Salvo error u omisión, nada en la capital de Cantabria honra la memoria de Gabino Teira Herrero (1885-1964). Quien, en Torrelavega, su cuna y ... lecho, goza de justa memoria. En la placa de fundadores del Centro de Estudios Montañeses (1932) por mí elaborada figura alfabéticamente en último lugar. Al final; pero no el último. (en la clásica expresión sajona, last but not least). Cofundador del CEM, con nueve compañeros de aventura, cuando la ventura quiso que asumiera progresivamente la Vicepresidencia, la Presidencia temporal y la Presidencia plena de la Diputación Provincial (1931-1936), el viento sopló de cara para la neonata empresa cultural.
Sus favores al CEM son cuantiosos. Como a tantísimas otras aventuras por él apadrinadas. Pues si algo caracterizó a tan culto abogado, político, deportista y musicólogo fue su condición de fundador de todo lo fundable y por fundar. El fundador por antonomasia, con un animoso grupo de amigos y colaboradores, puso en pie la Real Sociedad Gimnástica de Torrelavega (1907). Y la Biblioteca Popular, «una biblioteca para el pueblo», inaugurada el 13.11.1927, con una conferencia de Víctor de la Serna. En esa Biblioteca, que hoy honra su nombre, aprendió a volar por libre el pintor Eduardo Pisano, que de Teira y su Biblioteca hablaba con fervor republicano, y el apolítico escultor Mauro Muriedas.
En el plano privado, igualmente generoso anduvo al fundar con Milagros Fernández Sagarminaga un familión de doce ramas; desde Elena, la primogénita, a Blanca, a quien llegué a tratar. Así como a Manuel, médico y primer alcalde de Torrelavega, pelo cano y gafas de gruesa pasta negra, en el tiempo aquél en el que nos regalamos la democracia que hoy sufrigozamos.
A su entusiasmo, compartido con el padre Carballo, debe la ciudad de Santander el impulso motriz para la inauguración del Museo de Prehistoria (del que tanto se ha historiado y tanto queda por historiar). Y la conservación de reliquias prehistóricas que sus manos de impurezas libraron.
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