La única salida posible

El PIB segmentado de Industria y Energía decreció un 2,4% entre julio y septiembre del año pasado. Un dato que arrastra la previsión interanual a una caída del 4,2% y lanza un aviso claro para empresas y Administraciones, obligadas a tomar medidas antes de que la situación sea irreversible.

La falta de masa crítica industrial y las propias limitaciones geográficas de la Comunidad nos obligan a mirar hacia la innovación y los procesos de transferencia tecnológica como único vehículo capaz de revertir esa tendencia. Resulta evidente que es la herramienta más eficaz para generar los recursos necesarios que nos permitan competir con otros entornos en donde los costes productivos son menores y las exigencias legales más laxas.

Ante esta situación, es tremendamente paradójico que buena parte del empresariado siga sin conocer la calidad y la capacidad competitiva internacional de los centros e institutos de investigación de nuestra región. Entidades como el IH, el Idival, el IFCA, el Ibbtec o el propio Centro Tecnológico que tengo el honor de dirigir deberían ser sus mejores aliados. Especialmente CTC, orientado específicamente a mercado y con vocación de ejercer el rol de socio tecnológico que necesita cualquier organización.

Hace mucho tiempo que los proyectos de I+D+i dejaron de ser coto exclusivo de las grandes compañías. Ni solo los ricos invierten en innovación, ni hace falta un desembolso desorbitado para realizar un proyecto de transferencia tecnológica. Atreverse a innovar es, a menudo, el paso más complicado.

Actualmente, el 60% de nuestros trabajos son para pymes que ya han asumido la innovación como el aliado necesario para garantizar su viabilidad. Empresas de sectores diversos que han encontrado una vía de competitividad en los procesos de transferencia tecnológica. Sólo por esta vía, en la que se fomenta la excelencia a través de la colaboración entre empresas y centros de investigación, podremos transformar el mercado productivo y adaptarlo a las exigencias actuales.

A estas alturas es una obviedad indicar que la innovación es rentable y genera riqueza. Basta con analizar la correlación que existe entre las regiones que más invierten en este aspecto y las que presentan mayor riqueza por habitante. País Vasco, Navarra y Madrid son las que más invierten y también las que más PIB per cápita tienen. O con mirar hacia empresas como Textil Santanderina, Solvay o SEG Automotive, referentes industriales de la región que han hecho de la innovación una forma de vida.

Ante esta circunstancia, CTC y el resto del ecosistema innovador debe convertirse en un aliado para que Cantabria aproveche todos los beneficios asociados a la economía de la innovación. Un propósito para el contamos con todas las empresas de la región con un ADN 100% innovador. Del mismo modo, debemos aprovechar el talento que sale de los grados técnicos de las facultades cántabras. Nuestra intención es incorporar hasta una docena de profesionales en los próximos meses. Más empresas y más talento deben desembocar en más proyectos y, por tanto, más valor añadido para nuestro tejido productivo.

Cada vez es más evidente que sin innovación no hay futuro y Cantabria no debería desaprovechar esa oportunidad. Es la única salida posible para regiones como la nuestra.