La hambruna de Hamás en Gaza
La privación es un arma de guerra más del Movimiento de Resistencia contra Israel a costa de los gazatíes más vulnerables
Es tanta la saturación de información sobre Israel y Palestina, tan intratable el entramado de realidades tergiversadas y de adhesiones inamovibles en uno y otro ... bando, que queda la impresión de que cualquier punto de vista que se proponga se diluirá antes incluso de ser pensado. Domina una suerte de impotencia frente a la acumulación de verdades falsas. Hasta es temerario defender una mínima razón israelí ante auditorios europeos en general, españoles en particular.
Que la operación militar israelí en Gaza está matando a niños es un hecho. Que los médicos allí están desbordados, practicando una ruleta de supervivencia sin instrumental, sin fármacos, sin esterilidad para las operaciones, es innegable. También es incuestionable que las mujeres dan a luz a nuevas vidas entre el humo de los misiles israelíes reduciendo a escombros las precarias viviendas del pueblo llano y el inaudito dolor que es mezcla de la carencia de anestésicos y del agujero en el alma que deja un familiar mutilado por la fuerza israelí.
Ninguna guerra es limpia y la población civil es la víctima principal. El Movimiento de Resistencia Islámica Hamás gobierna Gaza desde 2007, después de ganar en 2006 las elecciones legislativas en la Autoridad Palestina, esto es, en Gaza y en Cisjordania. Tras la victoria electoral islamista, el liderazgo de Fatah en la Autoridad Palestina rechazó que Hamás entrara en el Gobierno; Hamás ejecutó un golpe de Estado en la Franja, expulsó de ella a la administración de Fatah y tomó el control completo de Gaza, donde ha sido gobierno único.
Así, Hamás ha invertido más de quince años en implantar un régimen totalitario sobre Gaza, infiltrando todas sus estructuras y bunkerizando la sociedad, tanto ideológica como estructuralmente, para utilizarla como plataforma en su objetivo fundacional de destruir Israel. El 7 de octubre de 2023, Hamás invadió Israel desde Gaza, esquilmando, con saña sádica, las vidas de más de 1.200 judíos en suelo hebreo y secuestrando a cientos. Estos, igual, son hechos indubitables.
Tras la guerra iniciada por Hamás desde su feudo en Gaza, el objetivo militar israelí sobre territorio enemigo es tan intrincado que parece imposible. Con el ineludible deber de liberar a sus ciudadanos secuestrados, pretende desenraizar a una nutrida fuerza militar hostil de un lugar alienado de tal manera que Gaza es indistinta del cortijo de Hamás. Ese mimetismo se exponencia en una población que, por el peso del conflicto histórico entre Israel y Palestina, está, en su grueso, identitariamente convencida de que la supervivencia del pueblo palestino depende de la destrucción del Estado hebreo.
Hamás es un actor gubernamental no estatal en una jurisdicción, Gaza, desde la que ha declarado una guerra y militarizado a su población. Sí, a los niños y a las mujeres embarazadas también. En orden de batalla, domina los suministros que entran en su feudo por cualquier ruta de cooperación internacional que se abra. Es insensato negar que militares individuales de Israel violen los códigos de la guerra en Gaza. Tampoco que haya distintos niveles de corrupción en la ofensiva israelí. El israelí es un pueblo como otro cualquiera, con su porcentaje de criminales. Descontando a estos, la fiscalización por Israel de la ayuda humanitaria a la Franja intentaría quitarle a Hamás otra de sus armas, la incautación de los alimentos y las medicinas de los gazatíes.
Sin embargo, el escrutinio previo sobre los cooperantes no evitará que haya un momento en la cadena en que Hamás enajene el reparto y consumo de víveres, incida en la privación de la población civil y culpe de la inanición a los judíos. La alienación yihadista de la comida se hace tanto por vías directas como permitiendo operar a mafias locales que trafican con cualquier necesidad vital.
La hambruna en Gaza es un arma de guerra más de Hamás contra Israel a costa de los gazatíes más vulnerables, que son reclutados a la fuerza por Hamás como 'shuhada', mártires islamistas en la yihad contra el pueblo judío.
Criticar al Gobierno israelí no es, en neto, antisemita. Es posible estar contra el sionismo sin ser antijudío: judíos antisionistas siempre han existido. Rechazar la implacable política israelí de asentamientos en la Cisjordania palestina cabe que sea una convicción sin odiar a los judíos. Pero el europeo medio, lastrado por una herencia de diez siglos de antijudaísmo en vena, está lejos de Gaza y desconoce al pueblo israelí.
La realidad europea y estadounidense dominante sobre Gaza atribuye a Netanyahu y a sus ministros psicópatas una guerra de exterminio de los árabes para, con ella, mantener el sillón del Gobierno en Israel. Es razonable sugerir, como hipótesis, que tal creencia está configurada por un relato cocinado en la trastienda del aparato de propaganda internacional de Hamás, que parasita el ansia legítima de la mortecina izquierda política israelí, y de la más potente maquinaría del ala liberal de las comunidades judías estadounidenses, de acabar de una vez con la era Netanyahu en Israel.
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