Diferentes modos de juzgar
No juzguéis y no seréis juzgados». Esta frase bíblica no solamente tiene sentido para rechazar los juicios que hacemos a los demás, sino que, también, ... es muy indicativa de que aquellos que juzgan a otros, delante de nosotros, nos juzgarán a nosotros, delante de otros; quien juzga siempre lo hace creyéndose mejor que los demás, con la superioridad moral de quien siempre lo hace todo bien. El juicio, en el fondo, es un desprecio hacia el otro, es un acto de vanidad y, como decía Jesucristo, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra y, lo mejor, en este caso, es no tener piedras alrededor para, ni siquiera, tener la tentación de tirarlas. Quizá no lo sepas, que tanto los niños con altas capacidades como aquellos que tienen ciertas limitaciones cognitivas, con quienes mejor se relacionan es con los animales (caballos, perros o gatos) y ¿sabes por qué? Porque los animales no juzgan; simplemente están contigo porque se sienten a gusto, sin más.
Pero de lo que hoy quiero hablar es de esos otros juicios, sutiles, aparentemente inocentes, no tienen por qué ser juicios sumarísimos, sino, simplemente, pequeñas muestras de que juzgamos y, por tanto, despreciamos o recriminamos determinado tipo de comportamientos. Me estoy refiriendo a cuando llevamos a cabo expresiones con pequeñas palabras de rechazo, con microgestos (elevando las cejas, mirando para otro lado, agachando la cabeza, con expresión de rechazo, etc.) que denotan descreimiento ante lo que se nos dice o rechazo del comportamiento o de las palabras que estamos percibiendo.
Estos pequeños gestos son juicios y, aunque no lo creamos, todos los percibimos, nos damos cuenta y nos sentimos rechazados de un modo inconsciente, pero que nos genera rechazo ante quien lo ha efectuado. ¿Cómo se resuelve esto? Muy sencillo: ante cualquier duda o diferencia de opinión o de criterio o cualquier aspecto en el que estemos en desacuerdo con alguien, lo mejor es preguntar por qué dice o hace esa persona tal cosa. Ante la pregunta, con la respuesta obtenida, estamos dando la oportunidad a que alguien nos ilustre o nos manifieste su visión de las cosas y nosotros tendremos la opción de decir que estamos de acuerdo o en desacuerdo, pero sobre el hecho en sí, mientras que, si juzgamos con la palabra o con los gestos estamos contradiciendo a la persona, no al hecho en sí mismo y ahí es donde surge el dolor, el desafecto o el rechazo del otro.
No hay por qué estar de acuerdo con los demás en todo, pero de lo que tenemos que hablar es del todo, no de los demás y es mejor valorar que juzgar; la valoración incorpora algún criterio de medición, el juicio que hacemos siempre es subjetivo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión