerto sea uno mismo ¿no? Si nos dijeran en el lecho de muerte que sin nuestra devoción por llegar en coche a todas partes y con un diseño urbano adecuado podríamos haber vivido diez o más años con salud ¿qué pensaríamos?
Muchas ciudades ya han puesto en práctica medidas para cuidar el medio ambiente y mejorar la calidad de vida de sus habitantes: aprovechamiento total de agua de lluvia (aquí se desperdicia), zonas de sombra y refugio contra la insolación, menos asfalto, eliminar tráfico en el centro, prohibir los vehículos contaminantes, cobrar tasas por acceder al centro en coche, facilitar el desplazamiento al pie y en bicicleta, más hierba y arbolado, para conseguir aire limpio y bajos decibelios. Los árboles disminuyen considerablemente la temperatura, los coches la aumentan. El asfalto se calienta mucho, 5º a 15º más que el aire, pero si la vía está bien arbolada para dar sombra y hay fuentes, se reduce mucho el calor. Se llaman refugios climáticos. Una buena plantación arbórea salva vidas y ahorra gasto sanitario: se reducen un tercio las muertes por calor.
A Braga, ciudad portuguesa con una cantidad de habitantes similar a la nuestra, la ha premiado la Comisión Europea por la movilidad sostenible, pacificar el centro y aumentar las zonas verdes. Vitoria y Pontevedra también han recibido premios por esa razón. ¿No podemos hacer lo mismo? Nos falta ambición y nos sobra pasividad. Soluciones como todas las citadas debían haberse implantado el 1 de enero de 2023. Santander se ha negado. Puede perder fondos europeos, por tanto. Pero está en juego la salud. Todos los gestores públicos están obligados por la Constitución a preservar la salud y el medio ambiente. ¿La desobedece nuestro ayuntamiento?
Santander es de las menos peatonalizadas, con exceso de ruido y contaminación. Los niños no tienen caminos escolares seguros sino tráfico intenso, mala calidad del aire y excesivos decibelios que merman la concentración intelectual. No se restringen los vehículos motorizados, se favorecen. Muchas calles y plazas solo son asfalto, plenas de insolación, con poquísimos bancos a la sombra de un árbol. Me sorprenden los elogios por nuestra calidad de vida cuando mis próximos y yo padecemos más alergias, observamos más temporadas de sol sin viento que limpie el aire, se huele y se ve la contaminación en la zona baja de la ciudad con tráfico denso, y el peatón encuentra demasiados obstáculos para desplazarse libre y tranquilamente. Es un paria cuando coches y motos ocupan el 70%- 80% del espacio urbano. ¿Nadie ha comprobado lo que se tarda en coche por el centro, incluido el tiempo de buscar aparcamiento y encontrarlo?
Las ciudades que progresan son generosas con el peatón y hostiles para el coche. Santander se comporta a la inversa: favorece el tráfico contaminante que invade el espacio público. Vivir como hace cincuenta años es un atraso y un riesgo. Urge modernizarse y cambiar la movilidad. Si no lo hacen por ustedes, por sus hijos y nietos. Ellos merecen un futuro mejor: la ciudad para las personas, no para los coches. Nos preguntamos cuál es el plan municipal, si lo tiene.
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