Nuestra propia secta
Quizá el aspecto que menos conozcamos de las personas que nos rodean (familia, amigos, conocidos o compañeros de trabajo) sea el de sus traumas, dificultades, ... ansiedades o heridas afectivas de todo tipo y que llevan arrastrando media vida o una entera. Muchas de ellas experimentaron un exceso o una carencia que afectó a su equilibrio emocional, que minoró y limitó el resto de sus capacidades mentales o emocionales y han quedado presos de sí mismos, con una inestabilidad que les incapacita para una vida plena con un sentimiento de felicidad razonable.
¿Qué sucedió con estas personas? Pues que ese trauma provocó una alteración tan profunda que reprogramó el 'software' emocional y propició una transformación en su personalidad que les sometió a una voluntad ajena a su naturaleza; esa alteración la comparo, pues los efectos son muy similares, a la de una persona que se ve sometida a los designios de una secta, del tipo que sea, que hace que su voluntad se trastoque y todo en ella se oriente al nuevo vínculo programado por otros y, en el caso que ahora describo, programado por unas circunstancias que fueron determinantes y, a partir de ellas, la persona pasa a vivir presa de si misma para vivir, una parte de ella, con una realidad que no se corresponde con su propia esencia.
A partir del trauma, o del hecho determinante, la persona comienza a vivir esa nueva realidad que, día tras día y con diferente sintomatología, se va convirtiendo en su nueva morada, en su nuevo modus vivendi que le hace comportarse, en su fuero interno, como si esa realidad alterada fuera la verdadera, aquella con la que tiene que vivir y que, por otra parte, le condiciona en la carencia de la plenitud anterior.
Y ¿qué se puede hacer en estos casos? Desde mis limitados conocimientos (tan sólo divulgo lo que siento y experimento; no soy psicólogo ni psiquiatra), hay que reprogramar, se trata de reencontrarse con la realidad genuina y original, sacando a la persona de su propia secta para liberar todos esos condicionamientos.
Cuando nacemos, como un ordenador que sólo es máquina o 'hardware', el entorno de padres, hermanos, familia y amigos, en este orden, van programando nuestra personalidad. Si todo va bien, si no hay conflictos o disonancias, la persona proseguirá su vida con un razonable equilibrio emocional, pero ante cualquier tipo de alteración o virus, el ordenador comenzará a funcionar con programas 'hackeados' que derivarán en que, en un momento determinado de la vida, el 'software' comience a fallar y el 'malware' rompa las cadenas de la matemática emocional y haya que reprogramar, para eliminar esas secuencias alteradas que anularon o minimizaron el funcionamiento del conjunto del sistema, de nuestro sistema, de nuestra personalidad.
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