Somos lo que decidimos
Las elecciones por las que optamos son las que determinan el curso de nuestras vidas
Al inicio de mi carrera profesional un gran empresario me dijo: «en la empresa se paga en función de la importancia de las decisiones que ... cada uno toma». Nunca he olvidado esa frase, tan cierta como difícil de aceptar por muchas personas. Estoy totalmente de acuerdo con ella pero no sólo a nivel profesional, es válida en todos los ámbitos de nuestra vida.
En la mayor parte de las circunstancias debemos tomar una decisión, con valentía, con determinación, con firmeza (a veces), con seguridad y siendo conscientes de la repercusión que ello pueda tener, pero asumiendo que si no decidimos nosotros, otros lo harán en nuestro nombre y sus decisiones pueden llegar a ser contraproducentes, además de inevitables, para nosotros.
Las elecciones por las que optamos en la vida y las decisiones que tomamos en base a esas opciones son las que determinan el curso de nuestras vidas. De hecho, también recuerdo una frase que leí con 18 años y que decía: «la vida de toda persona depende de tres síes y tres noes dados en determinado momento». Siempre me quedé con esa idea en mente y así está siendo.
Hay personas que no toman decisiones, otras que lo hacen tarde, otras que en su parálisis se quedan a verlas venir y otras que quieren que las tomen otros por ellos. En cualquier caso, como todos hemos oído alguna vez, no hay peor decisión que la que no se toma, sobre todo cuando somos conscientes de que debemos afrontar los hechos o circunstancias y coger al toro por los cuernos antes de que éste nos lleve en volandas por delante.
En la toma de decisiones hay dos enemigos importantes. Uno es la cobardía, el no ser capaces de afrontar la decisión por los pensamientos y creencias limitantes pensando que el resultado será negativo. En este caso es importante tener claro si lo que debemos decidir es bueno para nosotros tenga o no consecuencias colaterales. La decisión debe tener un conjunto global de satisfacción con el menor perjuicio posible para terceras personas. El otro es la comodidad, el estar asentado en un terreno confortable donde no tengamos sobresaltos ni grandes retos; simplemente sobrevivir de la manera más cómoda. En este caso la vida siempre es tozuda y nos suele destantear por no haber querido salir de esa zona de confort y rechazar la posibilidad de evolucionar. Este es el factor que hace que necesitemos tomar decisiones, nuestra propia evolución, la de los demás y la del conjunto de la sociedad y hay que estar ahí, a pie de cañón para no quedarnos atrás.
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