Las etapas de la vida
Todas estas fases hay que vivirlas con el mayor grado de intensidad posible
Esta mañana he recibido una llamada de una mujer de Barcelona, con 89 años. Ella tuvo una vida muy intensa, con una profesión muy reconocida ... y a la que se ha estado dedicando hasta fechas muy recientes y, entre otras cosas de las que hablamos, se sorprendía de que, últimamente, cada vez iba perdiendo más fuerza, más frescura en su cuerpo, en sus movimientos y se preguntaba que ¿por qué tenía que ser así? Mi respuesta, que resultó ser afortunada, fue que nacemos como bebés, sin fuerzas, sin ni siquiera poder sostener nuestro propio cuerpo y que vamos evolucionando en la vida hasta terminar nuestros días también como bebés, sin fuerzas y sin poder siquiera sostener nuestro cuerpo.
Somos el único animal que comienza a andar a cuatro patas, más adelante, durante buena parte de nuestra vida, nos desenvolvemos bien con dos y terminamos nuestros días con tres o con ruedas. Sin duda la vida es un ciclo, en forma de campana, en el que vamos creciendo poco a poco en capacidades físicas emocionales e intelectuales, con diferentes fases muy destacables. Desde el punto de vista físico, el apogeo de nuestro cuerpo está entre los 18 y los 20 años, a partir de ahí vamos cayendo. A nivel cerebral hasta los 25 años, aproximadamente, no termina de madurar el cerebro. En el plano emocional, si hemos sido capaces de eliminar, o de no padecer, traumas, y hemos tenido unos apegos saludables, básicamente proporcionados por nuestros padres, en la madurez de nuestra vida es donde consolidaremos un mayor nivel de estabilidad emocional. Las capacidades intelectuales, la neurociencia constata que, van creciendo con un culmen en torno a los 55 o 60 años, si bien, dentro de un estado de salud razonable, la experiencia nos permite complementar esa caída, hasta el final de nuestros días, siendo intelectualmente cada vez más capaces, sobre todo si tenemos la inquietud de aprender constantemente.
Al final de nuestros días y dependiendo de si hemos padecido, o no, algún tipo de enfermedad neurodegenerativa, podemos llegar a terminar nuestra vida con plena capacidad; nunca con la frescura y rapidez de los 25 ó los 30 años, pero sí con el tino y el acierto que proporciona la experiencia y el conocimiento acumulado durante tantos años. Todas estas fases de nuestra vida hay que vivirlas con el mayor grado de intensidad posible porque, en el fondo, lo que vamos haciendo, como decían los clásicos, es esculpir nuestra personalidad, como cantara Serrat, golpe a golpe, verso a verso, superando adversidades, eliminando frustraciones, experimentando alegrías y satisfacciones y sobre todo siendo capaces de disfrutarlas junto a las personas con las que nos sentimos más vinculados. Ahora bien, la etapa que vivas, siéntela con plenitud, a cada instante.
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