Machado y las Españas
¿Para qué queremos enemigos de nuestra patria si tenemos a los mejores dentro?
Seguro que en alguna ocasión has escuchado o leído el famoso y acertado poema de Antonio Machado, que dice: 'Ya hay un español que quiere / ... vivir y a vivir empieza / entre una España que muere / y otra España que bosteza. Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón'.
Pues en estas mismas seguimos décadas y décadas después, sumidos en la misma separación, rompiendo en pedazos esta España que nos une, o que nos debiera unir a todos, compartiendo un mismo territorio, esculpido desde hace millones de años en la piel de toro a la que tanto estamos sangrando. No se puede entender una nación desde la división; el significado último de nación es agrupación, es un marco de convivencia en el que todos cabemos. Pero desde que nacimos a la democracia, hace 45 años, gracias al independentismo, basado única y exclusivamente en el economicismo del beneficio de los políticos que gobiernan esas regiones, de esos poderes fácticos y en algunos casos de resentidos, de no sé qué tiempos pasados, y también de muchos mediocres que sienten que en un pequeño terruño van a ser más preeminentes que sentados a una mesa común más grande, en la que no destacarían, llevamos demasiado tiempo discutiendo esa unidad de España. En estas últimas semanas por el deseo exclusivo de un dictador de ambición de poder, que lo único que ambiciona, en relación con el interés general, es su propio interés.
Estos lodos vienen de unos polvos de 30 y 40 años atrás, en los que, con mayoría absoluta, los líderes de los principales partidos quisieron seguir manteniendo una ley electoral caduca, arbitraria e injusta, en beneficio de su propio interés, para pactar cuando fuera de su conveniencia. Ahí están las dos Españas, la conservadora, que lo único que se dedica es a gestionar las pérdidas económicas de las inversiones sociales que realiza la progresista, que el único progreso que quiere es el de los suyos, el de aquellos que defiende y abandera. Si bien lo que ahora sucede es incomprensible; somos el país del mundo con mayor nivel de descentralización de las regiones que lo componen y siendo así aún quedan «capítulos por negociar», como dicen los independentistas (que nunca negocian, sólo quieren imponer sus exclusiones exclusivas), hasta que al final ya no quede nada que negociar y que la fruta madura de la independencia caiga por su propio peso. ¿Para qué queremos enemigos de nuestra patria si tenemos a los mejores dentro? Tenemos que elegir entre la amnistía sediciosa y ambiciosa o padecer la anestesia del olvido de lo que fuimos o seguir en la calle reclamando lo que aún tenemos.
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